lunes, 29 de diciembre de 2008

Xenofobia judía

La mistificación del Holocausto judío como parte de la identidad judía, ha dado paso a un fenómeno nuevo, la xenofobia judía.

La acción del ejército israelí, claramente indiscriminada, refleja la posición de superioridad racial -y de legitimidad- que se han atribuido los israelítas en cuanto a los palestinos en torno a los territorios en disputa. Ante los medios, el conflicto es contra Hamas, en la realidad, la guerra es contra todo palestino sin importar su carácter de combatiente o no. Limpieza étnica sin duda.
Sería bueno recordar que en 2005, “el gobierno israelí decidió limpiar el desierto de Negev de su población beduina con el fin de abrir espacio para los asentamientos de la próxima oleada de inmigrantes judíos” (Zygmunt Bauman).
Al modo de una limpieza étnica, el pueblo judío vuelve a la carga para despejar territorios, escudándose en su nueva fuente de identidad cultural y religiosa, el ya manoseado Holocausto Judío. "La memoria del Holocausto se ha convertido en una religión sustituta de los judíos secularizados en el mundo occidental" (Manfred Henningsen, Totalitarismo y religión política, sobre los regímenes de terror moderno).
La esencialización discursiva del Holocausto judío, ha hecho que éstos -los judíos y sobre todo los israelitas- consideren como incomparable lo que les ocurrió a sus predecesores como pueblo durante el nazismo, y por tanto legítimo cualquier acto de fuerza que consideren efectuar para evitar que se repita algo similar en cualquier lugar del planeta.

Tal como explica Henningsen, "La referencia de identidad simbólica al Holocausto es tan fuerte y tan intensa entre los más de 250 mil hijos de sobrevivientes de esa masacre, que para muchos de ellos la relación con la Alemania contemporánea está marcada por el slogan Never Again".
Según esta percepción, muchos judíos se sienten con el derecho de aplicar la violencia y la fuerza desmedida y a como de lugar sobre otros -en este caso los palestinos- porque lo que les pasó a ellos no tiene comparación histórica, en términos cuantitativos y cualitativos.

Es decir, el Holocausto, ya no es visto como algo que se debe evitar universalmente en pro de toda la humanidad, sino que es concebido como un hecho de exclusividad para los judíos, no aplicable a otros pueblos como el palestino, afgano o iraquí.
Los últimos hechos acaecidos en la Franja de Gaza demuestran este criterio, donde mientras un israelí murió el pasado sábado por los ataques de Hamas, más de 280 palestinos han muerto por la respuesta israelí. Si invirtieramos los números, sería un nuevo holocausto, pero ahora es guerra defensiva.
Por esto, errónea y sectariamente, ante el conflicto palestino-israelí y ante todos los conflictos de Medio Oriente, en los medios se da prioridad y más valor a las víctimas occidentales y judeo, cristiano-católicas de la violencia actual, y simultáneamente se menosprecia a las víctimas islámicas, orientales, árabes de la misma, calificándolas con el constante peyorativo de terroristas e insurgentes, aún cuando muchas de ellas eran sólo niños.

Las víctimas de la guerra son palestinas e israelíes. El Holocausto está matando a dos pueblos. El Holocausto también está ocurriendo en Irak y otra vez en Palestina, quizás nunca nadie diga Never Again.

Artículo reeditado

jueves, 4 de diciembre de 2008

La vuelta de los tres tercios

Los partidos políticos hegemónicos y la rigidez del sistema electoral de dos coaliciones están chocando con la mayor y creciente pluralidad del electorado y la necesidad de esté de tener más alternativas desde donde elegir.
El anunció de Ricardo Lagos, de que ya no es ni ha sido candidato a la presidencia –nunca lo fue probablemente- no sólo ha puesto fin a una serie de especulaciones y tiras y aflojas entre las directivas del PPD y el PS, sino que ha vuelto aún más incierto el escenario pre-presidencial en términos generales, sobre todo para las directivas partidarias, al dejar en claro que no existe un liderazgo que aúne a una coalición debilitada.

En este sentido, la dirección del PPD, sin candidato “propio”, en una lógica centrípeta, queda entonces obligadamente a disposición de cualquier otro partido de la coalición que levante una opción presidencial. Todo sea por mantener la coalición.
Hasta el momento, las opciones para Pepe Auth son Frei en la DC, Gómez en el PRSD, Insulza en el PS, aún cuando esté último –al igual que Lagos- es de alto riesgo en cuanto a bajar sus pretensiones presidenciales.

Como la atomización y la entropía son mayores, existen opciones que claramente tienen la creciente posibilidad de convertirse -desde dentro o fuera de las coaliciones- en actores de veto en el sistema político. Es decir, de romper la lógica de dos coaliciones.
Es el caso de Jorge Arrate, quien ya acordó con Jorge Tellier (PC) suscribir la conformación de una nueva opción política. Es decir, la constitución de un nuevo conglomerado que podría escindir a la Concertación, y a la cual podrían sumarse otros actores políticos y sociales.
También es el caso de Chile Primero, Alejandro Navarro, e incluso de Leonardo Farkas (aunque algunos no lo tomen en serio, es un outsider que puede llegar a convertirse en una especie de catch all).
En este sentido, la poca diferencia que implica la Alianza en cuanto a la Concertación en cuanto a la ciudadanía, y la notoria debilidad constitutiva de la segunda, está generando tres fenómenos esenciales:
  1. Una concentración del poder por parte de las elites dirigentes de diversos partidos, un acto desesperado por mantener a la coalición a base de las disciplinas y adhesiones partidarias.
  2. El surgimiento de crecientes disidencias internas, que sin llamar a la ruptura total, plantean la construcción de una alternativa política que incluya a sectores excluidos y autoexcluidos de la política, en clara contraposición a las dos coaliciones hegemónicas.
  3. Una sensación de ambigüedad generalizada en cuanto al campo político, que el electorado traduce como agotamiento de la clase política, concentrada en ambas coaliciones, y que se ve reflejada en un distanciamiento con respecto a los partidos como órganos representantes.
Mientras el sistema electoral binominal fuerza la representación política en torno a dos coaliciones partidarias, simultáneamente está generando altos niveles de desafección política, bajos niveles de votación y fenómenos como el apoyo ciudadano a Leonardo Farkas.
En este sentido, el caso de Leonardo Farkas, que corresponde claramente a la llegada de un actor no político (un outsider) al campo político, indica una crisis del sistema de representación basada en los partidos políticos.
La anquilosada lógica dual de coaliciones -una de derecha y otra de centro izquierda y funcional en los inicios de la transición- comienza a agotarse y romperse paulatinamente a nivel informal (hecho que se refleja en la atomización interna de las opciones presidenciales y los bajos niveles de adherencia electoral) debido a las transformaciones que el propio electorado ha ido sufriendo en cuanto al promedio de edad de los votantes, la baja adhesión electoral de los jóvenes, etc, lo que implica una reconfiguración del escenario político donde probablemente se constituyan nuevamente tres tercios con el surgimiento de una nueva alternativa política.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Industria automotriz en crisis ¿Rescate justo o más capitalismo crony?

