miércoles, 27 de octubre de 2010

ESTADO, CORPORACIONES: NEPOTISMO VERSUS LOS CIUDADANOS

Si un campesino quiere hablar con un ministro de Estado, primero debe mandar una carta o entregarla en recepción a alguna secretaria, después de ser registrado con detector de metales. Si tiene suerte –y no la guardan en un cajón- esperar meses alguna respuesta. Si un alto ejecutivo de una gran empresa quiere hablar con un ministro, basta que levante el teléfono y marque el anexo directo…

La anécdota anterior refleja las claras y reales diferencias que establecen -en cuanto a los ciudadanos- quienes tienen o ejercen el poder político, y sobre todo el nepotismo entre las grandes corporaciones y los altos funcionarios de cualquier gobierno de turno, donde imperan los favores y privilegios “pactados entre el poder político y los grupos empresariales influyentes”.

Ratifica la idea que los nexos entre grandes corporaciones y altos funcionarios políticos, que favorecen a los primeros, en desmedro de ciudadanos comunes y corrientes, no es algo nuevo en la historia. Sobre todo, que estos son transversales a todo tipo de gobiernos, de derechas e izquierdas, o como sea que se llamen.


Aunque ante estas denuncias algunos han tratado de mover la balanza de las frágiles percepciones políticas ciudadanas hacia un solo lado del espectro, culpando sólo al actual gobierno, lo cierto es que el nepotismo político y empresarial se ha manifestado desde mucho antes en la minería, durante los gobiernos de la Concertación, con dueños de mineras que dejaron depósitos clandestinos de arsénico sin ningún tipo de seguridad o impermeabilización, convertidos después en ministros de Minería o en altos directores de una empresa estatal como Codelco.

Lo peor, organismos encargados y ligados a esos ministerios, no han hecho nada para evitar afectar la salud de otros ciudadanos, como pequeños agricultores de las zonas contaminadas –aún cuando estudios internacionales desde hace años dan la alerta-

Y eso es la punta del iceberg en cuanto a nexos entre altos funcionarios políticos y empresas, en desmedro de ciudadanos comunes y corrientes sin contactos ni nexos e influencias, haciendo que –como plantea Merce Rampart- la “responsabilidad corporativa por daños a terceros está limitada automáticamente por decreto, y en segundo lugar, la responsabilidad se desplaza de las personas hacia una entidad ficticia”. 

En todos los casos, nunca nadie es culpable de botar contaminantes en las aguas de riego o en las tierras de pequeños agricultores, ni de construir casas sobre arsénico. Ni el Estado a través de sus funcionarios, ni las empresas involucradas o sus dueños, tan profundamente relacionados.


¿CUÁNTO APORTAN LAS MINERAS A LAS CAMPAÑAS ELECTORALES?
El nepotismo empresarial-político no sólo implica que desde el poder político se favorece a ciertas empresas, “a antiguos empleadores desde posiciones de poder”, sino que conlleva un trasfondo más complejo aún, relacionado con el intercambio de recursos económicos para campañas electorales de diversos niveles, a cambio de favores políticos posteriores. Es decir, con la democracia.

A partir de esos nexos no transparentados entre políticos y altos ejecutivos empresariales, no es raro que se estructure lo que Diana Duque llama una Sinarquía, entendida como “el grupo de personas dueñas del capital financiero, de las corporaciones, de los monopolios, de los grandes negocios y del Estado, que deciden en beneficio propio los asuntos políticos y económicos de un país a través de ese Estado”.

En base a lo anterior nos debemos preguntar ¿A quiénes representan nuestros políticos y legisladores realmente? ¿A sus electores que sólo votan, o a quienes les financian sus campañas para alcanzar el poder político? ¿En base a qué legislan los parlamentarios si en muchos casos sus propias empresas están en medio de un asunto?

Y entonces surge la pregunta más importante ¿Pesa lo mismo un campesino dueño de media hectárea que un alto ejecutivo de una minera ante un político o un ministro? ¿Le surge alguna duda para responder?

Sí ya respondió, no le parecerá raro entonces que ningún parlamentario haya dicho nada sobre una situación más que grave y que podría estar afectando a varios ciudadanos. ¿Por qué no fiscalizan al Ejecutivo?

