lunes, 31 de mayo de 2010

ISRAEL, FUERA DE CONTROL

El ataque israelí a la llamada "Flota de la Libertad", que se encontraba en aguas internacionales demuestra la incapacidad del Estado Israelí para evitar la desmilitarización del conflicto armado con Palestina.

Actualmente, lo que llamamos “guerra” ya no incumbe sólo a soldados de ejércitos estatales regulares, armados con arsenal convencional, sino que incluye: empresas que ofrecen agentes de seguridad privados, además de ayuda logística a gobiernos y particulares; activistas de diversa índole, u organizaciones criminales relacionadas con el tráfico de armas y drogas; además de refugiados, niños y cualquiera que pueda disparar o detonar una bomba y esté dispuesto a morir en combate.

Por ello, en los nuevos conflictos armados, la relación entre los ciudadanos, los diversos actores estatales y grupos en pugna, además de las tácticas y armamentos disponibles, determinarán el carácter del conflicto, su intensidad, capacidad de expansión, alcances y también sus consecuencias.

En este sentido, eso marca el declive de la territorialidad y del ejército como ejes centrales de la Seguridad Internacional, lo que produce la transformación de los conflictos bélicos, desde guerras convencionales, características del enfrentamiento bipolar, a conflictos armados asimétricos, claramente desmilitarizados, cuyo carácter transterritorial denota su rápida capacidad para expandirse por las fronteras, afectando otras esferas y dimensiones de la seguridad internacional, estatal y ciudadana.

La clara prepotencia del ejército israelí con respecto a la Flota de la Libertad –plagada de civiles- denota esa incapacidad del Estado para establecer distinciones a la hora de actuar con la fuerza en cuanto al conflicto.

Si el Estado es incapaz de distinguir entre civiles y “combatientes” es más probable que un conflicto derive en una crisis regional, debido a la creciente presencia de actores no-estatales y la habituación al uso de tácticas no-regulares de guerra, como aquellas consideradas terroristas, que incidan en la intervención de los Estados vecinos.

Con estas probabilidades, se produce entonces, la diversificación de los actores y la transformación de los límites y formas de operar en los conflictos armados, tanto de los Estados como de los actores no-estatales y civiles.

La guerra se vuelve en esencia asimétrica, irregular, desmilitarizada y sin límites.

Lo anterior, coincide con la idea de que la mayor presencia de actores no-estatales (desde periodistas, funcionarios de salud y ayuda humanitaria, hasta activistas y fuerzas paramilitares) es creciente en los conflictos actuales, y termina por involucrar inevitablemente, de alguna u otra forma, a otros estados en éstos.

En este sentido, el número de víctimas producto de un conflicto armado asimétrico, se amplia y se vuelve sumamente variable, más aún cuando en un contexto de guerra civil que deriva en crisis regional, se dificulta distinguir entre fallecidos en combate y bajas no-combatientes.

En muchos casos, las víctimas de un ataque efectuado por un ejército regular, en su mayoría corresponden a víctimas civiles inocentes, y sin embargo son consideradas y cuantificadas como muertos en combate.

Al parecer eso ocurrió en medio de aguas internacionales.

jueves, 20 de mayo de 2010

ANTUCO, LOS MÁRTIRES DE LA CONSCRIPCIÓN OBLIGATORIA

"Durante siglos el Estado ha cometido el asesinato en masa y lo llamó "la guerra"; luego ha ennoblecido la masacre en masa que "la guerra" conlleva. Durante siglos el Estado ha esclavizado a las personas en sus batallones armados y lo llamó "conscripción" en el "servicio nacional". Rothbard.

El 18 de mayo del año 2005, 44 jóvenes oriundos de zonas rurales de la Octava región, en el sur de Chile, murieron congelados en medio de un temporal de nieve y viento en las faldas del volcán Antuco.

Todos estaban cumpliendo con la conscripción militar obligatoria para todos los mayores de 18 años de edad, que establece la Constitución de 1980 en su artículo 22.

Ese día, aunque no vestían ropa apropiada para soportar la nieve, el frío y temperaturas bajo -10 grados, los oficiales de ejército a cargo, insistieron en dar la orden para iniciar la marcha en medio de la ventisca, a 1500 m sobre el nivel del mar. En sólo tres horas perdieron la vida, en vano.