Primero fueron los grandes bancos. Ahora General Motors, Chrysler y Ford quieren 25.000 millones de dólares de rescate, que les permitan evitar un eventual colapso. ¿Rescate justo o una prueba más del crony capitalismo imperante?
El rescate financiero -intervención indebida del Estado en el mercado, según algunos hace un tiempo atrás- en Estados Unidos y otros países como Inglaterra fue posteriormente justificada de diversas formas: "Se salvaba una parte importante del sistema económico"; "se evitaba llegar a la crisis"; "se evitaba el paso de la crisis financiera a la economía real"...etc.
Probablemente y no por nada, un comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos acusó a las agencias calificadoras de riesgo de haber abusado de la confianza en ellas y de ignorar las señales que anticipaban la crisis actual.
Sin embargo, algunos dijeron que la culpa fue exclusivamente por la intervención del Estado al establecer leyes como la Ley Gramm-Leach-Bliley, firmada en noviembre de 1999 por el presidente Clinton, o la ley federal de 1995, la Community Reinvestment Act (CRA).
Las razones enarboladas para pedir tal intromisión del gobierno, del Estado, en la economía y los asuntos privados de una empresa: se encuentran en una situación precaria, en parte por la desaceleración económica, mala administración y pocas posibilidades para prestar dinero debido a la crisis crediticia.
Lo cierto es que la crisis de ventas de GM, Ford y Chrysler, proviene de mucho antes de la crisis actual y está agravada desde el año 2005.
¿Entonces qué implica esta petición de rescate, más allá de pretender salvar una parte importante del sistema económico o evitar el paso de la crisis financiera a la economía real? Veámos lo cierto, detrás de todo esto.
Lo principal y más concreto es que el paquete de rescate bancario de US$700.000 millones de dólares, fue hecho con el dinero de los ciudadanos, pero a favor de algunos pocos, mediante una intervención nunca antes vista. "Hasta hace poco nos decían que 6.000 millones de dólares eran demasiados para proteger la salud de nueve millones de niños estadounidenses que no tienen cobertura sanitaria. Y ahora, lanzan la casa por la ventana para salvar el culo a sus amigos", afirmó Arun Gupta.
Mientras tanto, se comienzan a detectar irregularidades tales como que Quince ejecutivos de Wall Street cobraron 100 millones cada uno en plena crisis, por compensaciones y dividendos de acciones mientras se gestaba la actual crisis de mercados financieros.
En este sentido, el Congreso de EE.UU. y el FBI, ya estaban investigando posibles fraudes y el por qué los directores de los bancos que tuvieron que renunciar a sus cargos debido a las fuertes pérdidas sufridas por la crisis de las subprime recibieron millonarias compensaciones.
Michael Hudson habla de "acusaciones de fraude lanzadas por los fiscales generales de 11 estados contra prestamistas rapaces como Countrywide o Wachovia, la compra de los cuales fue motivo de tanto orgullo por parte de Citibank, JP Morgan Chase y Bank of America".
A pesar de todas estas eventualidades e irrgeularidades en el Capitalismo Avanzado, la asistencia social por parte del Estado para las empresas financieras, a costa del dinero de los contribuyentes, no demoró mucho.
Lo cierto es que, como plantea George Monbiot, "la asistencia social prestada a las corporaciones es un rasgo consistente del capitalismo avanzado".
Como también plantea Joan Subirats, hay "socialismo para los bancos, neoliberalismo conservador para la gente".

Como indica Monbiot, "los jefes de las empresas farmacéuticas, prospectoras de petróleo, supermercados y bancos se hacen con los fondos que saca el gobierno de los bolsillos de gente mucho más pobre que ellos mismos".

Quizás por eso, y en un paradójico temor, el senador republicano Jeff Sessions declaró –ante la petición de ayuda de las automotrices, que:
"Una vez crucemos la frontera entre las instituciones financieras y las grandes empresas entonces ¿quién establecerá un límite?".

Como plantea Michael Hudson, "seguimos esperando una respuesta pública al problema de cómo amortizar las deudas. El interés económico de quién deberá sacrificarse: ¿el de los deudores, como ha venido ocurriendo durante los últimos ocho siglos; o el de los prestamistas, que han luchado para crear una economía neoliberal controlada por el sector financiero?"

Lo cierto y más paradójico es que un informe del Cato Institut -favorito de algunos seudoliberales que niegan estas cosas- y cuyo autor es Stephen Slivinski, "estima que en el año 2006 el gobierno federal se gastó 92.000 millones de dólares en subvenciones al sector de negocios. Buena parte de ello se destinó a importantes empresas como Boeing, IBM y General Electric", como explica el mismo Monbiot.

Así, desde 1991 por ejemplo, IBM, General Electric, Dow Chemical, Caterpillar, Ford, DuPont, General Motors, Chevron y Monsanto han obtenido cientos de millones de dólares del programa de Tecnología Avanzada del gobierno federal estadounidense.

Pero Monbiot nos muestra algo más grave, "un nuevo documento del Institute for Policy Studies norteamericano muestra que a través de una serie de astutas lagunas fiscales y de contabilidad, los Estados Unidos gastan 20.000 millones de dólares al año subvencionando los sueldos de los ejecutivos".
Como ha planteado el economista Robert Samuelson, enormes "recompensas inmediatas" para la crema de Wall Street, "les cegó ante los peligros a largo plazo" inherentes a los tremendos riesgos que estaban corriendo – con el dinero de otros. Lo más probable es que terminen dándole esos 25 mil millones a las tres grandes automotrices.
Es probable que se salven muchos empleos, eso es cierto. Pero también es cierto que, tal como plantea George Monbiot "No hay y nunca ha habido libre mercado en los Estados Unidos".

En eso coincide Lester Thurow, quien ante los escándalos del 2002 en EE.UU. ya decía: "La mejor solución es advertir a los pequeños inversores que el juego está arreglado de antemano. Ningún inversor particular, por mejor informado que esté, puede jugar al mismo nivel que los inversores institucionales, las firmas de Wall Street y los ejecutivos corporativos...es fraudulento pretender que se pueden impedir nuevos escándalos financieros".
Los sermoneadores del libre mercado llevan mucho tiempo aplicando el Estado de Bienestar para ricos
George Monbiot
Rescate para unos pocos, esclavos de la deuda el resto
Michael Hudson