Tampoco le parecerá paradójico que el actual gobierno no tuviera impedimento alguno en el poder legislativo para tratar de eliminar del proyecto de ley para regular el cierre de las faenas mineras la obligación de la empresa de difundir el plan de cierre a la comunidad y la clausura como sanción definitiva de faenas e instalaciones.

Tampoco le parecerá raro que el célebre ministro Golborne dijera: "Hay ciertas materias respecto de la garantía que, como estaba originalmente planteada, tenía poco sentido económico poner una carga demasiado grande (a las mineras) en esa materia". ¿Una carga económica?

Un chiste a propósito de las cargas económicas. Las multas que se aplicaron en ese momento –y que probablemente aún se aplican- a “un sector que, en los últimos cinco años, ha percibido utilidades millonarias. Sólo en el primer semestre de 2010, registraron ganancias por USUS$ 2.300 millones”, sea de 25 UTM, poco más de 900 mil pesos al valor de hoy.



Por eso la anécdota mencionada al principio es tan importante. Sobre todo porque nuestra democracia más bien sería una oligarquía isonómica, donde existen derechos civiles iguales, pero no derechos políticos iguales. Rawls decía: una cosa son las libertades políticas iguales y otra el valor equitativo de dichas libertades.

Claramente, para el político, el campesino que sólo vota, no vale lo mismo que el alto ejecutivo que financia su campaña. Como decía Charles Wright Mills en La elite del poder (1956): “Si nuestro interés por los muy ricos va más allá de su consumo pródigo o miserable, debemos examinar sus relaciones con las formas modernas de propiedad corporativa y con el Estado”.

Y esto no implica que uno esté en contra de las fábricas o de las industrias per se. 

lunes, 25 de octubre de 2010

THE CHILEAN WAY. NO WEY…

Desde el rescate de los mineros, la frase The Chilean way, se ha enarbolado como el nuevo slogan de propaganda política. No obstante, basta mirar un poco alrededor algunos casos, y ver que la frase es vacía y no es más que un producto marketero…

Veamos algunos ejemplos de cómo organismos, instituciones actúan con el verdadero The Chilean way, dependiendo de quiénes son los involucrados…


Bueno, para no ser injustos, sí recibió una, una carta de la Presidencia y de la Primera Dama, en las cuales no se comprometen a entregar el tratamiento por razones de carácter económico. What? Problemas económicos. Ah claro, se me olvida que un niño pequeño, en un hospital, tomando un remedio, no concita la atención de la prensa internacional y ni de las diversas polillas caza focos.

No obstante, el Presidente Sebastián Piñera, al ser consultado por el caso del menor en Europa, dijo que "ya está solucionado". ¿Solucionado pidiendo asilo en España y Venezuela? The Chilean way…


Quizás con ese dinero para asesorías inexistentes, se podría pagar el tratamiento del pequeño que cuesta 12 millones mensuales. ¿Cuánto tendría que donar de su dinero cada “honorable”?

Y la ironía sigue. Los padres del pequeño de 5 años enfermo, también presentaron un recurso de protección ante el poder Judicial, la Corte de Apelaciones de Santiago y ante la Corte Suprema, pero el poder Judicial dictó un fallo negativo para las pretensiones del niño.

Ah claro, no era un “honorable diputado acusado de fraude por el pago de asignaciones por asesorías nunca realizadas y que se depositaron en la cuenta de su marido Gonzalo Cornejo, ex alcalde de Recoleta, sino que un pequeño de 5 años, sin contacto, influencias ni poder. The Chilean way.

¿Igualdad ante la ley? ¿Justicia? ¿Mano dura contra la corrupción? ¿Protección de la vida? ¿Este es el The Chilean way?


La prensa no ha dicho mucho…es que están en la superficie. The Chilean Way. 

jueves, 21 de octubre de 2010

INTERVENCIÓN DEL DÓLAR: MERCANTILISMO CHILENSIS

Gary Becker y Joseph Stiglitz coinciden en que el Capitalismo de Amigotes consiste en una estructura de favores, privilegios y nexos entre las autoridades estales y el empresariado (privado o burocrático), mediante el cual las corporaciones empresariales (privadas o mixtas) obtienen poder económico no por su competitividad o innovación, sino que gracias a sus conexiones cercanas al gobierno de turno.

