viernes, 24 de agosto de 2012

EL DILEMA DE LA EDUCACIÓN, ENTRE LA ILUSTRACIÓN O EL ADOCTRINAMIENTO


“¿Se educan a propósito nuestras disposiciones para que seamos creadores, o se nos trata puramente como criaturas cuya naturaleza no admite más que la doma?” Max Stirner.

La pregunta del filósofo Max Stirner –influencia de Nietzsche- apunta a un claro y central dilema: la educación, o es un espacio para promover la libertad o para promover la sumisión de las personas.

Cuando la enseñanza es libre, amplia y variada (ecléctica) no sólo derriba mitos sino que sirve para formar personas creativas, libre pensadores y ciudadanos pacíficos (Así lo creían los ilustrados); cuando es doctrinaria, sesgada y dogmática, sólo sirve para formar individuos uniformes, soeces, intolerantes y autoritarios, pero además serviles a los mitos dominantes y los déspotas de turno.

La primera manera podemos llamarla claramente educación, entendida como la formación para pensar libremente; la segunda podemos llamarla adoctrinamiento, entendida como la formación para pensar disciplinada, limitada y uniformemente.

La primera, fomenta el afán por el saber y el pensamiento crítico, y por tanto es enemiga de la censura y defiende la libertad de expresión; la segunda restringe el afán de conocer y defiende el pensamiento único, y por tanto es amiga de la censura y enemiga de la libertad de expresión.

De lo que llamamos educación depende la autonomía individual y por ende la existencia de una sociedad civil activa y plural independiente del gobierno y el Estado; del segundo modo –del adoctrinamiento- han hecho usufructo el absolutismo monárquico-religioso, el despotismo político de las dictaduras y los totalitarismos de cualquier tipo e ideología.

Como Bertrand Russell planteaba, el paso de la barbarie a la civilización ha dependido de estas diferentes formas de enfrentar el conocimiento.

Históricamente, quienes han tenido el poder –sea político, religioso o económico- siempre han optado por el adoctrinamiento de las personas. Porque así “nacido y criado en la esclavitud, heredero de una larga progenie de esclavos, el hombre, cuando ha comenzado a pensar, ha creído que la servidumbre era condición esencial de vida: la libertad le ha parecido un imposible” Malatesta.

Un individuo consciente e informado más allá de lo permitido, siempre ha sido considerado peligroso por el poder porque, como el mismo Stirner decía: “La educación proporciona la superioridad y convierte en señor: por eso en aquella época de señoría constituía un instrumento para el desempeño del poder. Tan sólo la revolución fue capaz de echar a pique la economía de señores y siervos, instaurando el principio vital: ¡Que cada cual sea su propio señor! A ello iba ligada la necesaria consecuencia de que la educación…”.

Quienes tienen el poder o lo quieren para sí, saben que éste se sustenta en mitos y subterfugios diversos, el derecho divino, la infalibilidad, la sangre, la raza, la conciencia, etc. Quienes por cualquier motivo dejan en evidencia estos rasgos comunes y frecuentes del poder –sea cual sea su denominación- son claramente personas non gratas.

Por eso, quienes han tenido el poder (se digan de derecha, izquierda, socialistas, liberales e incluso a veces demócratas) siempre han tratado de monopolizar y limitar la educación dentro de los márgenes del adoctrinamiento, para disciplinar. Nunca la han aceptado como modo de liberación del pensamiento. Así, la lucha por el monopolio del adoctrinamiento educativo, fue la base de la pugna entre la educación religiosa y la estatal durante los procesos de secularización.

LOS DEFENSORES DE LA IDIOCRACIA
En la antigua Grecia, quienes participaban en la política eran los ciudadanos, quienes no lo hacían eran llamados idiotez, que según Fernando Savater se utilizaba para referir “a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás”. En términos estrictos, describía a quien no le interesaban los asuntos de la polis.

Estos primeros políticos recurren a los filósofos y sofistas, quienes les instruyen para convencer en sus discusiones. Es decir, los educaban, los hacían pensar. Quizás ahí surge la derivación de la palabra idiotez hacia algo relativo a la falta de racionalidad y lógica.