Ante la reacción de los familiares de las víctimas que advertían la clara negligencia criminal, las autoridades políticas y militares de ese momento, no tardaron en apelar al chauvinismo para evitar el juicio público, y declararon héroes a las jóvenes víctimas, diciendo que “habían muerto por la patria” pues se habían presentado voluntariamente.

No obstante, si bien se habían presentado voluntariamente, dicha opción es sólo para presentarse. Si no existen voluntarios, igual se realizan los llamados obligatorios para llenar las plazas vacantes. En ningún caso se considera la objeción de conciencia como argumento para eximirse, y sólo se toman en cuenta problemas físicos y psíquicos.

SERVIDUMBRE INVOLUNTARIA
Esos 44 jóvenes fueron víctimas de la servidumbre involuntaria que es la conscripción obligatoria. Algunos dirán ¿Y quién nos defenderá de un ataque si no existe la conscripción?

La pregunta que deberíamos hacernos es ¿Alguna persona tiene el derecho a obligar a alguien, para defender a otro? No.

Sin embargo, el Estado crea esa ficción, y se la otorga como derecho a otros simples seres humanos -las autoridades de turno, políticas o militares-. Mediante ese subterfugio, éstas han enviado por siglos a miles a morir, y “defender” sus causas, camufladas en los “intereses del pueblo”, “la patria”.

Gracias a esa ficción, gobernantes de diversa índole, que son meros individuos, han podido llevar a cabo sus ambiciones personales de grandeza, pudiendo enviar de una vez a miles con promesas de honor y gloria -generaciones enteras de jóvenes- a morir en el campo de batalla.

En esa lógica, esos seres humanos se convierten en parte de la artillería y son contabilizadas por el Estado, al igual que las balas, las metralletas. Dejan de ser seres humanos y son vistos como cosas.

Y entonces en esos hombres “no hay libre ejercicio, ni de juicio ni de sentido moral, sino que se colocan en el mismo plano que la madera, la tierra y las piedras; y quizá se pudieran fabricar hombres de madera que sirviesen tan bien a ese fin”. Henry David Thoreau.

El consuelo para las madres o esposas de todos esos muchachos fallecidos en nombre de “la patria, el pueblo, la nación” ha sido un muro con su nombre o quizás una módica pensión para sus familias, creyendo que el olvido de las autoridades y de quienes los llevaron a morir no existe.

Tal como al parecer decía Paul Valéry “La guerra es una masacre entre gente que no se conoce, para provecho de gente que si se conoce pero que no se masacra”.

HÉROES OLVIDADOS
El 18 de mayo pasado, ninguna alta autoridad concurrió al quinto aniversario de la tragedia de Antuco. Ninguna autoridad se acordó de esos héroes.

Tal como ha ocurrido siempre, este año nadie se acordó de esos jóvenes, ni siquiera el actual ministro de Defensa Jaime Ravinet, quien también lo era cuando ocurrió la tragedia, durante el Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006).

Quizás sea porque cuando era ministro en ese momento –tal como declaró Angélica Monares, presidenta de la Agrupación de Familiares de las Víctimas de Antuco- Ravinet dijo: “tengo 500 hombres más, voluntarios, para reponer a estos 45 que han muerto”.

Tal como decía Thoreau, los colocó en el mismo plano que la madera, la tierra y las piedras.

martes, 4 de mayo de 2010

RACISMO CONSERVADOR

¿Qué clase de liberales son los miembros del partido republicano en Estados Unidos, justificando la acción coactiva del Estado sobre los individuos según su fisonomía física? ¿Defendiendo los controles y detenciones preventivas por “sospechas razonables”?

En Arizona están echando al piso la universalidad de los derechos civiles previos a cualquier orden social y legal (cualquier liberal sabe esto) al permitir detenciones según “sospecha razonable”.

La ley SB1070, promulgada por la gobernadora Jan Brewer, plantea los agentes policiales podrán detener a cualquier persona en caso de que tengan una "sospecha razonable" de que pueda ser un indocumentado. Es decir, podrán llevar a cabo detenciones arbitrarias según su criterio. Eso, aunque la misma gobernadora dijo no sabes cómo luce un inmigrante indocumentado.

Por lo tanto ¿Qué criterio habrá para que exista una sospecha razonable? La raza.

Lo cierto es que la coacción arbitraria del Estado sobre los sujetos, bajo un criterio de distinción racial, camuflada de “sospecha razonable”, se llama racismo.