Las propuestas del sector agrícola, a través del Consejo Exportador de Alimentos y la Asociación de Exportadores, solicitando la intervención gubernamental (http://www.duna.cl/web/programa/dolar-diferenciado/) y la contratación de un seguro de cambio en el exterior, ahora que el dólar es bajo, denota claramente la mentalidad mercantilista que se oculta tras el disfraz liberal de algunos empresarios. 

Como ocurre en la lógica del Capitalismo de amigotes, la contratación del seguro sería con cargo al presupuesto de la Nación. O sea, pagada con los impuestos de todos, incluso los de los temporeros. Irónicamente, piden la eliminación del IVA en ciertos ámbitos de su sector.

Los mismos que luego proclaman a los cuatro vientos que el Estado no intervenga en el libre flujo del mercado, cuando por ejemplo se trata de mejorar las condiciones laborales de los temporeros agrícolas.

El argumento que usan ahora para solicitar descaradamente la intrusión estatal es aumentar la competitividad. Lo cierto es que esto contraviene el discurso de no intervención que éstos sectores defienden –cuando les conviene-.

Es decir, niegan la intervención del Estado y hablan de “libre mercado” cuando les conviene, y luego pretenden alterar las reglas del mercado a través del Estado, cuando no les conviene. Eso se llama Capitalismo, no libre mercado.

"Sí, lo digo en alto, son los propietarios de bienes raíces, aquellos que se consideran como los propietarios por excelencia, quienes han socavado el principio de la propiedad, puesto que han apelado a la ley para dar a sus tierras y a sus productos un valor ficticio. Son los capitalistas quienes han sugerido la idea del nivelamiento de las fortunas por la ley.

El proteccionismo es el precursor del comunismo; digo aún más, ha sido su primera manifestación. Porque, ¿qué demandan hoy las clases sufrientes? No demandan otra cosa que lo que han demandado y obtenido los capitalistas y los propietarios de bienes raíces. Ellos demandan la intervención de la ley para equilibrar, ponderar, igualar la riqueza. Lo que se hizo por medio de la aduana, quieren se haga por otras instituciones, pero el principio es siempre el mismo, tomar legislativamente de los unos para darle a los otros, y por cierto, puesto que son ustedes, propietarios y capitalistas, quienes han hecho admitir este funesto principio no exclamen luego si los más desdichados que ustedes les reclaman el beneficio". F. Bastiat.

Probablemente Bastiat nunca habló de Crony Capitalismo o Capitalismo de Estado, pero claramente entendía que, lo que algunos defendían (y defienden) como "libre mercado, gobierno mínimo y derecho de propiedad" no es más que una estructura de privilegios sustentada en el Estado.

lunes, 11 de octubre de 2010

LA DECEPCIÓN PERMANENTE

“Es un hecho significativo que los representantes del socialismo autoritario, en la lucha contra el liberalismo, tomaran prestadas sus armas, a menudo, del arsenal del absolutismo, sin que este fenómeno haya sido ni tan sólo advertido por la mayoría de ellos…otros sufrieron una influencia tan poderosa de la tradición del jacobinismo francés, que sólo podían concebir la transición al socialismo bajo la forma de dictadura; otros más, creyeron en una teocracia social, o en una especie de “Napoleón socialista”, que habría de aportar la salud al mundo”. Rudolf Rocker.

La reflexión de Rocker es sumamente pertinente hoy, cuando aún existen individuos que consideran válida y posible la idea marxista según la cual “todos los asuntos de los hombres deben ser manejados por el gobierno, independientemente de las preferencias individuales” Benjamin Tucker.

Esa idea (que hoy se vuelve profundamente irónica) y que considera que el modo de terminar con los monopolios y privilegios que dan paso a las clases sociales (parafraseando al mismo Tucker) es crear un vasto monopolio controlado por el Estado, donde el gobierno no debe sufrir ninguna competencia, y la tierra, máquinas, y todos los instrumentos de producción deben ser arrebatados de las manos individuales, y hechos propiedad de la colectividad.  

Irónica, porque tal como el mismo Marx planteaba “la fuerza política es, en verdad, la fuerza organizada de una clase para la opresión de otra clase”.