Por lo mismo, hasta varios siglos después, y tal como Stirner plantea “una educación popular se consideraba impropia pues el pueblo debía permanecer, frente al señor culto, en la casta de los laicos, admirando y venerando el señorío ajeno”.

Hoy en la democracia moderna la lógica sigue siendo la misma. Quienes tienen cualquier tipo de poder, consideran que las personas comunes no entienden muchos de los asuntos que conciernen la toma de decisiones, y no es necesario que sepan sobre éstos, aún cuando les puedan afectar directamente. Quienes tienen el monopolio de la educación, tampoco se esfuerzan en que las personas entiendan o se eduquen más allá de lo establecido. “Se conforman con educar gente razonable, pero no se proponen formar hombres racionales” Max Stirner.

La explicación es sencilla, así mantienen el poder, porque “si a los efectos naturales de la costumbre se agrega la educación recibida del mismo patrón, del sacerdote, del maestro, etc. -interesados todos en predicar que el gobierno y los amos son necesarios, y hasta indispensables…se comprenderá cómo el cerebro poco cultivado de la masa ha logrado arraigar el prejuicio de la utilidad y de la necesidad del amo y del gobierno” Malatesta.

Personas más informadas y con mayor conocimiento probablemente no estarían de acuerdo con muchas decisiones provenientes del poder o reclamaría para sí otras -como decidir qué fumar-, o se opondrían a cualquier imposición de poder, atomizando y descomponiendo cualquier forma de poder centralizado.

Con personas más educadas e informadas, no tendrían sentido cosas como el Breviario de campaña electoral, donde Quinto (hermano de Cicerón) detallaba como hay que embaucar al pueblo para ganar las elecciones.

Por eso, y haciendo la misma pregunta que se hacía Max Stirner “¿De qué nos lamentamos, pues, cuando nos referimos a los defectos de nuestra actual formación escolar? De que nuestras escuelas se asienten todavía sobre el viejo principio del saber sin voluntad”.

EDUCADOS PERO DÓCILES
La ilustración y su idea de una educación universal rompieron con el exclusivismo que existía en el orden feudal, religioso y absolutista, donde sólo los señores se educaban mientras el resto de las personas permanecía sumido en la ignorancia, el oscurantismo, el temor y el servilismo hacia el poder. La idea era “iluminar las mentes” de los seres humanos para permitirles abandonar los miedos y lograr desarrollarse libremente.

Sin embargo, lo que en principio se planteó como un proceso liberador en cuanto al poder, derivó en una nueva lógica de adoctrinamiento y servidumbre en servicio de otros nuevos intereses, dioses y déspotas, ya sea la “unidad nacional”, la “voluntad general”, el “bienestar general”, la “patria”, el “orden”, entre otras cosas.

Así, aún cuando los ideales de la Ilustración planteaban liberar a las masas de su ignoracia, “la masa de los trabajadores no reciben más educación científica que sus abuelos, y, además, se ven privados de la poca que podían adquirir en los pequeños obradores, mientras que sus hijos, tanto varones como hembras, estando condenados a vivir en la mina o la fábrica desde la edad de trece años, pronto olvidan lo poco que aprendieron en la escuela” Kropotkin.

Así, hasta el día de hoy “la educación para la vida práctica no forma más que personas de principios, incapaces de pensar y actuar sino en función de máximas, pero no forma hombres principales. Tan sólo forja espíritus legales, pero no libres” Max Stirner.

La enseñanza, de instrumento liberador como se planteó en la ilustración, ha pasado a convertirse en instrumento domador, según los requerimientos de los poderosos de turno. “les privamos conscientemente de toda educación, fatigamos su inteligencia con un trabajo excesivo, les privamos conscientemente de toda posibilidad de hacerse productores, y bajo un sistema de educación cuyo objetivo es la «utilidad», y los medios la «especialización», hacemos trabajar hasta el aniquilamiento a los pobres maestros que toman a pecho su labor” Kropotkin.

