lunes, 29 de diciembre de 2008

Xenofobia judía

La mistificación del Holocausto judío como parte de la identidad judía, ha dado paso a un fenómeno nuevo, la xenofobia judía.

La acción del ejército israelí, claramente indiscriminada, refleja la posición de superioridad racial -y de legitimidad- que se han atribuido los israelítas en cuanto a los palestinos en torno a los territorios en disputa. Ante los medios, el conflicto es contra Hamas, en la realidad, la guerra es contra todo palestino sin importar su carácter de combatiente o no. Limpieza étnica sin duda.
Sería bueno recordar que en 2005, “el gobierno israelí decidió limpiar el desierto de Negev de su población beduina con el fin de abrir espacio para los asentamientos de la próxima oleada de inmigrantes judíos” (Zygmunt Bauman).
Al modo de una limpieza étnica, el pueblo judío vuelve a la carga para despejar territorios, escudándose en su nueva fuente de identidad cultural y religiosa, el ya manoseado Holocausto Judío. "La memoria del Holocausto se ha convertido en una religión sustituta de los judíos secularizados en el mundo occidental" (Manfred Henningsen, Totalitarismo y religión política, sobre los regímenes de terror moderno).
La esencialización discursiva del Holocausto judío, ha hecho que éstos -los judíos y sobre todo los israelitas- consideren como incomparable lo que les ocurrió a sus predecesores como pueblo durante el nazismo, y por tanto legítimo cualquier acto de fuerza que consideren efectuar para evitar que se repita algo similar en cualquier lugar del planeta.

Tal como explica Henningsen, "La referencia de identidad simbólica al Holocausto es tan fuerte y tan intensa entre los más de 250 mil hijos de sobrevivientes de esa masacre, que para muchos de ellos la relación con la Alemania contemporánea está marcada por el slogan Never Again".
Según esta percepción, muchos judíos se sienten con el derecho de aplicar la violencia y la fuerza desmedida y a como de lugar sobre otros -en este caso los palestinos- porque lo que les pasó a ellos no tiene comparación histórica, en términos cuantitativos y cualitativos.

Es decir, el Holocausto, ya no es visto como algo que se debe evitar universalmente en pro de toda la humanidad, sino que es concebido como un hecho de exclusividad para los judíos, no aplicable a otros pueblos como el palestino, afgano o iraquí.
Los últimos hechos acaecidos en la Franja de Gaza demuestran este criterio, donde mientras un israelí murió el pasado sábado por los ataques de Hamas, más de 280 palestinos han muerto por la respuesta israelí. Si invirtieramos los números, sería un nuevo holocausto, pero ahora es guerra defensiva.
Por esto, errónea y sectariamente, ante el conflicto palestino-israelí y ante todos los conflictos de Medio Oriente, en los medios se da prioridad y más valor a las víctimas occidentales y judeo, cristiano-católicas de la violencia actual, y simultáneamente se menosprecia a las víctimas islámicas, orientales, árabes de la misma, calificándolas con el constante peyorativo de terroristas e insurgentes, aún cuando muchas de ellas eran sólo niños.

Las víctimas de la guerra son palestinas e israelíes. El Holocausto está matando a dos pueblos. El Holocausto también está ocurriendo en Irak y otra vez en Palestina, quizás nunca nadie diga Never Again.

Artículo reeditado

jueves, 4 de diciembre de 2008

La vuelta de los tres tercios

Los partidos políticos hegemónicos y la rigidez del sistema electoral de dos coaliciones están chocando con la mayor y creciente pluralidad del electorado y la necesidad de esté de tener más alternativas desde donde elegir.
El anunció de Ricardo Lagos, de que ya no es ni ha sido candidato a la presidencia –nunca lo fue probablemente- no sólo ha puesto fin a una serie de especulaciones y tiras y aflojas entre las directivas del PPD y el PS, sino que ha vuelto aún más incierto el escenario pre-presidencial en términos generales, sobre todo para las directivas partidarias, al dejar en claro que no existe un liderazgo que aúne a una coalición debilitada.

En este sentido, la dirección del PPD, sin candidato “propio”, en una lógica centrípeta, queda entonces obligadamente a disposición de cualquier otro partido de la coalición que levante una opción presidencial. Todo sea por mantener la coalición.
Hasta el momento, las opciones para Pepe Auth son Frei en la DC, Gómez en el PRSD, Insulza en el PS, aún cuando esté último –al igual que Lagos- es de alto riesgo en cuanto a bajar sus pretensiones presidenciales.

Como la atomización y la entropía son mayores, existen opciones que claramente tienen la creciente posibilidad de convertirse -desde dentro o fuera de las coaliciones- en actores de veto en el sistema político. Es decir, de romper la lógica de dos coaliciones.
Es el caso de Jorge Arrate, quien ya acordó con Jorge Tellier (PC) suscribir la conformación de una nueva opción política. Es decir, la constitución de un nuevo conglomerado que podría escindir a la Concertación, y a la cual podrían sumarse otros actores políticos y sociales.
También es el caso de Chile Primero, Alejandro Navarro, e incluso de Leonardo Farkas (aunque algunos no lo tomen en serio, es un outsider que puede llegar a convertirse en una especie de catch all).
En este sentido, la poca diferencia que implica la Alianza en cuanto a la Concertación en cuanto a la ciudadanía, y la notoria debilidad constitutiva de la segunda, está generando tres fenómenos esenciales:
  1. Una concentración del poder por parte de las elites dirigentes de diversos partidos, un acto desesperado por mantener a la coalición a base de las disciplinas y adhesiones partidarias.
  2. El surgimiento de crecientes disidencias internas, que sin llamar a la ruptura total, plantean la construcción de una alternativa política que incluya a sectores excluidos y autoexcluidos de la política, en clara contraposición a las dos coaliciones hegemónicas.
  3. Una sensación de ambigüedad generalizada en cuanto al campo político, que el electorado traduce como agotamiento de la clase política, concentrada en ambas coaliciones, y que se ve reflejada en un distanciamiento con respecto a los partidos como órganos representantes.
Mientras el sistema electoral binominal fuerza la representación política en torno a dos coaliciones partidarias, simultáneamente está generando altos niveles de desafección política, bajos niveles de votación y fenómenos como el apoyo ciudadano a Leonardo Farkas.
En este sentido, el caso de Leonardo Farkas, que corresponde claramente a la llegada de un actor no político (un outsider) al campo político, indica una crisis del sistema de representación basada en los partidos políticos.
La anquilosada lógica dual de coaliciones -una de derecha y otra de centro izquierda y funcional en los inicios de la transición- comienza a agotarse y romperse paulatinamente a nivel informal (hecho que se refleja en la atomización interna de las opciones presidenciales y los bajos niveles de adherencia electoral) debido a las transformaciones que el propio electorado ha ido sufriendo en cuanto al promedio de edad de los votantes, la baja adhesión electoral de los jóvenes, etc, lo que implica una reconfiguración del escenario político donde probablemente se constituyan nuevamente tres tercios con el surgimiento de una nueva alternativa política.