Es más, los controles arbitrarios basados en criterios raciales, no sólo son subjetivos, sino que son autoritarios y están a un paso del totalitarismo y la tiranía.

Así es, porque si se permite la coacción –más allá de la legítima defensa ante una agresión actual- por la mera sospecha (basada en este caso en la fisonomía física digámoslo) ya no hay límite para la agresión del Estado por otros motivos diversos.

A otros energúmenos legisladores se les puede ocurrir detener según el color de ojos, o el tipo de corbata o ropa. También para algunos cretinos podría ser motivo de sospecha no llevar la Biblia, el Corán o el Manifiesto Comunista en la mano, y por tanto ser un individuo “un ateo peligroso; o un contrarrevolucionario”.

Incluso aunque exista aprobación mayoritaria y legal -cualquiera sea la aberración que se consagre como ley- no es legítimo. Si mañana algunos conservadores militaristas promulgan una ley -por mayoría- para prohibir el pelo largo ¿Entonces sería legítima sólo por ser de mayoría?

Si decimos sí, entonces constitucionalmente luego permitiremos las redadas para detener “chascones”, mandando al tacho de la basura otra serie de derechos civiles y ciudadanos.

Algunos olvidan que ese criterio era el que justificaba una brutalidad como la esclavitud, pues era legítima porque era legal en un momento dado.

El Estado debe garantizar la seguridad individual en cuanto a una agresión, no contra riesgos o temores remotos. No puede establecer criterios arbitrarios de sospecha –sea cual sea- sobre un grupo de ciudadanos según raza, religión, idioma, etc, pues tiene el riesgo de ejercer coacción ilegitima.

Lo cierto es que no existe ningún derecho a coaccionar a nadie, salvo que esté perpetrando en este momento y directamente un acto abierto de agresión contra los derechos de otros.

Por eso la medida en Arizona es cuestionable. Porque es arbitraria y racista pues su aplicación se determina según un criterio racial -según la mera apariencia física-. Entonces, algunos tienen total libertad de circulación y otros por ser morenos, tienen que andar con su DNI hasta en el baño por si algún agente le considera sospechoso.

¿Por qué tendrían que pedirle su DNI a alguien si está simplemente caminando y no ejerciendo ninguna agresión contra la propiedad o contra otro? ¿Se les detiene sólo por no ser como la mayoría de los blancos de origen?

Es arbitraria y racista porque deja al arbitrio personal de un policía, el carácter sospechoso de un ciudadano -sea éste ilegal o legal-.

Ahí radica lo más grave, porque entrega a ese sujeto la capacidad de discernir al ojo y según su psiquis y su personal opinión sobre la apariencia, quién es sospechoso y quién no.

Lo cierto es que la condición de ilegal no se mide en función de la fisonomía física.
Y vaya que importante esto, porque ahora en Arizona los hijos de blancos e inmigrantes están bajo sospecha simplemente porque su gobierno desconfía de ellos sólo por tener la piel o la cabeza más oscura que la generalidad. Pobres minorías, se nota que los republicanos vulgo liberales ni siquiera han leído a Stuart Mill.

Y esto no se trata de un no respeto a la legalidad. Respetar la legalidad no significa estar de acuerdo con hacer legítima la coacción arbitraria del Estado sobre las personas en base a sospechas, menos aún en base a criterios como la raza.

lunes, 3 de mayo de 2010

MERITOCRACIA, NUEVA FORMA DE DOMINACIÓN TRADICIONAL

La meritocracia se ha constituido en la nueva forma de ocultar y a la vez legitimar, las viejas y vetustas formas de dominio. Es simplemente el velo para ocultar la estructura de privilegios existente y retroalimentada por las propias elites.

Antiguamente, aún cuando ciertos individuos no tenían muchos talentos ni aptitudes, gracias al nepotismo institucionalizado -camuflado en derecho divino y tradición- algunos incluso llegaban a ser reyes.

Así, el poder –y sobre todo la legitimidad para ejercer autoridad sobre otros- estaba relacionado con el origen, el nacimiento, la cuna, la sangre azul y otras ficciones.

En ese proceso, la dominación carismática daba paso con la sucesión a la dominación tradicional, donde las relaciones con el soberano se determinan por la fidelidad personal, relación de linaje o clientelar (obediencia por piedad). Todo quedaba al “capricho” del líder.