Ahora el poder, ya «no destruye las voluntades, pero las ablanda, las doblega y las dirige; rara vez obliga a actuar, pero se opone sin cesar a que se actúe; no destruye, pero impide nacer; no tiraniza, pero mortifica, reprime, enerva, apaga, embrutece y, al cabo, reduce a toda la nación a rebaño de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobierno» Alexis de Tocqueville.

Por eso, los falsos defensores de la libertad, con el propósito de imponer su propia voluntad, han pretendido en diversas ocasiones, por siglos, adoctrinar a diversas generaciones en un ciego respeto a la autoridad (la que ellos consideran como tal) sea del tipo que sea.

Entonces, “pueblos enteros aran con el mismo arado que sus antecesores medievales, viven en la misma incertidumbre respecto al mañana, negándoseles igualmente con empeño la educación también; y si quieren reclamar su derecho a la vida, tienen que marchar con sus mujeres y sus pequeñuelos contra las bayonetas de sus propios hijos, como hicieron sus abuelos ciento y trescientos años atrás” Kropotkin.

En Chile, el denominado flaite es la expresión social de ese proceso de (des)educación -como lo llama Noam Chomsky- llevado a cabo desde hace varios años, y desde varias dimensiones por parte de las élites y de quienes tienen poder.

Este nuevo “ciudadano” (que en realidad es un idiotez en el modo griego) producto de ese proceso (des)educador y despolitizador es “incapaz de preservar por sí sólo su libertad” como también planteaba Tocqueville. Ninguno es capaz de darse cuenta del dominio sobre ellos y menos dejar de ser dóciles a éste. “Sólo somos libres interiormente (una libertad a la que por nada debemos renunciar), mientras que exteriormente podemos seguir siendo, con toda nuestra libertad de conciencia y de pensamiento, esclavos en la servidumbre” Max Stirner.

A partir de lo anterior, surge el campo fértil para cualquier dogma totalitario y criminal que dispone de las masas ignorantes, para que populistas y dictadores encuentren el camino despejado para saciar su ambiciones personales de poder.

De la misma forma en que el vasallo feudal no se rebelaba contra su señor por ignorancia y temor a dios, este “ciudadano” permite a las élites (y en esto no hay diferencias entre sectores políticos o ideologías) componer una estructura de poder casi imposible de transformar.
No hay que olvidar cuál es el propósito central de la educación, que en la ilustración se planteó como principio esencial, la libertad: ¡Sapere aude! ¡Ten  el  valor  de  servirte  de  tu  propia  razón!  (Kant, 1784). 

miércoles, 22 de agosto de 2012

EDUCACIÓN, PAZ SOCIAL Y BARBARIE



“Antes de emitir una opinión definida acerca de la educación que nos parece preferible, debemos tener alguna idea de la clase de persona que deseamos producir” Bertrand Russell.

La paz social jamás ha sido garantizada por el mero uso de la fuerza. Una sociedad civil y política requiere educar en principios y virtudes civiles a todos sus miembros, de lo contrario, siempre camina al filo de la barbarie.

Ante el debate educacional, hace tiempo que ciertas élites han reaccionado planteando que la educación es de exclusiva responsabilidad de los padres, que no es justo que unos financien la enseñanza de los hijos de otros. Por ende, un sistema de educación pública y universal pasaría a llevar en todo sentido, la libertad de los padres para educar a sus hijos sin intromisiones.

El argumento es racionalmente válido e incluso liberal. No obstante, ante los hechos crecientes de violencia, y aceptando la idea de que existe un supuesto contrato social entre todos nosotros, surge la pregunta ¿Cuán riesgosa es la falta de educación –o la educación deficiente- de un número importante de la población, para la mantención de tal contrato?

Desde un punto de vista también racional  (pues la razón nos impulsa a buscar la paz para preservar la existencia y disfrutar en algo los bienes obtenidos) parecería insensato mantener un sistema educativo que debilite de manera paulatina las bases de dicho contrato social.