Y ya lo anticipaba Benjamin Tucker en 1886: “independientemente de lo que los Socialistas de Estado puedan reclamar o negar, sus sistema, si se adopta, está condenado, más tarde o más temprano, a terminar en una religión del Estado, a cuya manutención todos deberán contribuir y ante cuyo altar todos deberán postrarse…”

¿Qué tipo de igualitarismo es este? ¿Democracia real, igualdad, libertad, una sociedad sin clases, una fase de transición?

La ironía de Marx entonces se hace más latente, al hablar de su proyecto y si se analiza lo ocurrido: “En lugar de la vieja sociedad burguesa con sus clases y contradicciones de clases, aparece una asociación, en la que el libre desarrollo de cada uno está condicionado por el libre desarrollo de todos”.

No obstante, Bakunin ya había predicho ­lo que años después Robert Michels llamaría la Ley de Hierro de la Oligarquía: “El Estado pseudopopular, inventado por el señor Marx, no representa, en su esencia, nada más que el gobierno de las masas de arriba a abajo por intermedio de la minoría intelectual, es decir de la más privilegiada, de quien se pretende que comprende y percibe mejor los intereses reales del pueblo que el pueblo mismo”.

Rudolf Rocker tiempo después ratificaba esa predicción: “El experimento del bolcheviquismo en Rusia ha demostrado claramente que por medio de la dictadura se puede llegar al capitalismo de Estado, pero nunca al socialismo. También una sociedad sin propiedad privada puede esclavizar a un pueblo. La dictadura puede suprimir una vieja clase, pero siempre se vera obligada a acudir a una casta gobernante formada por sus propios partidarios, otorgándoles privilegios que el pueblo no posee.”

Trostky también menciona ese proceso: “El aumento del bienestar de las capas dirigentes comienza a sobrepasar sensiblemente al del bienestar de las masas. Mientras que el Estado se enriquece, la sociedad se diferencia”.

Y continuaba: “Por las condiciones de la vida cotidiana, la sociedad soviética actual se divide en una minoría privilegiada que tiene asegurado el porvenir y en una mayoría que vegeta en la miseria, pues la desigualdad de que hablamos produce en los dos polos contrastes marcadísimos. Los productos destinados al consumo de las masas, son, habitualmente y a pesar de sus altos precios, de muy baja calidad”.

Benjamín Tucker no se equivocó al decir en 1886 “La sociedad no estará fundada sobre la garantía del disfrute igualitario de la mayor libertad posible. Tal libertad, en caso de existir, sería muy difícil de ejercer y podría ser suprimida en cualquier momento”.

Por eso, “una de las grandes paradojas de nuestro tiempo: que el poderoso y normalmente indiscutible grito por "igualdad" es conducido por el decididamente anti igualitario objetivo de cabalgar sobre su espalda hacia el cada vez más absoluto poder político, un triunfo que desde luego convertiría a los mismos igualitarios en una elite gobernante en ingresos y en riqueza, así como en poder”. Murray Rothbard.

Lamentablemente, esa paradoja también se produce en nuestras democracias, donde las élites políticas “no parecen tropezar ni un paso en su escalada hacia la riqueza, la fama y el poder. En cambio, invariablemente se regodean en felicitaciones a sí mismos y a sus similares colegas de la elevada moral en la que se han envuelto a sí mismos” Rothbard.

No obstante, es preferible una democracia perfectible que una dictadura monárquica donde como decía Benjamin Tucker “la individualidad gradualmente desaparece y el gobierno o el Estado se convierten en la totalidad”. Sin duda alguna.


Lectura recomendada

  • Bakunin Mijail. Estatismo y anarquía.

  • Rocker Rudolf. Las ideas absolutistas en el socialismo.

  • Rothbard Murray. Igualitarismo y élites.

  • Trostky León. La Revolución Traicionada.