Así, por el simple hecho de ser hijo o discípulo cercano de alguien, algunos se convertían en el dominus, gracias al nepotismo sustentado en ficciones.

En todos los casos, las élites y su descendencia se creían moral y éticamente legitimadas por una “cuestión natural o divina” y con ello poseedores absolutos de todo poder y privilegio. Es decir, se levantan como autoridad que merecían la obediencia del resto.

Lo anterior, aún cuando probablemente su dominio tenía su origen en la simple fuerza bruta o alguna mentira religiosa o sobrenatural o ficción mitológica.

DEL DERECHO DIVINO A LA MERITOCRACIA
La llegada de las ideas ilustradas no sólo buscaba iluminar la sociedad – sacarla del estadio teológico del que hablaba Comte- sino también poner fin al poder basado en el derecho divino y las antiguas formas de dominación tradicional heredadas de la Edad Media. No por nada, la idea de democracia moderna, sufragio universal y voluntad general surgieron como únicas y legítimas formas de poder.

Así, se pensaba que la legitimidad de los gobernantes no se debía basar en ficciones como el derecho divino o mitologías de otra índole sino en la suma de las voluntades individuales de quienes los eligieran.

Para todo lo anterior, la instrucción pública para ilustrar a todos los ciudadanos, era esencial. La llamada soberanía del poder político y sobre todo la legitimidad de los líderes, ya no dependería del origen, la sangre o las ficciones religiosas, como en las antiguas monarquías, sino de la voluntad general de los ciudadanos producto de la suma de sus racionalidades.

Lo anterior, debido a la pretensión de establecer un orden institucional impersonal, basado en criterios racionales y técnicos, trajo consigo irremediablemente la tecnificación del sistema estatal y el surgimiento de las burocracias modernas, donde se ya no se obedecería al capricho del líder, sino que a ordenaciones objetivas, legalmente estatuidas, donde incluso se fijan los medios coactivos eventualmente admisibles y el supuesto previo de su aplicación. La forma de dominación racional-legal.

Así, surge lo que Weber denominó la lógica de la meritocracia. Es decir, el acceso al poder y la institucionalidad política gracias a cualidades personales y no debido al origen, los lazos de sangre o la cercanía con el rey. Esto implica además, la separación entre patrimonio público y privado. Ya no existiría apropiación de los cargos como en los antiguos ordenamientos, por lo que no habría cargos hereditarios.

Todo lo anterior, claramente buscaba romper con la lógica de consanguinidad que imperaba en las monarquías y otras organizaciones sociales y políticas, para obtener un sentido racional del orden social en general. Además, se presumía que así se rompería con las estructuras elitistas y nepóticas que durante siglos había retroalimentado el modo de dominación tradicional.

La instrucción pública promovida por los reformadores ilustrados y liberales, buscaba ampliar el plano de competencia para el ejercicio del poder, y la “liberación mental” del pueblo, de sus antiguas cadenas basadas en el misticismo.

El ejercicio del poder ya no sería de exclusividad para los hijos de las elites, instruidos con sus tutores personales sino que para la mayoría de los ciudadanos ilustrados y que tuvieran los méritos para ello.

Ese fue en principio el espíritu ilustrado liberal que impero en principio y que rápidamente se expandió por las nacientes naciones.

No obstante, en la realidad muchas de las viejas formas de dominación continuaron ejerciéndose sin mayor alteración, e incluso imponiéndose a ese nuevo espíritu, garantizando la continuidad de los privilegios políticos y económicos de los antiguos detentadores del poder y su descendencia.

Algunos viejos miembros de las mal llamadas aristocracias monárquicas, aprovechando los privilegios ganados bajo el viejo orden, se unieron a los nuevos detentadores del poder y se convirtieron rápidamente en defensores del nuevo orden, siempre y cuando este no alterara sus viejas inmunidades.

Así, irremediablemente se produjo una nueva asociación entre liberales y los conservadores –que eran firmes partidarios de la destronada monarquía y de la aristocracia- que terminó por frenar el impulso libertario de los primeros, y que mantuvo la estructura de privilegios estatales contra la cual se luchó al derribar el antiguo régimen.

Así, rápidamente la meritocracia, y su promesa de oportunidades para todos y el fin de los privilegios, se vio pasada a llevar por las viejas -pero rearticuladas- estructuras de heredadas del viejo orden, y un sistema educativo cada vez más segmentado y eficiente en cuanto a sustentar y sedimentar la desigualdad.