Incluso desde un punto de vista egoísta parecería irracional. Por lo menos así lo desliza Teresa Marinovic, al decir que aceptaría pagar educación de otro, sólo porque “la educación disminuirá el riesgo de que él se transforme en un delincuente y contribuir a esa causa será una forma de pagar por la propia seguridad”.

No obstante, aún cuando parece que la creciente falta de educación de una masa importante podría estar horadando las bases mínimas del supuesto contrato, las élites defienden el sistema educativo vigente de manera férrea, en base al argumento de la libertad.

Al parecer no obstante, detrás de ese rechazo se esconde una presunción más bien medieval (si se puede llamar así) de que la educación es necesaria sólo para los grupos privilegiados, y que por tanto el resto puede permanecer sumido en la ignorancia, bajo el simple control de un sistema educativo deficiente y de mera disciplina (y un sistema policial fuerte si es necesario).

Misma concepción, que según Max Stirner, en épocas pasadas consideraba a la educación popular “impropia pues el pueblo debía permanecer, frente al señor culto, en la casta de los laicos, admirando y venerando el señorío ajeno”.

Quizás eso explica la paradoja del por qué las élites, aún cuando dicen defender el derecho de los padres a educar a sus hijos sin intromisiones, aceptan la escolarización compulsiva por parte del Estado, es decir que obligue “a educar (disciplinar)”. Paradoja absoluta, porque si aceptamos el derecho de los padres a educar a los hijos sin intromisiones, eso implica la libertad de éstos a no darles educación alguna. Claramente, tal incongruencia revela que las élites han olvidado lo que un liberal como Popper decía: el "hábitat" natural del hombre es la tribu, no la libertad individual”.

Es claro que las algunas élites han olvidado que la libertad en una sociedad, se resguarda no por la mera existencia de leyes que la promuevan mediante la coacción, sino por medio de personas que la pongan en práctica en todo sentido y nivel. Han olvidado que “conviene inculcar los primeros rudimentos de moralidad en sus mentes; para que cuando sus entendimientos progresen en fuerza puedan enseñarles a lograr la máxima felicidad, mostrándoles que no depende de la condición donde la suerte les puso, sino de buena conciencia, buena salud, trabajo y libertad en todas las empresas justas”, tal y como decía Thomas Jefferson.

Por eso, sus llamados a respetar el Estado derecho, el contrato social o a la “unidad nacional”, son palos de ciego, pues van dirigidos a personas que probablemente jamás han recibido ninguna clase de instrucción sobre tales principios, y que además han visto como esa supuesta unidad y estado de derecho es transgredido y violado por las propias élites en otros ámbitos.

Ciertas élites, en su supuesta defensa de la libertad educativa, han olvidado lo que decía Thomas Jefferson: “El objetivo más importante de una educación democrática es que el pueblo sea el último guardián de su propia libertad”.

lunes, 13 de agosto de 2012

BACHELET Y LA LEY HINZPETER


El año 2006 la Revolución Pingüina tuvo en jaque por varios meses al gobierno de Michelle Bachelet. Coincidentemente, en noviembre de ese año, la Presidenta enviaba un proyecto para fortalecer el orden público, que fue el paso previo para le polémica ley Hinzpeter.

Contrario al discurso general que se levanta en estos días, el despotismo blando hace rato viene siendo promovido desde el poder político, en desmedro de la sociedad civil, la soberanía ciudadana y la autonomía individual.

Fue el gobierno anterior el que sentó las bases para la ahora llamada Ley Hinzpeter, aprobada días atrás en la Cámara Baja, que entre otras cosas propone establecer penas que van entre los 341 días y los 3 años de cárcel, para quienes realicen paros y tomas de establecimientos privados, fiscales y municipales.

No olvidemos que el proyecto propuesto por Michelle Bachelet -que era una reforma al Decreto Supremo 1086 (promulgado en 1983) que prohíbe la reunión en lugares públicos sin permiso previo- contemplaba entre otras cosas, hacer responsables de los desmanes a quienes convoquen por cualquier medio, a reunirse o manifestarse. 