martes, 18 de noviembre de 2008

La pertinencia de Robert Michels en el actual escenario político chileno

Robert Michels publicó su obra Los Partidos Políticos en 1911, donde expuso su famosa Ley de hierro de la oligarquía, que plantea que toda organización eficiente siempre necesitará un liderazgo fuerte, cuya constitución se basará en la creciente concentración de la cúpula dirigente, lo que irremediablemente irá en desmedro de la democracia interna.
Basado en análisis en torno al Partido Socialista Democrático alemán de su época, llegó a la conclusión de que ninguna organización es democrática en sus estructuras internas, debido a una irremediable y creciente tendencia hacia la oligarquía.
Michels planteaba que las funciones técnicas y administrativas cada vez más complejas derivan en más burocracia y finalmente en oligarquía en cualquier estructural organizacional, ya sea un partido político, un gremio, una empresa, etc.
La concentración del poder ocurriría en base a la competencia entre las elites de cualquier entidad organizacional dada, donde dichos grupos se centran esencialmente en lograr el control de los bienes con que cuenta la organización –ya sean estos patrimoniales, políticos o simbólicos- y que son siempre limitados.
En esa pugna, las elites dirigentes más fuertes se van posicionando sobre otras, las absorben, las cooptan, las reducen, las reposicionan o las disuelven, reduciendo su número dentro del campo de competencia, lo que termina por estabilizar su dominio.
Según Michels, la estabilización del dominio dará paso a la sustitución de los fines últimos por los fines instrumentales de la organización, marcando entonces una creciente rigidez ideológica, que en definitiva se traducirá en tendencias cada vez más conservadoras por parte de la clase dirigente.
Lo anterior derivará en que la elección de líderes se realizará mediante cooptación o mediante procedimientos que Linz llama de partidocracia, que tienen carácter oligárquico pero que son presentados como procesos democráticos al interior de la organización.
Sin embargo, a pesar de sus aportes teóricos, Michels dejó muchos planteamientos sin concluir. Así por ejemplo, no abordó de manera profunda los problemas que genera la inevitable concentración (reducción) de los cuadros dirigentes en cualquier elite y en sus organizaciones, en cuanto a la propia organización.
Ésta, indefectiblemente generará rupturas internas entre las capas dominantes, debido a la profundización de la dicotomía entre eficiencia -en cuanto a mantener el poder, obtener dividendos electorales y bienes políticos que se vuelven cada vez más escasos- y la democracia interna -en cuanto a mantener vías de comunicación entre las bases y las distintas cúpulas dirigentes-.
El agotamiento interno de las elites -por el paso del tiempo, por malos cálculos políticos, por deterioro del discurso común unificador o por disminución en los bienes a repartir, y más importante aún, por falta de nuevos cuadros o miembros- no sólo generará paulatinamente falta de cohesión entre sus miembros dirigentes, sino que irremediablemente afectará la legitimidad de la elite dominante con respecto a sus bases de apoyo.
Este fenómeno es apreciable a nivel de coaliciones de gobierno, partidos políticos, dirigencias deportivas, vecinales, o de cualquier índole.
A nivel político partidario, este fenómeno puede ocurrir simultáneamente en una coalición de partidos, cuyos actores entran en una fase aguda de concentración -y posterior agotamiento- de la elite dirigente, que luego se expande a todo el conglomerado y sus suborganizaciones.
Las pugnas internas al interior de algunos partidos o coaliciones en torno a los liderazgos y el control discursivo de la organización y sus bienes -materiales y simbólicos- pueden tener como resultado diversos fenómenos como la expulsión o renuncia de algunos miembros y el desarrollo creciente de fraccionamientos profundos.
En este sentido, el actual escenario pre-presidencial, donde existen fuertes pugnas internas, distanciamiento entre los liderazgos y decisiones que parecen en muchos casos arbitrarias, tanto al interior de las coaliciones como dentro de sus partidos constituyentes, parece demostrar en parte algunos de los planteamientos de la Ley de Hierro de la Oligarquía de Michels.

viernes, 14 de noviembre de 2008

La necesidad de un nuevo pacto político y ciudadano ahora

Mientas la estructura electoral está encauzada a restringir el número de opciones políticas en pro del bipartidismo, lo cierto es que la atomización y falta de acuerdo al interior de las coaliciones se hace cada vez más notoria, demostrando el agotamiento de los conglomerados hegemónicos.

El sistema de dos coaliciones, la Alianza por Chile y la Concertación, parecen encontrarse en un momento crítico. Ambas fuerzas políticas presenten –en mayor o menor medida- fracturas al interior de sus pactos que han atomizado las posiciones de sus actores partidarios e individuales, y que en algunos casos han dado paso al surgimiento de organizaciones fuera de los pactos como el PRI y el MAS.

Lo anterior es el reflejo del agotamiento político, no sólo interno sino también externo, que conlleva el sistema de coaliciones, debido a la cada vez más baja representatividad que generan sus partidos en el electorado y el creciente inmovilismo en cuanto a la aplicación de políticas, al dar éstos prioridad al mantenimiento de los conglomerados, inhibiendo la discusión y el desarrollo de nuevos proyectos políticos importantes.

Así, aunque hace meses está claro quién es el candidato de la derecha, la UDI aún no lo reconoce como candidato de la coalición, a la espera del surgimiento espontáneo de un rostro propio (como José Antonio Kast). Por lo mismo, tampoco existe consenso en cuanto a un proyecto político claro.

Por otro lado, el establishment de la Concertación y las directivas centrales de los partidos se dividen en varios frentes principales y posibles, Lagos, Insulza y Frei, mientras con ello profundizan la distancia con otros de sus sectores que también comienzan a levantar sus propias opciones como Jorge Arrate en el PS, José Antonio Gómez en el PRSD, incluso a riesgo de generar nuevas rupturas, como ocurre actualmente con Alejandro Navarro.

A lo anterior se suma la izquierda extraparlamentaria, que también se divide en varias opciones, como Tomás Hirsch y Guillermo Tellier sin realmente definir una opción política clara.

Este escenario de creciente atomización y donde las coaliciones hegemónicas y sus sectores dominantes parecen dividirse sin un rumbo ni un proyecto político claros, mientras agudizan sus tendencias oligárquicas, se vuelve favorable para propiciar el surgimiento de un nuevo pacto político, democrático y ciudadano transversal. Es decir, crear una hegemonía alternativa desde la sociedad civil, desde las bases.

Un acuerdo que aune las fuerzas e intereses de diversas sectores, corrientes políticas y actores sociales, a través de las cuales se constituya un proyecto político modernizador y de desarrollo de largo alcance, inclusivo, democrático, respetuoso de la democracia y los derechos humanos, tolerante, a favor de las libertades, derechos y bienestar de todos los ciudadanos, cuyo primer objetivo debería ser cambiar la actual Constitución política y constituir una nueva carta magna hecha por todos los chilenos.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Yes, We can

Yes, We can (Sí, nosotros podemos) fue el lema central de la campaña del ahora recién electo Barack Obama. Afirmación positiva con una fuerte carga simbólica opuesta a una forma de hacer política, empantanada y egocéntrica. En Chile también parece ser necesario decir Sí, podemos.
El triunfo de Obama en los Estados Unidos, parece no sólo indicar el inicio de nuevos tiempos en dicho país, sino también una ruptura con el continuismo y anquilosamiento del sistema y una forma de hacer política que se había sedimentado a base de recursos más bien alejados de los principios básicos de la democracia.
Ese Si podemos, era la mejor forma de expresar la oposición de los ciudadanos comunes a una clase política en general, cebada con una forma de hacer política, que se había alejado de su base esencial de legitimidad, los electores.
En Chile también parece ser necesario decir Sí, podemos, ante dos coaliciones políticas cada vez más ensimismadas con el poder en sí y para sí, y peor aún, cada vez más pobres en términos propositivos.
La clave de Obama fue recordar -a diferencia de muchos políticos en estos tiempos- que la base de su legitimidad y liderazgo como político no se sustenta ni en el carisma (autoritario o de otra índole) ni en la tradición, sino en el reconocimiento que los ciudadanos le atribuyen a su proyecto político, sus ideales y planes como propios.
Es a través de eso, que el nexo entre nuestros intereses como ciudadanos, como sujetos individuales se tornan comunes y colectivos, y la representación política adquiere verdadero valor en una democracia.
En Chile, ese nexo entre representantes y representados parece estar profundamente debilitado y deslegitimado. Basta considerar el alto índice de votos anulados y la alta justificación para no votar en la última elección municipal.
Pero sobre todo, basta considerar la alta desafección de los jóvenes con respecto a la política. Futuros y potenciales electores, que sin embargo, no ejercen su derecho a voto y al parecer no tienen intenciones de hacerlo en el futuro.
El problema es grave si consideramos que la población que actualmente ejerce el voto envejece y muere, mientras esos jóvenes, que serán probablemente el sustento de legitimidad para el sistema político y social, no quieren hacerlo. Es decir, en unos años más el sistema no será legítimo porque no habrá suficientes votantes o sólo unos pocos elegirán a nuestros gobernantes.
Sin embargo, ninguna de las coaliciones hegemónicas parece considerar lo anterior en sus análisis o en sus estrategias electorales y políticas. Están ensimismados en mantener el poder o lograr más poder.
Por lo mismo, ninguna de las coaliciones hegemónicas propone restablecer ese nexo básico, que cualquier sistema que se precie de democrático debe tener. Sólo lo instrumentalizan durante los períodos de elecciones y lo circunscriben a resultados electorales, lo reducen a la alternancia.
Por lo mismo, tampoco les interesa encantar a los ciudadanos con propuestas nuevas, con nuevos proyectos, con nuevos sueños, con nuevos ideales. Menos les interesa incluirlos en la toma de decisiones, creen que no podemos o no somos capaces. Sería peligroso y pondría en riesgo el sistema, los consensos, el Estado de Derecho, la estabilidad, etc.
Pero en realidad, nosotros, los ciudadanos, Sí podemos. Podemos romper las barreras del electoralismo y crear un sueño, un proyecto político para todos, de todos y hecho por todos.
Ojalá muchos más digamos Sí podemos…

