jueves, 16 de junio de 2011

GRACIAS GOBERNANTES Y LEGISLADORES


Señores gobernantes y legisladores, esta carta es para agradecer a ustedes, la gestión legislativa que llevan a cabo diariamente en beneficio de nosotros, sus representados, los ciudadanos.

En esta ocasión, les agradezco por sus largas y agotadoras sesiones legislativas en torno a “conceder” un post natal de 6 o más meses.

Mi hijo Santiago asiste a la sala cuna desde los 5 meses. Hace poco estuvo enfermo, pues como algunos de ustedes sabrán -como médicos o como padres- un pequeño de esa edad aún tiene un sistema inmunológico en formación. El jardín es una trampa sanitaria. Es cierto.

Pero como tantas parejas jóvenes que forman y valoran la familia y quieren su bienestar, ambos trabajamos, para darle con nuestro esfuerzo diario, lo mejor a nuestros hijos. El jardín permite que hagamos eso, ese es su valor, porque además aprenden y crecen como seres humanos. Pero, también es cierto que ir al jardín es el primer deber impuesto sin consentimiento a los niños pequeños. Ir al jardín es su primer trabajo, su primer aporte a la productividad del país. Muchos dirán que además “Así se hacen fuertes, resistentes”. Es verdad. Quedan listos para contribuir al empleo, la economía, la productividad…la patria, el pueblo, el sistema. La verdad es dura, la salud de nuestros pequeños es su primer tributo.

La madre de mi hijo, mi esposa, con su instinto (quizás mayor que el de todos ustedes juntos y que va más allá de las legalidades y subterfugios impuestos por simples seres humanos con demasiado soberbia) buscó las formas de extender al máximo el cuidado de su bebe, bajo sus manos, su calor, su manto. Eso, aunque la legalidad indirectamente sólo legítima hacerlo hasta los primeros 3 meses de vida.

La madre de mi hijo siguió el dictamen que la naturaleza indica a cualquier madre con sus crías en cualquier especie –sea humana o animal- que es ejercer la máxima protección con sus hijos. Las madres al querer cuidar por más tiempo a sus hijos siguen su instinto simplemente, no quieren abusar del sistema como algunos abyectos aluden.

En otras palabras, hizo algo que la legalidad de la cual ustedes se encargan, sanciona y ahora incluso busca criminalizar, cuando una madre –siguiendo su instinto- extiende una licencia para cuidar a un bebe que tiene 4 o 5 meses, que aunque sano, considera aún débil como para convertirlo en una especie de pequeño obrero.

Por eso quiero agradecerles. Porque esa misma legalidad con la que buscan criminalizar el instinto materno –que incluso ahora los hombres compartimos como padres responsables- permite que otras entidades supuestamente al servicio de la salud, deshagan la economía familiar cuando un hijo pequeño se enferma, aunque ambos padres trabajen.

La deshace, no sólo porque en esos casos la licencia (el permiso para cuidar al hijo) que los médicos conceden es de pocos días, debido a que muchos temen ser perseguidos como criminales, sino también porque los subterfugios legales que ustedes no enfrentan, permiten a esas entidades “al servicio de la salud”, pagar a su antojo, sólo una fracción de esas licencias de pocos días.

Nuestros hijos no tienen derecho a enfermarse y nosotros como padres no tenemos derecho a cuidarlos. Se nos dice que es costoso para “el sistema, la productividad”. Pero la verdad es otra. Es costoso para las ganancias de esas entidades, aunque esas ganancias las generamos nosotros cada mes con los descuentos respectivos que la ley permite.

Les agradezco porque mi hijo de 6 meses recién cumplidos, hoy yace en una cama conectado a ventilador mecánico, sedado, con sondas, con suero, en una clínica -cuya atención es probablemente tan excelente como costosa-. Todo a causa del virus sincicial.

Hoy, su madre no lo puede amantar, a riesgo de perder tan maravilloso don que la naturaleza y no ustedes con sus leyes, ha concedido a las mujeres.

No sé si el maldito virus lo contrajo en la sala cuna o no. Pero es probable que muchos otros niños tanto o más pequeños que mi hijo sí se hayan contagiado en sus salas cunas, porque van desde los tres meses a la sala cuna. Sus madres no pueden cuidarlos en casa porque la ley no se los permite.

Y peor aún, quizás no tienen la suerte de acceder a una atención de salud rápida por la simple falta de dinero. Eso, aunque sus madres probablemente los mandaban a la sala cuna para darles más bienestar, trabajando y tributando mensualmente.

Tal como dije, la salud y vida de miles de pequeños es el tributo que pagan sus padres. 

No pido protección para adultos como yo, que puedo trabajar en lo que sea y privarme de cosas, con tal de dar bienestar a mi familia. Pero exijo que mis tributos al menos sirvan para proteger a niños pequeños como hijo, sin importar su cuna, ni ninguna distinción impuesta por el hombre. Quiero que mis tributos sirvan para eso.