Dicho proyecto –polémico en su momento- que claramente buscaba evitar algo similar a lo ocurrido durante la Revolución Pingüina, fue votado por diputados como Isabel Allende, Jorge Burgos y Fulvio Rossi.

No obstante, el discurso general –donde algunos se alzan como paladines de las marchas- parece obviar la clara relación que existe entre ambas iniciativas promovidas desde el poder político de manera transversal en desmedro de la sociedad civil, que debilitan el espacio democrático y la capacidad asociativa de los ciudadanos (dos elementos claves para prevenir el absolutismo y el despotismo).


Sería bueno recordar lo que decía Alexis de Tocqueville: “No tengo inconveniente en reconocer que la paz pública es un gran bien, mas no quisiera olvidar, sin embargo, que es a través del orden por donde todos los pueblos han llegado a la tiranía”. 

martes, 7 de agosto de 2012

CANDIDATOS INDEPENDIENTES Y LA REACCIÓN CONSERVADORA


La presencia de candidatos independientes para las próximas elecciones municipales, ha suscitado una cierta reacción conservadora, elitista y muchas veces antidemocrática, e incluso anti política.

Que los partidos políticos viven una crisis de representatividad no es algo nuevo. Otra cosa es que los actores tradicionales del campo político –políticos profesionales- parezcan no darse cuenta, o no quieran asumir tal realidad.

El riesgo es que esa crisis lamentablemente puede derivar en  un discurso degradado en torno a la actividad política, lo que finalmente puede dar paso a discursos antidemocráticos y autoritarios.

Cuando las instituciones que deben canalizar las demandas se tornan dudosas, los ciudadanos buscan las fuentes de representación y democracia entre los propios ciudadanos comunes, incluso como representantes. En ese sentido, los independientes pueden ser una fuente de renovación de la Política como espacio contingente del debate público, y de la Democracia como régimen éticamente válido para dicho diálogo. Pueden ser un baluarte al concepto de ciudadano desde la propia ciudadanía y la sociedad civil.

Por eso, la reacción contra los independientes (acusándolos de: ir contra los partidos, no pertenecer al campo político; de no tener base partidaria, ni experiencia, ni ideario político claro, ni ideología; de ser meros técnicos; de no tener bases de apoyo; de ser incluso anti políticos, al ser potenciales líderes populistas; de banalizar y “farandulizar” la política, o de convertirla en un espectáculo) es una reacción más bien conservadora, elitista, antidemocrática e incluso anti política.

Detrás de las críticas a los independientes (que son ciudadanos que deciden cruzar el umbral del mero elector cada tanto, para disputar cargos de representación política) se esconden atisbos de un viejo elitismo político-partidario, ligado a cierto despotismo ilustrado, y conceptos más bien reduccionistas de la Política y de la Democracia.

El elitismo político-partidario hace presumir a algunos –según sus concepciones ideológicas- que ciertos partidos y sujetos, son los únicos depositarios absolutos de lo político, lo democrático, y de la Política en sí. Esto se liga con el despotismo ilustrado, que  se traduce en la idea de que el ciudadano común no está apto para acceder a las cuestiones políticas más allá de votar, pues no se interesa en los asuntos públicos, no tiene experiencia política, carece de ciertas virtudes, carece de conocimientos, “no tiene la suficiente calle”, o no cuenta con las redes y contactos suficientes para ejercer la representación.

La desconfianza hacia los independientes esconde esa desconfianza endémica y solapada con respecto a los ciudadanos comunes, que las élites políticas siempre han tenido en base a su despotismo ilustrado y sus conceptos elitistas con respecto a la Política y la Democracia.

Los independientes no implican el fin de la Política, sino su reordenamiento, su apertura, su revitalización. La presencia de ciudadanos independientes en el debate político y democrático no puede significar más que una renovación y recuperación del espacio público.

Por eso, la reacción contra los independientes es una reacción conservadora, en tanto se liga con la idea de reducir la Política y la Democracia al ámbito de los partidos políticos, y el papel de los ciudadanos comunes a meros seleccionadores de sus ofertas políticas, pero jamás a disputar poder.