viernes, 24 de octubre de 2008

El derrumbe de otro dogma

La década de los 90´comenzó con el derrumbe del último vestigio de un dogma totalizante, que hipervaloraba la omnipresencia del Estado como panacea de todos los males sociales. Hoy parece producirse la caída de otra ortodoxia, aquella que hipervaloraba la autosuficiencia del Mercado, también como pócima mágica para resolver todos nuestros pesares.
En los últimos doscientos años, dos ideas simples pero convertidas en dogmas, el Mercado y el Estado, se han transformado en el eje central de la toda la discusión social, política y económica en las sociedades contemporáneas.
En base a ambos conceptos se han configurado -con diversos matices- doctrinas, creencias y rituales de todo tipo. Es decir, se han constituido dos ideologías: La del Estado y la del Mercado.
En este sentido, en ambos casos, podemos apreciar que estos paradigmas se constituyen como:
1) Doctrina, es decir como un complejo de ideas, teorías y procedimientos diversos que los sujetos plantean y siguen.
2) Creencia, cuando la doctrina es asumida como verdad única y como certeza manifiesta en la realidad, es decir como un orden natural e inmanente.
3) Ritual, cuando se internalizan prácticas y procedimientos en las diversas dimensiones de la vida, que se hacen parte de la “experiencia espontánea” de los sujetos, y que se convierten en los mecanismos que la reproducen.
En ambas ideologías, siempre existe el riesgo de la pretensión extrema de someter cada aspecto de nuestras vidas y existencias, a las lógicas que plantea una u otra concepción. Es decir, a una racionalidad técnica específica.
Por lo mismo, en ambos dogmas está la visión absolutamente excluyente del otro concepto. Para los dogmáticos de uno u otro lado, no pueden convivir e interactuar ambas racionalidades, por lo tanto, o sólo hay Mercado; o sólo Estado.
Aunque algunos lo nieguen o no lo aprecien, en ambas nociones existe la clara pretensión de aplicar la ingeniería social y la planificación centralizada, ya sea por parte de una vanguardia, los elegidos, una aristocracia, los mejores, los más competitivos, los empresarios, etc. y así transformar totalmente la sociedad y llevarla a un "estadio superior".
Por lo mismo, y ante esa posición dogmática, los matices y conjunciones que se plantean en torno a la relación entre Mercado y Estado, generalmente son despreciados por aquellos fanáticos que abrazan alguno de estos dogmas. Ahí radica la semilla y el sustento de quienes -de uno u otro lado de la vereda- acusan de revisionismo capitalista, de socialdemocracia, de comunismo, de extremismo, de irracionalidad, de ignorancia, etc.
Estos dogmáticos se esconden tras etiquetas diversas, se declaran liberales, pero claman acabar con las religiones, y aplican a destajo la censura u otro tipo de recursos contra las opiniones diversas; se declaran democráticos, pero propician lógicas oligárquicas en el ámbito político y decisional. En ambos casos, estamos ante lobos disfrazados de ovejas.
La caída de la Urss marcó probablemente el fin del dogma extremo del Estado, aquel que concebía al mundo vida (en clave habermasiana) sometido en su totalidad a la racionalidad formal del sistema estatal; y que permitió el surgimiento de otros proyectos que se sustentaron en éste, como el Nazismo o el Facismo.
Probablemente, y sin haberlo pensado o ideado, Fukuyama se refería a la ideología extrema del Estado y no al marxismo que también plantea el fin del Estado, cuando hablaba del Fin de la Historia en clave hegeliana.
En este sentido, la crisis económica actual no implicaría el fin del mercado como espacio de intercambios entre los sujetos, ni el fin del emprendimiento, o la propiedad privada, sino más bien el fin de un dogma que ha dominado las políticas económicas en los últimos años, y que al igual que el dogma del Estado, aún pretende someter todas las dimensiones de la vida a la racionalidad procedimental y técnica que concibe como única, natural, verdadera e inmanente.
Tal como plantea Joseph Stiglitz, "Todo el mundo dirá ahora que éste es el final del fundamentalismo del mercado. En este sentido, la crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económica resulta insostenible. Al final, dicen todos, ese modelo no funciona. Este momento es señal de que las declaraciones de liberalización del mercado financiero eran falsas."
Otro que empuja el castillo de naipes es Alan Greenspan, quién declaro ante el comité de supervisión de la Cámara de Representantes que: "que su gran error estuvo en "presuponer" que las instituciones financieras se vigilarían entre ellas, para preservar sus intereses y el de los accionistas. "Aún no puedo entender cómo pasó". Esta falta de regulación voluntaria, dijo, provocó que se derrumbara el edificio".
Es el inicio del derrumbe de otro dogma.

viernes, 17 de octubre de 2008

El inicio de una crisis permanente

Desde un punto de vista neofrankfurtiano, la crisis económica parece indicar el inicio de una crisis permanente de lo algunos llaman el capitalismo tardío (monopólico), el que irremediablemente parece necesitar del Estado para afrontar los crecientes desequilibrios generados por la economía especulativa.
La crisis actual parece dar luces y validez a este planteamiento, pues el Estado ha sido utilizado como un elemento de equilibrio para organizar los desajustes generados por las corporaciones financieras en una economía caracterizada por crecientes estructuras oligopólicas.
Algunos teóricos de la Escuela de Frankfurt, entre ellos Jurgen Habermas, planteaban que en un momento de su desarrollo, el capitalismo tardío, debido a sus irremediables tendencias a la crisis, necesitaría introducir la regulación estatal para asegurar su continuidad, adjudicando los beneficios económicas al mercado y las pérdidas al Estado, que se vuelve “agente planificador del “capital monopólico” unificado. (Habermas, Problemas De Legitimación En El Capitalismo Tardío).
Es decir, desde este punto de vista, la crisis actual estaría marcando el inicio de una posible crisis permanente del sistema capitalista, debido a la gradual incapacidad de éste para responder a las progresivas y diversas necesidades de la creciente población y la imposibilidad de ésta última, para adaptarse a los cambios de la economía globalizada.
Lo anterior se vería acentuado por el “reacoplamiento del sistema económico al sistema político, que repolitiza en cierto modo las relaciones de producción” (Habermas, Problemas De Legitimación En El Capitalismo Tardío), que en definitiva constituiría el paso de un capitalismo competitivo a un capitalismo monopólico.
En este sentido, el capital financiero estaría yendo en contra de la lógica del antiguo capitalismo industrial, puesto que “el sistema financiero de los EE.UU., al engrasar las ruedas de la economía real, ha estado absorbiendo un asombroso 30 por ciento de los beneficios empresariales y el 10 por ciento de los salarios. Así, pues, a diferencia de lo sucedido en el decenio de 1930, los EE.UU. afrontan un sistema financiero hipertrofiado.” Kenneth Rogoff (Profesor de Economía y Política Pública en la Universidad de Harvard y fue economista jefe del FMI).
En este sentido, no es menor considerar que la crisis actual está enmarcada por grandes índices de desigualdad económica, que parecen indicar que los sistemas financieros han sido ineficientes pues han dejado de promover el crecimiento en la economía real, y que “tampoco el capitalismo liberal el mercado cumplió por sí solo las funciones de la socialización en el sentido de la integración social” (Habermas, Problemas De Legitimación en El Capitalismo Tardío), dando paso a la actual fase de capitalismo monopólico.
Se produciría entonces una falencia en cuanto a “la adaptación del individuo no sólo en su integración social, sino especialmente en su integración sistémica” (Blanca Muñoz, Teoría de la Crisis). Es decir, la crisis permanente tiene la potencialidad de convertirse en un conflicto existencial, no sólo de cada individuo, sino del sistema mismo.
La crisis permanente, se sedimenta en base a lo que Habermas llama desplazamiento, de la crisis económica al sistema político, y a todos los campos de la sociedad. “El desplazamiento hacia lo político es la lógica consecuencia de la imposibilidad de solucionar la crisis económica con medios de carácter económico ya que no es posible transformar el sistema de apropiación privada del beneficio” Blanca Muñoz, Teoría de la Crisis).
Es probable entonces que, desde el punto de vista de los planteamos frankfurtianos, se produzcan crisis de legitimidad en el sistema social en general. Tomando en cuenta lo planteado por Habermas, se produce entonces un cuestionamiento a la estructura del sistema de la que habla Claus Offe, y que tiene su origen en la dificultad de establecer una clara separación del sistema económico con respecto al sistema político.