ABAJO LA MERITOCRACIA
Si entendemos la meritocracia como un espacio neutral de competencia –sin privilegios previos- en torno a la ascensión social, basado sólo en el esfuerzo y las cualidades personales de cada uno ¿De qué meritocracia nos hablan nuestros líderes, cuando es claro que algunos ciudadanos tienen todo los medios a su alcance, y en gran parte bajo su control gracias a su origen?

Según la Primera Encuesta Nacional de la Primera Infancia, presentada por la JUNJI, UNESCO y UNICEF el jueves 15 de abril de 2010, en la Universidad Alberto Hurtado: “en los hogares de los quintiles de menores ingresos hay menos libros, menos juguetes didácticos, como también una menor valoración sobre la importancia de la educación parvularia”.

De qué meritocracia hablan, si un estudio de la Universidad Adolfo Ibáñez demostró que el 71 por ciento de la elite chilena estudia en los mismos colegios y el 20 por ciento de ellos ha estudiado en el Saint George.

No hay respuesta. El discurso de la meritocracia es simplemente el velo para ocultar las viejas estructuras de dominio y privilegios, retroalimentadas por las propias elites. Es la nueva forma de dominación ¿Racional, tradicional? Veamos.

El discurso de la meritocracia no sólo refuerza las posiciones privilegiadas según el origen o capital social (al darle validez a la facilidad de acceso a doctorados, estudios en el extranjero, idiomas y cargos de influencia que sólo las elites tienen) sino que camufla el carácter excluyente y no individual de éstos. Esto permite a los ya privilegiados por su origen, ampliar sus privilegios reclamando su derecho a otras dispensas, por el esfuerzo realizado.

Así, el discurso de la meritocracia, camufla la estructura de privilegios basada en el origen, que sustenta el habitus de dominio de las elites, haciéndola parecer una estructura construida a base de esfuerzo y sacrificio individual. Como los pollitos de Fra Fra.

Lo anterior, incluso sirve para desmoralizar a quienes –sin tener capital social- no logran ascender en la escala social pese a sus esfuerzos y sacrificios personales. Entonces, asumen que son excluidos por falta de méritos, y no por falta de privilegios, nexos u apellidos.

Probablemente esa misma percepción tuvo Michael Young en 1958, cuando siendo secretario del comité político del Partido Laborista, escribió su libro The Rise of the Meritocracy (1870-2033): An Essay on Education and Equality. ("La ascensión de la meritocracia"), donde planteaba su visión pesimista sobre la meritocracia.

Lo cierto es que en el caso de Chile, el discurso de la meritocracia se ha convertido en el nuevo derecho divino de las elites que –y digámoslo- genealógicamente no han sufrido mayores alteraciones desde la independencia.

Esas elites, han decidido cuánto, cómo, dónde y a quiénes se educa. Y esas mismas elites son las que monopolizan el poder político y económico, y se atribuyen la facultad de reconocer o rechazar ciertos saberes o la forma de instrucción que se aplica sobre el resto de los ciudadanos.

Tal como el mismo Young, después decepcionado decía en un artículo titulado “Abajo la meritocracia”: “Con una increíble batería de certificados y titulaciones a su disposición, el sistema educativo ha dictado aprobación para una minoría, y un suspenso para una mayoría que no consigue brillar desde el momento en que son relegados al fondo del sistema de graduación a la edad de siete años o antes”.

Por eso. De qué meritocracia hablan, si un estudio del economista Javier Nuñez, del departamento de economía de la Universidad de Chile, llamado “Movilidad intergeneracional del ingreso en Chile”, fue claro en desmitificar el discurso de la meritocracia, al indicar que a igual formación, méritos académicos, los representantes de la clase alta tenían ingresos en un 35 % superior a los de otras clases sociales.

No por nada, Chile está entre los países con peor distribución del ingreso y mayor desigualdad de acuerdo a coeficiente de GINI, con una brecha desproporcionada entre el 5 % más rico y el 95 % restante.

La movilidad social, a base del mérito es nula, si se considera que si los padres pertenecen al 20% más pobre de la población, se tiene un 31% de probabilidad de permanecer en la misma condición y un 52% de estar entre el 40% más pobre.

La meritocracia es la nueva forma de dominación tradicional.