  • Tucker Benjamin. Socialismo de Estado y anarquismo:
  • En qué coinciden y en qué difieren. 

miércoles, 6 de octubre de 2010

VULGO LIBERALES Y CONSERVADORES

Lejos una de las palabras más manoseadas en el ideario colectivo actual es la palabra liberal. Todos quieren ser liberales, todos se dicen liberales. Sin embargo, la mayoría no sabe explicar qué entienden realmente por libertad*.
El Liberalismo, como filosofía política, nunca se constituyó como un corpus de ideas establecido de forma concreta y delimitada, sino más bien como un proceso de desarrollo constante de ideas diversas, que iban a la par de los hechos que terminan por estructurar la Modernidad a partir del siglo XVIII.
Lo cierto es que en este sentido, el Liberalismo, desde sus inicios se ha expandido por diversas vertientes y corrientes, que trataremos de explicar brevemente, y que muchas veces parecen colisionar, generando claras contradicciones y pugnas entre quienes se hacen llamar liberales.
En esta reflexión, no se pretende criticar las posiciones que defienden estos diversos sujetos, sino más bien el hecho de que las blinden, protejan o disfracen con la insignia de liberal, para establecer a priori su infalibilidad, simplemente diciendo que ellos son liberales y por lo tanto todo lo que proponen también lo es –aunque sea una patraña antiliberal- y peor aún, sin manejar un concepto específico de lo que es la libertad, ni de los fundamentos filosóficos que usan para tales efectos.
Se podría decir que es una crítica de un escéptico, no del Liberalismo y sus principios generales, sino de su real objetivación en la praxis de los individuos en cuanto doctrina política. En otras palabras, cuando alguien se dice liberal, ya hay que desconfiar. Veremos por qué.
Lo concreto es que muchos de los actuales autodenominados liberales (ciertamente vulgo o falsos liberales e incluso conservadores), desconocen estas sutiles -aunque importantísimas- diferencias a la hora de enarbolar ciertos preceptos, defender ciertas ideas políticas, o simplemente definirse como liberales de forma clara y diferenciada.
Las reacciones que se podrían generar por parte de algunos son entendibles hasta cierto punto, puesto que nadie quiere que lo despojen de sus discursos y paradigmas –por errados que estén en cuanto al uso que hacen de éstos- ni tampoco nadie quiere quedar como autoritario.
Lo cierto es que muchos de estos vulgo liberales, en cuanto a lo que plantean, son en la mayoría de los casos todo lo contrario a lo que podría ser un liberal en varios sentidos –si es que realmente podemos hablar de la existencia de liberales verdaderos y concretos-.
Esto, debido a que mezclan en diversos debates y discusiones –sin saberlo o cínicamente, pero siempre groseramente- planteamientos y lineamientos que teóricamente son contrapuestos. Es decir, y en palabras muy sencillas, son liberales para algunas cosas y para otras no, incluso en una misma discusión.
Y vaya que esto es complejo porque en definitiva no se puede ser y no ser liberal a la vez. Sin embargo, la mayoría de los autodenominados liberales (vulgo liberales) cumplen a cabalidad con esta especie de dialéctica, sobre todo en términos discursivos y prácticos.
Existen diversas dimensiones en las cuales podemos detectar y desenmascarar un discurso vulgo liberal de este tipo: en cuanto a la defensa de la libertad política; en cuanto a la neutralidad de valores, tanto del Estado como de los individuos; y en cuanto a los límites e idoneidad de la racionalidad.


En cuanto a la defensa de la libertad política
El liberalismo clásico establece que debe existir la máxima libertad política para los sujetos en cuanto al Estado y sus acciones coactivas. Es decir, que deben existir límites a la acción de los gobiernos, los cuales no pueden actuar arbitrariamente en los asuntos privados de los sujetos.
Lo clave en este sentido, es que el Estado y sus agentes no deben actuar autoritaria y despóticamente, y sólo deben limitarse a garantizar los derechos básicos de sus ciudadanos, vida, propiedad y seguridad.
Esto sin embargo, como veremos, varía según el concepto de libertad que se defiende y se maneja en ciertos momentos.
Como la mayoría de los vulgo liberales desconocen tales conceptos de libertad a cabalidad, podemos tener vulgo liberales que en términos simples, defienden o toleran la falta de libertad política, es decir justifican la acción arbitraria del Estado sobre los individuos, simplemente porque se garantiza la libertad económica -aunque sea para algunos-. Es decir, pueden llegar a defender regímenes autoritarios, por el simple hecho de que existe libertad económica.
En otros casos, algunos pueden llegar a defender “defensas preventivas” o “defensivas” –que sin embargo son claras acciones coactivas y arbitrarias llevadas a cabo por el Estado y sus organismos- ante riesgos posibles o remotos, aún cuando los criterios para ello sean del todo subjetivos.
En ambos casos, sus posturas son claramente cercanas a posiciones conservadoras y autoritarias, en ningún caso emancipadoras.