Tampoco exijo derechos para las mujeres. Exijo el derecho de los infantes a la maternidad. El mismo que tienen todas las especies sin costos alguno y que el ser humano parece negar a punta de sanciones. 

Por eso, les agradezco porque su prontitud y la urgencia que ponen en ciertos proyectos como el post natal, dista mucho de la urgencia que colocan para sus propios proyectos, sobre todo cuando se trata de ustedes mismos. Los felicito. 

martes, 7 de junio de 2011

POR UNA DEMOCRACIA FORMAL E INFORMAL

Son tiempos agitados a todo nivel. Nadie podría negarlo. Vivimos una fase de cambio institucional. En ese punto es donde las personas debemos mirar con atención y ver cómo contribuimos a que esos cambios –necesarios- sean graduales -incrementales-, y sobre todo pacíficos.

La Democracia –como las sociedades y las personas donde se instala- no es un régimen estático sino dinámico, en cuyas oscilaciones pueden generar avances o retrocesos en cuanto sus principios fundantes –respeto de derechos individuales, civiles y políticos-.

Se debe tener claro que la Democracia es una institución formal (basada en procedimientos y leyes) e informal (cuyo sustento depende de una sociedad democrática y sobre todo de individuos con mentalidades democráticas).  Y en ese sentido, sirve esencialmente para reducir la incertidumbre en cuanto a cómo se transfiere el poder político, quién lo ejerce y cómo lo hace.

La Democracia es fundamentalmente una limitación formal e informal que permite el cambio incremental (pacífico) y no discontinuo (violento) en la sociedad, y el ejercicio del poder de manera limitada y no autocrática.

Y aquí está el meollo del asunto. Hoy la Democracia a nivel formal e informal (en diversas latitudes) vive procesos de cambio profundo. Las clases políticas tradicionales –con sus partidos y modos de hacer política y ser gobierno- se encuentran deslegitimadas, mientras los ciudadanos, en general -de manera individual u organizada- parecen exigir mayor coherencia, transparencia, y también mayor autonomía en cuanto al poder.

La incertidumbre es creciente en ese sentido. Comparable con otras fases de cambio que luego quedan como trazos divisorios en las líneas de tiempo escolares. Nadie sabe hacia dónde llevarán los movimientos ciudadanos. Los individuos, y con ello las sociedades, enfrentan dicha fluctuación. No tenemos certeza de nada en términos estrictos. Cualquiera que dé un pronóstico, es sólo un soberbio.

Lo que sí podemos hacer es plantear ciertos consensos mínimos. Y es en ese punto es donde las personas debemos mirar con atención y ver cómo contribuimos a que esos cambios –necesarios- sean graduales –incrementales-, y sobre todo pacíficos.

Y entonces se hace necesario, no sólo hablar de Democracia en términos de limitaciones formales (constitucionalmente) como se ha hecho, sino también informales, es decir en cuanto a las normas de comportamiento no escritas, convenciones sociales, y sobre todo autogobierno, que cada cual promueve y ejerce en sus espacios inmediatos.

¿Por qué es importante esto?

Porque las ideas, prejuicios, mitos y dogmas (ideologías y credos), juegan un papel esencial al momento de determinar cómo interpretamos el medio, y con ello el cambio institucional, sobre todo porque prescriben a los individuos cómo debería ordenarse ese medio.

La fase de cambio institucional en curso, de alta y creciente incertidumbre, ofrece la oportunidad de establecer un cierto consenso mínimo en cuanto a la Democracia a partir del cual construir y establecer acuerdos. Pero, también conlleva el riesgo de dar paso al populismo o el caudillismo, e incluso el autoritarismo y la autocracia.

La idea es promover y hacer prevalecer lo primero.  

Entonces se hace relevante el tema de las ideas y principios que se promueven. Porque las ideas que prevalezcan en cuanto a las actuales exigencias sobre Democracia, determinarán el carácter de los nuevos incentivos y oportunidades, y con ello, si el cambio institucional será gradual y pacífico, sin altos costos, y por tanto beneficioso para todos en corto y largo plazo.

Para eso, es necesario no sólo promover normas formales en cuanto a la Democracia, sino promover fuertemente principios y limitaciones democráticas, que contribuyan a la promoción de una sociedad democrática, compuesta por individuos democráticos.

viernes, 3 de junio de 2011

EL CLASISMO OCULTO DETRÁS DEL VOTO OBLIGATORIO

Algunos que apoyan obligatoriedad del voto reducen el debate a una falsa dicotomía: Si apoyas voluntariedad eres clasista. Si apoyas obligatoriedad eres paladín de la igualdad. Falsa, porque ellos mismos llevan detrás un claro sesgo clasista al querer obligar a votar.