jueves, 16 de octubre de 2008

Siempre negativa, nunca positiva

A mediados del pasado año, en la revista Esprit, un especialista en el tema comentaba que "las personas que hoy se identifican como religiosas son menos creyentes que antes y los sin religión son menos ateos que antaño".
Es muy probable que este diagnóstico sea globalmente certero, aunque a mí -por deformación ideológica, sin duda- lo que más me llama la atención sea su segunda parte. En efecto, ya no quedan ateos como los de antes o "increyentes", como se denomina a sí mismo Francisco Fernández Buey en un curioso artículo escrito junto al teólogo González Faus (¿Dios en Barajas?, EL PAÍS, 11-IX-08).
En esa pieza escatológica se lamenta que los ideales ilustrados hayan desembocado en el relativismo posmoderno, dictamen papal ya conocido, y se recuerda que antaño, cuando se suponía que la muerte era paso a una vida mejor, accidentes trágicos como el de Spanair en Barajas causaban menos desolación.
Supongo que por eso aún sigue siendo recomendable persignarse cuando el avión comienza a correr por la pista de despegue: por si fallan los alerones y hay que alcanzar el cielo por vía estrictamente sobrenatural...
Entre los nuevos increyentes (por no hablar de los creyentes "cultos") la excepcional estatura intelectual de Benedicto XVI se ha convertido en un acrisolado dogma de fe. Su reciente visita oficial a Francia ha provocado rendidos ejercicios de admiración.
El ex director de Le Monde, Jean-Marie Colombani, en su artículo La inteligencia política del Papa (EL PAÍS, 16-IX-08) no sólo elogia su habilidad diplomática -que después de todo responde a una larga tradición vaticana- sino que le proclama "un intelectual de altura que disertó sobre la diferencia entre la teología monástica y la teología escolástica ante un auditorio de personalidades del mundo intelectual y cultural reunidas en París, muchas de las cuales fueron incapaces de seguirle".
Hombre, francamente, dado que estamos, si no me equivoco, en el siglo XXI, cierta incapacidad para seguir con interés y aplicación disquisiciones como la mencionada puede no demostrar inferioridad especulativa sino salud mental.
Por lo demás el resto de las afirmaciones papales en su jornada galicana, sosteniendo que "la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharle sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura" y que "una cultura meramente positivista (...) sería la capitulación de la razón, la renuncia a sus posibilidades más elevadas y consiguientemente una ruina del humanismo, cuyas consecuencias no podrían ser más graves" no pasan de ser proclamas obligadas y conocidas de su oficio, aliñadas de vez en cuando sin duda con cierta pedantería parroquial.
De igual modo, y a mi entender, con mejor fundamento otros pueden afirmar que la renuncia al soborno celestial es el comienzo del verdadero pensamiento moderno y que los humanistas recibieron su nombre precisamente cuando dejaron de ocuparse de la teología. Por no hablar de posteriores afirmaciones papales como las hechas en el sínodo de obispos sobre que las "naciones antes ricas en fe van perdiendo su identidad por culpa de la influencia nociva y destructiva de la cultura moderna", o, respondiendo a la crisis económica, que "el dinero aparece y desaparece, pero Dios permanece" (supongo que por eso se muestra remiso a aparecer).
Sin quitarle méritos a Benedicto XVI, en mi escala intelectual lo tengo decididamente más abajo que a Nietzsche, Freud, Bertrand Russell o Sartre, que mantenían sobre casi todo criterios diferentes a los suyos.
Sin embargo, para los laicos -creyentes o "increyentes", tanto da- el verdadero problema no es el papa Ratzinger, que dice y hace aquello para lo que fue elegido, sino el presidente Sarkozy. Hace tiempo leí a un historiador que, hablando de los primeros cristianos, decía: "Esperaban la llegada inminente del Mesías y llegó la Iglesia".
Parafraseándole podríamos ahora afirmar que los partidarios del laicismo esperábamos desde mediados del pasado siglo la llegada de la auténtica libertad de conciencia institucional y lo que parece venir es la laicidad positiva. Aunque ese centauro ideológico no sea un invento del presidente francés, el bullicioso mandatario parece haberlo tomado en adopción. "Prescindir de las religiones es una locura, un ataque contra la cultura", dijo ante el Papa, que asentía con la cabeza (y quizá sonreía para sus adentros, aunque menos que Carla Bruni).
Pero... ¿qué es la "laicidad positiva"? Pues aquella fórmula institucional que respeta la libertad de creer o no creer (en dogmas religiosos, claro) porque ya no hay más remedio, pero considera que las creencias religiosas no sólo no son dañinas sino beneficiosas social y sobre todo moralmente. "La búsqueda de espiritualidad no es un peligro para la democracia", asegura triunfal Sarkozy. ¡Claro que no!
Pero ¿quién le ha dicho que la espiritualidad hay que buscarla prioritariamente en la fe o la religión? Más aún: ¿quién le ha ocultado que la crítica de los dogmas y la denuncia de las iglesias proviene de quienes buscaron -y buscan- realmente una espiritualidad que no se pare en barras... ni en reclinatorios?
Entre otros se lo recuerda Jean Baubérot, que es profesor emérito de historia y sociología de la laicidad en la Escuela Práctica de Altos Estudios (no, no es ateo sino protestante), en un libro interesante y divertido: La laicidad explicada al Sr. Sarkozy... y a quienes le escriben los discursos (ed. Albin Michel).
Para Baubérot, la llamada "laicidad positiva" no es sino una forma de neoclericalismo, confesional pero no confeso. Y eso porque un Estado realmente laico no sólo no puede dejarse contaminar por ninguna religión, ni privilegiar ninguna de las existentes sobre las demás, sino que tampoco puede declarar preferible tener una religión a no tenerla.
El lema que hoy trata de imponerse es: "crea en lo que quiera, pero tenga religión; siempre es mejor tener una religión que carecer de ella; a quien tiene religión no le sobra nada, mientras que a quien no tiene siempre le falta algo".
La tentación viene de antaño y ya fue entonces denunciada. A mediados del siglo XIX, el gran erudito y pensador liberal Wilhelm von Humboldt prevenía contra cualquier posición activa del Estado en materia religiosa, aunque no fuera más que apoyando los sentimientos religiosos en general: "siempre entraña hasta cierto punto la dirección y el encadenamiento de la libertad individual".
Tomo la cita de la imprescindible obra Difícil tolerancia (ed. Escolar y Mayo), de Yves-Charles Zarka, quien glosa así el pensamiento de Humboldt: "Toda acción del Estado en materia de religión, ya consista en dar protección a una religión determinada o a partidos religiosos o incluso a los sentimientos religiosos en general, transforma el Estado en una instancia más o menos opresiva. Evidentemente, la opresión es mayor en el caso de una religión determinada; pero incluso cuando pretende favorecer el sentimiento religioso en general, el Estado se interesa de hecho por una opinión determinada y se propone como meta asegurar la primacía de la creencia en Dios contra la incredulidad o el ateísmo".
La laicidad (que en buen castellano se llama laicismo) no necesita apellidos que la desvirtúen: "laicidad positiva" pertenece a la misma escuela que "sindicatos verticales" o "democracia orgánica".
Pero su funcionamiento es siempre efectivamente negativo, porque rechaza cualquier injerencia de lo público en las creencias inverificables de cada cual... y de las creencias en las funciones públicas.
Funciona en ambos sentidos: por ejemplo, el titular de EL PAÍS calificando al juez Dívar de "muy religioso" nos hizo respingar a bastantes por su clericalismo, aunque fuera del convento de enfrente. Pero algo más que respingos tuvimos que dar al ver al cardenal Rouco en la inauguración del año judicial o saber que sigue habiendo en el Ejército generales que son a la vez obispos... Lo único positivamente claro sobre la laicidad de nuestra democracia es su insuficiencia.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense

sábado, 11 de octubre de 2008

Los norteamericanos a los que nadie rescata

El presidente Bush estuvo días atrás muy activo, tratando de convencer al Congreso de Estados Unidos para que aprobaran el plan de respuesta a la catástrofe financiera. Su principal argumento era que, de esa manera, se estaban evitando males mayores a las comunidades locales y a los ciudadanos. Lo cierto es que nadie quería comprar los fondos "tóxicos", y la gran operación de rescate trataba de asegurar que fueran los contribuyentes los que lo hicieran.
Pero ese plan no va a resolver los problemas estructurales de fondo que han generado el pánico financiero; tan sólo terminó encontrándose una manera de aprobar los fondos públicos de rescate, apoyar una pistola en la sien de cada congresista: "O votas el plan, o los ciudadanos (tus votantes) van a pasarlo mal, muy mal".
El mensaje era diáfano: las irresponsables aventuras de Wall Street han de ser rescatadas por la gente de Main Street, la Calle Mayor, los ciudadanos de a pie, porque, si no, vamos al caos. Pasamos del laissez faire, laissez passer al laissez nous faire, laissez nous passer.
Mientras, en Nueva York y otras ciudades estadounidenses, hubo concentraciones de personas que respondían a ese acuerdo entre élites económicas y políticas poniendo de relieve el cinismo del sistema. "Hasta hace poco nos decían que 6.000 millones de dólares eran demasiados para proteger la salud de nueve millones de niños estadounidenses que no tienen cobertura sanitaria. Y ahora, lanzan la casa por la ventana para salvar el culo a sus amigos", afirmó Arun Gupta, periodista de Indypendent, un medio de prensa alternativo de Nueva York (www.indypendent.org).

Lo cierto es que el nivel de protección social de la sociedad norteamericana no es precisamente para lanzar las campanas al vuelo, por lo que sorprende aún más que todo el esfuerzo gubernamental se concentre en recomponer el maltrecho sistema financiero, sin reconocer que mucha gente lo está pasando realmente mal en ese país.
El eslogan utilizado en la campaña para la aprobación del plan de Henry Paulson ha sido Reinvest, reimburse and reform (Reinvertir, reembolsar y reformar), lo que de alguna manera recuerda el que se utilizó tras la gran crisis de 1929: Relief, reform and reconstruction (Alivio, reforma y reconstrucción). Pero esta vez el alivio es sólo para unos pocos, los de Wall Street. Socialismo para los bancos, neoliberalismo conservador para la gente.
Es significativo que la mayor organización de defensa de los intereses de las familias con bajos ingresos, ACORN (www.acorn.org), que articula más de 400.000 familias en 110 ciudades en todo EE UU, haya lanzado una campaña con el significativo título de Bail Out Main Street Not just Wall Street (Rescatar a la Calle Mayor, no sólo a Wall Street).

En esa campaña se pide algo tan simple como que cada institución financiera que haya sido beneficiada por el plan de Paulson deba, automáticamente, reducir la carga financiera de las hipotecas que estén a su cargo, favoreciendo así la capacidad de pago de los propietarios hipotecados. Al mismo tiempo, se solicita que las instituciones financieras que no tengan a su cargo hipotecas, se vean obligadas a poner en marcha planes de ayuda para las comunidades más necesitadas. Y, además, se exige que se limiten los sueldos de los ejecutivos, vinculándolos de manera clara a los resultados reales de sus empresas.

Una de las campañas de ACORN que está teniendo más impacto, y a la que se han ido sumando otras organizaciones con sus propias iniciativas, ha sido la relacionada con la defensa de las familias norteamericanas que pueden perder sus casas en los próximos meses, al no poder cumplir sus obligaciones hipotecarias.
Se calcula que más de dos millones de hogares pueden estar en esa situación en breve tiempo, ya que precisamente ése era el objetivo de las hipotecas subprime: convencer a los NINJA (No Income, No Jobs, no Assets; sin rentas, sin trabajos, sin patrimonio) de que ellos podían también acceder a una vivienda.

En 2006 casi el 50% de las hipotecas basura fue a parar a hispanos de bajos ingresos, y son ellos, precisamente, los más vulnerables en esta nueva fase. Medio millón de hispanos han perdido sus empleos en EE UU desde inicios del 2007, y la situación se agrava por momentos. Es evidente que los 12 millones de "sin papeles" de ese país van a ser los primeros en ser despedidos y/o deportados.
En Estados Unidos el salario mínimo por hora era hasta el año pasado de 5,15 dólares hora (3,70 euros). Una resolución del Congreso acordó que, en tres años, ese salario-hora mínimo debería pasar a 7,25 (5,25 euros).
Se calcula que en estos momentos hay 13 millones de norteamericanos que cobran estrictamente ese mínimo. Pero, en 13 Estados de la Unión, el salario mínimo o no está establecido o incluso está por debajo del acuerdo federal.
Los datos apuntan asimismo que la mitad de los trabajadores del país, casi 60 millones, no tienen cubiertos salarialmente los días de enfermedad, y ello provoca muchos problemas de presencia de personas enfermas o con mermas significativas de sus facultades en sus lugares de trabajo.
Es evidente que el tema afecta sobre todo a las personas que trabajan por horas o a los de salarios más bajos.

Por otro lado, hay muchas Main Street en el mundo que ven también con alarma los efectos que sobre sus comunidades va a tener la crisis financiera.
La tradicional tacañería norteamericana en relación a la ONU o a otros organismos de cooperación y ayuda internacional, o su intransigencia en lo concerniente a la deuda externa de los países en desarrollo, se ve ahora dramáticamente en entredicho al comprobar la generosidad con que se abordan los problemas de los classmates, los colegas de los tiempos universitarios.
"El dispendio con Fannie Mae and Freddie Mac", afirma Alex Wilks, director del European Network on Debt and Development, "representa cuatro veces la deuda pública externa de todos los países en vías de desarrollo". Evidentemente, desde esos países el temor es creciente en relación a un futuro en el que Estados Unidos socializa con el mundo sus pérdidas, mientras refuerza los privilegios de sus élites. Ahora entendemos cuáles son las ventajas de la globalización.