En cuanto a la neutralidad de valores 
El ideal de tolerancia del liberalismo clásico surge en el contexto de los conflictos originados por las guerras religiosas, con el propósito de generar coexistencia pacífica entre comunidades de creencias  irreconciliables.
Pero, dentro de las vertientes del Liberalismo que se desarrollan posteriormente existen planteamientos que difieren en cuanto la existencia de valores superiores y la promoción de una ideal de vida o del bien. Esto también depende del concepto de libertad y tolerancia que se adopte y la lectura que se haga de éstos.
Desde la posición neutralista en cuanto a valores, muchos vulgo liberales promueven un liberalismo utilitarista, que confunden con una mal entendida idea de libertad negativa.
Así, erróneamente y veremos contradictoriamente, creen que la libertad negativa –como no interferencia- implica libertad de cualquier restricción y su concepción de tolerancia en realidad es extraña, pues sólo toleran lo que les es agradable.
Otros vulgo liberales, desde un punto de vista perfeccionista, intentan imponer y establecer la legitimidad y superioridad de ciertos modos de vida por sobre otros.
A partir de eso, generan discursos contradictorios como defender una cierta neutralidad de valores en cuanto a ciertas decisiones individuales en ciertos temas, pero simultáneamente asumen otras posiciones no-neutrales en torno a otras áreas donde la autonomía personal también es clave, como los sistemas de creencia o las ideas.
Esto, aún cuando cualquiera que maneja un leve conocimiento acerca del liberalismo clásico, sabe que la libertad religiosa es un elemento constitutivo del ámbito privado de los sujetos y por lo tanto también se le debería aplicar la neutralidad de valores.
Debido a esta falta de rigor, tenemos vulgo liberales que defienden el evolucionismo racionalista, pero simultáneamente acusan de imbéciles a todos los creyentes de diversos credos, debido a un mal entendido ateísmo militante, que raya en los límites del fundamentalismo religioso más virulento.
Es decir, aún cuando hablan de neutralidad de valores, asumen una posición de no neutralidad ante otros sistemas de valores y creencia, y asumen que los propios son superiores al resto por lo tanto tratan de imponerlos.
Por lo mismo, proclaman la no interferencia del Estado en ciertos asuntos privados, pero simultáneamente promueven –aunque solapadamente- su intervención en cuanto a otros, por considerarla un modus vivendi inferior, por ejemplo.
En ambos casos, las posturas son claramente intolerantes y no neutrales.


En cuanto a los límites de la racionalidad
Este es quizás el tema que más complejidades genera. ¿Cuáles son los límites y espacios de la racionalidad? ¿Dónde quedan las subjetividades más profundas de los sujetos? ¿Qué papel juega la experiencia?
Aquí se aprecia con más claridad las diferencias entre los diversos “liberales”. La diferencias en cuanto al valor y la utilidad de los procesos sociales espontáneos o no planeados frente a los procesos diseñados y planeados, es clave.
Mientras unos asumen una idea totalizante de la racionalidad en cuanto a las relaciones entre los individuos, sobre todo en cuanto a la racionalidad económica; otros valoran la experiencia y plantean la necesidad de tomar en cuenta las subjetividades de los sujetos.
Así, muchos de los actuales vulgo liberales, sin saberlo, están en posiciones cercanas al racionalismo constructivista –el marxismo y otras vertientes ideológicas también tiene de aquello-que deben sus bases a planteamientos originados en la ilustración francesa, que tienen una clara posición liberal de carácter teleológico.
Aquellos que asumen una idea totalizante de la racionalidad, tienen la concepción de que el orden social puede ser pensado y constituido racionalmente en un período determinado a partir de una racionalidad superior, mediante la ley. Por lo tanto, tampoco es extraño que asuman una posición de superioridad y constantemente hablen de los “elegidos”, de iluminar las mentes de los ignorantes y los creyentes, defendiendo la legitimidad de las mentes superiores, con capacidad y formación a decidir en nombre de y para toda la sociedad. O sea, son caudillistas.
Esto claramente los lleva a plantear lógicas que corresponden a métodos de clara planificación aunque simultáneamente hablan de defender las lógicas de ensayo-error.
Así, los mismos critican la idea de orden espontáneo por considerarlo una idea irracional en cierto modo, pero contradictoriamente defienden la idea de mano invisible de Adam Smith. Lo cierto es que Smith basa su idea de mano invisible en dicho paradigma.
No es extraño entonces que al desconfigurar el discurso de los vulgo liberales, nos encontremos con que algunos –y esto sin juicio de valor- son claramente cercanos a posiciones socialdemócratas, otros en algunos casos incluso están en el límite del totalitarismo intolerante (ya sea de izquierdas o derecha), y otros son claramente conservadores en cuanto a la contraposición entre modernidad y tradición, modos de vida y sistemas de valores –cuestión compleja por lo demás en algunos aspectos-. Todo esto, claramente va variando según los temas que aborden.