Quienes apoyan el voto obligatorio apelan al deber y la responsabilidad. Bajo esas explicaciones que apelan esencialmente a la emotividad, es fácil que muchos vean en la obligatoriedad una especie de cura mágica para todos nuestros males políticos y sociales, que hará surgir la virtud. 

Pero esos argumentos son fáciles de descomponer y refutar. Por tanto, los defensores del voto obligatorio recurren al que suponen su argumento infalible:
Los menos favorecidos presentan bajos niveles de participación electoral. Con voluntariedad, los menos favorecidos serían incapaces de ejercer el voto, y defender sus intereses en comparación a más favorecidos. Ergo, se justifica obligarlos a votar.

Y coronan su demostración con un “la estadística nos respalda”. De ello derivan que oponerse al voto obligatorio sería entonces: ser un defensor de la oligarquía, del neoliberalismo, de los ricos, o que simplemente no te importan las desigualdades o la “asimetría social”. Irrefutable dirán muchos, sin razonar a fondo.

Pero si miramos más allá, vemos que detrás de ese argumento a favor de la obligatoriedad, hay un sesgo tremendamente clasista:
Los menos favorecidos serían unos inconscientes, a los que se les debe guiar –obligar- para votar.

Más directo aún, quienes defienden el voto obligatorio, porque “constatan que sectores menos favorecidos presentan bajos niveles de participación electoral”, están viendo a los más pobres como idiotas, en cuantos sujetos desinteresados de lo político.

OBLIGUEMOS A LOS IDIOTAS A VOTAR
Como vemos, quienes promueven el voto obligatorio desconfían del autogobierno de los más pobres para ejercer el sufragio libremente, desconfían de su conciencia individual. No confían en ellos. Y eso que muchos hablan de “la conciencia del pueblo”.

Si se analiza bien, ésta desconfianza es similar a la que tenían quienes se oponían al sufragio universal. Una desconfianza clasista.

¿No es clasista decir: usted es pobre, probablemente no votará si voto es voluntario, lo obligaremos “por si las moscas”? ¿No es clasista decirle, usted es idiota porque no se interesa por lo público, así que lo obligaremos a hacerlo?

Lo cierto es que es errado considerar a los individuos como idiotas, basándose en su condición económica o su comportamiento electoral. No sólo es un criterio sesgado y clasista, sino que un supuesto tremendamente errado e incluso contradictorio.
En primer lugar no se consideran otras variables por las cuales los individuos de sectores menos favorecidos -pero también de sectores medios- no ejercen el sufragio. Hay varias, un sistema político anquilosado, poco competitivo, partitocrático y elitista.

En este sentido, los defensores del voto obligatorio evaden explicar por qué creen que pobres votan menos y por qué obligatoriedad sería la solución a dicho fenómeno.

Y lo evaden porque terminarían contradiciéndose, porque no tienen forma de explicar: ¿Por qué suponen que el voto obligatorio romperá así sin más, con la lógica hereditaria y altamente elitista de los partidos que controlan el campo político?
¿Por qué creen que abrirá espacios en un sistema político hegemonizado por dos coaliciones? O ¿Por qué creen que romperá las asimetrías de información, y con ello la apatía cívica y la despolitización?

OBLIGADOS POR LA VANGUARDIA
En segundo lugar y más importante, consideran a todos los pobres como una masa inconsciente y despreocupada. Ciertamente resulta irónico que se quiera obligar a votar a aquellos que a la vez, se les considera una masa incapaz de ejercer el voto voluntariamente.

Y aquí entra en juego un sesgo ideológico más profundo, que explica el escondido discurso clasista de los defensores del voto obligatorio: consideran a los pobres como una sola clase alienada. No hay matices.

Claramente, detrás hay un concepto marxista de clases y de la democracia misma, donde consideran a los menos favorecidos una masa sin conciencia de sí y para sí, y que por tanto debe ser guiada –obligada incluso al modo rousseaniano- para defender sus intereses, “su libertad”. ¿Por quiénes? Por ellos, los iluminados con conciencia, por supuesto.

Pero aplicando la misma nomenclatura de Marx, surgen dudas:
¿Por qué “estos defensores del pueblo”, lo quieren obligar a entrar en las reglas del juego de una democracia que consideran burguesa, es decir de clase?

¿Por qué lo quieren obligar a votar por actores que provienen de sectores privilegiados y que hegemonizan el campo político? O ¿Por qué suponen que el voto obligatorio no es parte de lo que llaman la “hegemonía liberal conservadora” y el voluntario sí lo es?

¿Por qué suponen que el voto obligatorio romperá “mágicamente” con las asimetrías en la representación, si parten del supuesto que menos favorecidos están dominados por esa “hegemonía liberal conservadora”?

Nada de esto responden. La obligatoriedad es un acto conservador...como la conscripción militar obligatoria...

¿Por qué no hacer una campaña por el voto libre e informado?