En un país que ha visto crecer la desigualdad y la vulnerabilidad en los ocho años de Administración republicana, resulta escandaloso que suenen todas las alarmas sólo cuando los afectados son los sectores más privilegiados del establishment económico-político-financiero. Algunos de los centenares de grupos movilizados en las últimas semanas contra el plan de rescate sólo para algunos, entienden que es precisamente esta escandalosa situación la que va a constituir una importante oportunidad para modificar no sólo el sistema financiero estadounidense, sino también para influir en otra manera de entender la política y sus relaciones y connivencias con las élites económicas.
El problema es que para muchos de los que peor lo pasan las elecciones y el sistema político no han ofrecido hasta ahora esperanza alguna. Si la comunidad hispana con derecho a voto representa el 15% del electorado, sólo el 6,5% usó esa prerrogativa en las últimas elecciones presidenciales.
Quizá para que nos hagan caso y no dejen de nuevo el futuro en manos de los de siempre podríamos recordar las palabras de Adam Smith en su clásico La Riqueza de las Naciones: "Cualquier nueva ley o regulación del comercio que provenga de los directamente beneficiarios de los negocios ha de ser asumida sólo tras larga y cuidadosa comprobación. Provienen de un tipo de personas cuyo interés nunca es el de la gente, y que más bien pretende decepcionar sus esperanzas y seguir oprimiéndola".

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Crisis Mundial, todos los extremos son malos

Con la crisis, ahora mundial, el debate en torno a las causas se ha reducido a si hubo mucha o poca intervención del Estado. En ningún caso se ha considerado que tanto el Mercado como el Estado funcionan imbricadamente y que probablemente el rescate propuesto por Bush es para salvar sus propias acciones en la Bolsa.

Las causas de la crisis económica financiera –al borde del debacle real- han sido muy discutidas en el último tiempo y como era de esperar, las posiciones se han polarizado entre aquellos que reclaman mayores intervenciones del Estado en el mercado, y aquellos que promueven ojalá ninguna intervención gubernamental en las lógicas económicas.

El debate entre los economistas y otros especialistas está que arde y los argumentos a favor y en contra de alguna de estas posiciones siguen apareciendo en diversas publicaciones. También aparecen los discursos deslegitimadores que tienen más carácter ideológico que técnico. Aunque a estas alturas, la técnica parece sobrepasada por una crisis que ya es. La técnica falló en algún punto.

Por otro lado, al debate ahora se suman las eventuales y posibles soluciones al problema, entre las que destacan el plan de rescate del presidente Bush y que aún sigue en negociaciones en el Congreso estadounidense.

Todo gira en torno a aspectos superficiales o netamente económicos del problema, pero nada apunta a un elemento esencial que en la discusión parece no considerarse, la relación entre política y dinero en cuanto al mercado y el estado. Más aún, parecen no considerar como la intervención estatal fue claramente usada para favorecer intereses económicos privados sin tomar en cuenta el paso del tiempo. El tema central es que el Estado no se debe volver un nicho para favorecer intereses corporativos o empresariales, es decir convertir a la sociedad en una plutocracia.
http://www.project-syndicate.org/commentary/stiglitz11/Spanish (Capitalismo Amiguista al Estilo Americano).

En este sentido, para muchos, la intervención estatal es la gran culpable del desastre financiero actual, debido a la promulgación de leyes como la Ley Gramm-Leach-Bliley, firmada en noviembre de 1999 por el presidente Clinton, o la ley federal de 1995, la Community Reinvestment Act (CRA).

Sin embargo, nadie ha tomado en cuenta que dichas resoluciones fueron aprobadas por un congreso y un gobierno, cuyos componentes probablemente también tenían enormes intereses económicos involucrados para estar a favor de dichas leyes.

En este sentido, la primera ley puso fin a la prohibición –o regulación- que tenían los holdings bancarios de poseer otras compañías financieras, y que separaba la banca de inversión de la banca comercial.

Lo anterior, “permitió que una misma entidad desarrollara una banca comercial y de inversión, propiciando fusiones y un crecimiento desmesurado de muchas entidades” (http://www.elobservatodo.cl/admin/render/noticia/11818).
Nadie -de los beneficiados en ese momento- se quejó de la intervención estatal, que en definitiva permitió la ampliación de sus mercados. Y también de sus ganancias.

Sin embargo con ello también se abrió la puerta para el surgimiento de gigantes financieros proclives al monopolio y al alto riesgo financiero, pues surgieron los incentivos para que “fondos privados de inversión (hedge funds) inyectaran grandes cantidades de dinero sin tener que pasar por el ojo de un ente regulador (ellos no están obligados a hacer pública la información financiera relevante).
Mucha vs. Poca Regulación (http://xavierserbia.com/b2evolution/blogs/index.php?blog=1&p=114&more=1&c=1&tb=1&pb=1)

Probablemente más de algún senador tenía intereses creados en alguna entidad financiera, que favorecieron la aprobación de dicha ley, que parece tiene un claro carácter de una intervención que desrregula.

Por otro lado, la segunda ley establecía la prohibición a bancos y otras entidades, de otorgar créditos sólo a los más acomodados en el mercado, sino que los obligaba a ofrecerlos a todos los grupos sociales. Es decir, se promovía –aunque “obligadamente”- ampliar el espectro del mercado y también –aunque nadie lo dice- se obligaba al endeudamiento a quienes en realidad no podían endeudarse. Probablemente a muchos racionales les dijeron: ¿Eres idiota o qué, por qué no tienes casa?

Por lo mismo, con la segunda ley no tardaron en aparecer “organizaciones sin fines de lucro con poder político que reciben miles de millones de dólares por parte de la banca privada para llevar financiamiento a potenciales dueños de casa y dueños de pequeños negocios.” (http://xavierserbia.com/b2evolution/blogs/index.php?blog=1&p=114&more=1&c=1&tb=1&pb=1).

En este caso, claramente los intereses económicos corporativos se imbricaron con los políticos. Todos estaban ganando y nadie se quejaba en ese momento. El Estado y el Mercado eran una sola entidad. Eso no debe ocurrir jamás, porque entonces estamos ante una plutocracia.

Es en este punto donde juegan un rol clave las hipotecas de empresas con garantía estatal (government sponsored enterprises) como Fannie Mae y Freddie Mac. Cualquier empresa querría tener como aval las arcas del Estado, más aún el estadounidense.

En este caso, tampoco nadie se quejó de la intervención, menos cuando existían ganancias cuantiosas para dichas empresas y sus ejecutivos.