Lo único que podemos concluir es que cuando alguien se dice liberal, ya hay que empezar a desconfiar.

*Los diversos conceptos de libertad no serán explicados para hacer más interesante el debate y reflejar lo explicado en el artículo.

martes, 5 de octubre de 2010

TRIUNFO DEL NO: DEMOCRATIZACIÓN NO ES LO MISMO QUE DEMOCRACIA

22 años después del triunfo del NO y el llamado retorno a la democracia en Chile, podemos decir que democratización no es lo mismo que democracia.

Si bien es claro que en Chile ya no existe una dictadura represivo-reactiva, y que ahora votamos sin temor, con niveles de libertad de expresión relativamente aceptables, no podemos decir que tenemos un sistema completamente democrático.

En este sentido, nuestra democracia más bien se asemeja a una oligarquía isonómica, donde existen derechos civiles iguales, pero no derechos políticos iguales.

Se democratizó la forma en que se transfiere el poder, no su ejercicio, estableciéndose entonces una especie de civitas sine sufragio, es decir, acceso a derechos civiles pero no a derechos políticos. La lógica es similar a la del voto censitario que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX.

La diferencia con los tiempos del voto censitario, radica en que hoy en día, la civitas sine sufragio no es impuesta por ley alguna, sino que es producto de la propia lógica de la estructura isonómica del sistema político chileno, que desincentiva a los ciudadanos “comunes” a querer participar de la política en cuanto ser gobernantes, reduciéndolos al mero rol de electores.

A 22 años del triunfo del NO y el llamado retorno a la democracia en Chile, podemos decir que democratización no es lo mismo que democracia.

¿Qué paso entonces?

Tanto en Chile como en el resto del continente, se ha producido un claro vacío entre la fase de democratización, es decir, de volver a la democracia desde dictaduras y la fase de desarrollo de la institucionalidad democrática en sí.

La percepción claramente más instrumental que normativa, incidió en que el proceso de democratización se centro en el traspaso del poder a los civiles, sin mayores miramientos a qué tipo de institucionalidad o régimen político era el más adecuado para establecer una democracia como tal.

De alguna forma, las sociedades latinoamericanas aún se encuentran en medio de ese vacío, sin definir o establecer una institucionalidad que permita un mayor desarrollo del ideal democrático de manera permanente y sin autoritarismo.

Esa ambigüedad en torno a la noción misma del régimen democrático, aún se ve reflejada en los distintos modos en que ven la democracia los diversos actores políticos a nivel continental, confundiéndola en ciertos casos con caudillismo, populismo o autoritarismo de mayorías, lo que termina por generar constantes rupturas institucionales y discontinuidad. Ecuador es el mejor ejemplo.

Si bien Chile presenta mayor estabilidad en cuanto al régimen político que otros países, y la Constitución establece que todos los ciudadanos tienen derecho a ser elegidos como gobernantes. Todos sabemos que no todos los chilenos pueden ejercer tal principio. No por falta de capacidad, sino esencialmente por carencia de recursos materiales, capital social e influencia.

Por lo mismo, parafraseando a Rawls, una cosa son las libertades políticas iguales y otra el valor equitativo de dichas libertades. Es decir, democratización no es lo mismo que democracia. 

POR UN MUNDO PACÍFICO

Diariamente y leyendo la prensa, uno puede constatar que la violencia sigue siendo el problema principal en los asuntos humanos. Ningún otro asunto puede encontrar solución mientras la lógica arraigada de la agresión siga siendo la regla base de las relaciones humanas.

Actualmente, hablar de una sociedad pacífica como ideal, para algunos parece una idea añeja de hippie; para otros suena a utopía y fantasía; y para otros tantos a algo ya existente -claro mientras la violencia no se hace patente directamente-.

Lo cierto es que la agresión como método de interacción parece estar aún muy presente en esferas diversas de la vida cotidiana, en las escuelas, en los deportes, en la política, en las relaciones interpersonales, en las calles, los medios de transporte, en la prensa rosa, en todo.

En este sentido, la disposición a la violencia es más latente de lo que uno piensa a veces y entonces surge la pregunta ¿Hemos avanzado realmente hacia un mundo más pacífico o no?

Algunos dirán sí, porque las guerras han disminuido -aunque los datos dicen lo contrario, porque la guerra cambia como camaleón pero es violencia igual- o porque la violencia política es menor, o la delincuencia baja, etc.

Pero ¿Podemos decir lo mismo si miramos al interior de las escuelas, las familias o en los medios de transporte?

Algunos  podrán decir que en realidad la violencia en esos ámbitos es similar al pasado -y que por tanto no hay aumento significativo-. No obstante, con o sin estadísticas, números más o menos, la violencia está aún presente, y nuestra pregunta inicial sigue sin respuesta.

Por siglos, muchos pensadores han planteado que el hombre es violento y pacífico a la vez -también lo creo- no obstante, por lo mismo planteaban la necesidad de anteponer o desarrollar la razón -no en su sentido constructivista- como el medio para equilibrar tal dualidad, con el fin de establecer principios éticos para establecer una sociedad pacífica. Uno de esos axiomas es el de no agresión.

Basado en el reconocimiento de la autoposesión de los individuos, el axioma de no agresión plantea que toda persona tiene el derecho a estar libre de agresión, y que ninguna persona o grupo de personas tiene el derecho a agredir a otro –excepto en legítima defensa-.

La agresión en este sentido se define como uso o amenaza de la violencia física contra otra persona y por tanto, es significa invasión.

Algunos dirán que el axioma es casi una obviedad, no obstante, la mayoría de los individuos desconoce el principio de no agresión en su base fundamental –su justificación filosófica-.

¿Y dónde aplican constantemente ese descriterio estos individuos? En sus interacciones más directas y habituales, en sus relaciones de pareja y en sus familias. Es decir, inculcan la violencia como base de la interacción entre pares, a sus hijos y nietos, que luego lo reproducen en las escuelas y en su vida adulta.

Por tanto, en ciertos casos consideran válido el ataque contra otros por diversas razones o justificaciones, no sólo ideológicas –políticas o religiosas- sino también morales, raciales, étnicas, nacionalistas, e incluso más cotidianas como el fanatismo deportivo o la cuestión amorosa, por ejemplo.

Por eso no es raro que cada cierto tiempo algunos energúmenos maten a otro por el simple hecho de vestir la camiseta del equipo contrario; o que algún tipo mate a su pareja o novia porque en el fondo considera que ella es su posesión. Peripatético.

Es decir,  tenemos un gran número de individuos, miembros de nuestra sociedad, que consideran agredir a otros por diversos motivos o diferencias -más allá de la legítima defensa- como algo lógico, válido y razonable.

Entonces surge otra pregunta ¿Cuánto de no violencia se enseña o promueve? Me atrevo a decir que nada.

Entonces ¿No parece irrisorio establecer leyes contra la violencia escolar o intra familiar, mientras los individuos insertos en esa legalidad desconocen principios éticos básicos y generales para establecer una convivencia pacífica, y sobre los cuales deberían descansar tales leyes?

Lo difícil es que para ser coherentes, el axioma de no agresión no debemos imponerlo por ley, sino convenciendo al resto de sus virtudes. Esa es la primera tarea del credo libertario.