Probablemente ahora, si interviene el gobierno de Bush con su plan de rescate a Wall Street, tampoco se quejen aquellos que se lleven grandes indemnizaciones a costa de los ciudadanos que sin embargo, seguirán endeudados.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Leche china: no podemos dejar todo a manos del mercado

El caso de las leches chinas, es una clara muestra de que dejar todo a manos de las lógicas de la oferta y la demanda, en muchos casos puede ser tan riesgoso, e incluso mortal. Como planteaba Keynes, en la espera de que los mercados se regulen, a la larga todos estaremos muertos.
La venta de leche en polvo adulterada con melamina en China ha afectado a 52.857 niños, de los que 13.000 bebés han tenido que ser hospitalizados, y algunos han fallecido, según las cifras hechas públicas ayer por las autoridades chinas.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) han instado a todos los países del mundo a reforzar sus sistemas de inocuidad alimentaria y a adoptar medidas de vigilancia más rigurosas para evitar incidentes como el ocurrido.
La adulteración se ha detectado en 69 marcas de leche producidas por 22 compañías chinas diferentes, de las cuales muchas exportan sus productos. A nuestro país también llegaron productos lácteos chinos.
¿Qué pasaría si en este caso dejáramos que la lógica de la oferta y la demanda castigue los malos productos como plantean aquellos que tienen como fetiche al mercado desrregulado?
Probablemente tendrían que morir muchos más niños antes que todos los consumidores adquieran la información correspondiente (relacionar la leche con las muertes por ejemplo, sin considerarla sólo un mito) para que castiguen realmente el producto no consumiéndolo.
Es claro en este sentido, que el actuar de agencias u organismos es importante en cuanto al control de lo que se vende, produce y tranza en los mercados, para así facilitar la elección correcta de los consumidores.
Es decir, debido a que los consumidores en muchos casos y por diversas razones, no cuentan de forma inmediata con toda la información como para hacer elecciones racionales con respecto a los productos que consumen y tranzan en un mercado, se hace necesaria la previa fiscalización por parte de algún otro organismo.
La misma necesidad se vio durante las Fiestas Patrias, con las múltiples ofertas de carnes y productos derivados (muchos de extraña procedencia o fabricación), que sin el control de un organismo, probablemente habrían sido tranzados en los mercados, y también habrían generado problemas de salud a algunos consumidores, sin darles chance de castigar el producto.
En este sentido, no se trata de dejar el control total en manos de los organismos, sino de que éstos faciliten el flujo de información previa hacia los consumidores, quienes en definitiva son los principales fiscalizadores.
El Minsal ha decomisado más de 92 mil tarros de leche condensada china, leche evaporada y leche condensada de Malasia, para que el castigo a los productos contaminados -si es que lo están- no sea a costa de la vida de más niños.
Con la misma prontitud eso sí, debió haber requisado todas las leches ADN, que estaban circulando en el mercado y que lentamente mataron a varios niños chilenos. Ojalá también, los culpables paguen con cárcel.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Animal Político

Pata Aristóteles, el hombre está compuesto de alma y cuerpo, y es racional, por lo tanto tiene la voluntad para guiar su vida hacia su plenitud natural.
“Las virtudes dianoéticas fundamentales son el nous, la episteme, la sofía, la téjne y la frónesis. Las tres primeras son virtudes puramente teoréticas. Están volcadas completamente a la theoría. La frónesis está volcada a la praxis, y la téjne a la poíesis” (Dri, 2000).
Así, se establece la distinción entre ciencia teórica, poética y práctica, está última referida a la frónesis, donde “Aristóteles plantea la distinción entre razón práctica y razón teórica hasta entonces confundidas en la frónesis” (Dri, 2000).
Así, para cada uso de la razón, existe un modelo de hombre, el filósofo (teórico), el artesano (poético) y el político (práctico).
El político queda en el aspecto práctico pues el conoce para obrar bien, ese es su fin último, el bien común de la polis. Por lo tanto, debe hacerse bueno a él mismo. Es decir, desarrolla la razón práctica, se construye a si mismo, pero ejerce su poder en forma racional sobre la polis, ordenándola mediante el gobierno de los virtuosos. “El mejor régimen político es aquel que se toma en serio la jerarquía natural de las personas, si diferente virtud y se articula en un sistema político aristocrático” (Vallespín, 2003: 373).
Aquí, se plantea claramente el uso de la razón para la organización humana, no como una forma de apreciar la organización humana, sino como un instrumento para mantenerla o mejorarla mediante la acción.
Mediante la razón, el gobernante está determinado a actuar de cierta forma en pro del bien común –teléia-, según su apetito recto, relacionado con las virtudes humanas.
“Poder se dice también de la facultad de hacer bien alguna cosa o de hacerla en virtud de su voluntad” (Aristóteles, 2000: 149).
De esta forma, Aristóteles justifica el poder ejercido por los aristócratas políticos, quienes serían los más virtuosos de la polis, a la vez magníficos y magnánimos, los únicos capaces de obrar según la virtud, el bien obrar, y las virtudes máximas, la templanza, la fortaleza, la justicia y la prudencia.
Todas estás condiciones se desarrollan desde y en uno mismo, y no se deben al conocimiento teórico, ni lo podemos obtener mediante la fabricación o creación de objetos externos a nuestro ser -poiésis-.
Más bien, son cualidades que operan sólo dentro de nosotros y se desarrollan sólo a través de su ejercicio. Yo me hago bondadoso en la medida en que soy bondadoso y actúo de forma bondadosa, es decir, práctico la bondad. Así, quien legisla y gobierna debe volcar su virtud, su conocimiento hacía la praxis, para ser un buen ciudadano y generar el bien común.
Por esto, quien conoce, quien se educa, debe ser virtuoso. “el objeto de la ciencia política es lo noble y lo justo. La investigación de este campo parte de la praxis de la vida y se ocupa de ella” (Hennis, s.a: 47).
La política debe ser conocida por quienes practican apetitos rectos, deben tener ética, que es parte de la filosofía práctica, junto a la política y la economía. Entonces, la filosofía política clásica, como ciencia práctica, se centra en el desarrollo a través de la praxis de las virtudes humanas, en normar la forma del deber ser del político, el cual debe querer ejercer la acción de gobernar.
Se relaciona con todo el desarrollo del fin último del hombre, la felicidad, traducida en la felicidad de la polis. “se refiere a la felicidad exterior e interior del hombre” (Hennis, s.a: 36).
Por otro lado, para Santo Tomás, como explica Rubén Dri, “ser particular, persona individual, es al mismo tiempo ser social y político. Debe buscar tanto el bien individual como el bien común” (Wilhelm, s.a: 47). Esto coincide claramente con la visión aristotélica de que el hombre es por naturaleza un animal político, lo que ratifica que la política sea vista como una ciencia práctica, en cierta forma porque Santo Tomás es seguidor del pensamiento de Aristóteles.
En este sentido, según Dri (2000), el filósofo medieval da continuidad al pensamiento de Aristóteles, pues toma la cosmovisión aristotélica y la acomoda a la concepción de dios, colocándolo como causa primera de todo, “pero deja obrar a las “causas segundas”.
Así, los hombres tienen la posibilidad de desarrollar y tomar las riendas de la existencia en la tierra. “Esto es fundamental, pues deja lugar para que en el orden práctico se desarrolle con relativa autonomía todo el ámbito político y el orden teórico, tanto la filosofía como las ciencias.” (Dri, 2000).
Es decir, el ámbito político permanece en el plano de la praxis. Hasta el surgimiento y desarrollo del cartesianismo, la sociología política permaneció siempre en la esfera de las ciencias prácticas. “Hasta los fines del siglo XVIII la política sigue siendo una disciplina en el marco de la philosophia practica sive moralis con todos los presupuestos y consecuencias ligados a ello.” (Dri, 2000).
Sólo a partir del establecimiento del empirismo cartesiano, la política y la praxis política comienzan a ser vistas como objetos, sin considerarse en ellas las incidencias éticas o morales, es decir, las virtudes que implica su ejercicio.
-Aristóteles. (2000) La Metafísica. Colección Austral, Madrid.
-Dri, R. (2000). Filosofía política aristotélica. En La filosofía política clásica. De la Antigüedad al Renacimiento. Comp. Boron, Atilio A. Colección CLACSO - EUDEBA, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Disponible en: http://168.96.200.17/ar/libros/clasicos/dri.rtf.
-Hennis W. (s.a) Política y Filosofía práctica. Editorial Sur. Argentina.
-Vallespín, F. (1993). Historia de la Teoría Política. Alianza Ed. Madrid.