La acción del ejército israelí, claramente indiscriminada, refleja la posición de superioridad racial -y de legitimidad- que se han atribuido los israelítas en cuanto a los palestinos en torno a los territorios en disputa. Ante los medios, el conflicto es contra Hamas, en la realidad, la guerra es contra todo palestino sin importar su carácter de combatiente o no. Limpieza étnica sin duda.
Sería bueno recordar que en 2005, “el gobierno israelí decidió limpiar el desierto de Negev de su población beduina con el fin de abrir espacio para los asentamientos de la próxima oleada de inmigrantes judíos” (Zygmunt Bauman).
Al modo de una limpieza étnica, el pueblo judío vuelve a la carga para despejar territorios, escudándose en su nueva fuente de identidad cultural y religiosa, el ya manoseado Holocausto Judío. "La memoria del Holocausto se ha convertido en una religión sustituta de los judíos secularizados en el mundo occidental" (Manfred Henningsen, Totalitarismo y religión política, sobre los regímenes de terror moderno).
La esencialización discursiva del Holocausto judío, ha hecho que éstos -los judíos y sobre todo los israelitas- consideren como incomparable lo que les ocurrió a sus predecesores como pueblo durante el nazismo, y por tanto legítimo cualquier acto de fuerza que consideren efectuar para evitar que se repita algo similar en cualquier lugar del planeta.
Tal como explica Henningsen, "La referencia de identidad simbólica al Holocausto es tan fuerte y tan intensa entre los más de 250 mil hijos de sobrevivientes de esa masacre, que para muchos de ellos la relación con la Alemania contemporánea está marcada por el slogan Never Again".
Según esta percepción, muchos judíos se sienten con el derecho de aplicar la violencia y la fuerza desmedida y a como de lugar sobre otros -en este caso los palestinos- porque lo que les pasó a ellos no tiene comparación histórica, en términos cuantitativos y cualitativos.
Es decir, el Holocausto, ya no es visto como algo que se debe evitar universalmente en pro de toda la humanidad, sino que es concebido como un hecho de exclusividad para los judíos, no aplicable a otros pueblos como el palestino, afgano o iraquí.
Los últimos hechos acaecidos en la Franja de Gaza demuestran este criterio, donde mientras un israelí murió el pasado sábado por los ataques de Hamas, más de 280 palestinos han muerto por la respuesta israelí. Si invirtieramos los números, sería un nuevo holocausto, pero ahora es guerra defensiva.
Por esto, errónea y sectariamente, ante el conflicto palestino-israelí y ante todos los conflictos de Medio Oriente, en los medios se da prioridad y más valor a las víctimas occidentales y judeo, cristiano-católicas de la violencia actual, y simultáneamente se menosprecia a las víctimas islámicas, orientales, árabes de la misma, calificándolas con el constante peyorativo de terroristas e insurgentes, aún cuando muchas de ellas eran sólo niños.
Las víctimas de la guerra son palestinas e israelíes. El Holocausto está matando a dos pueblos. El Holocausto también está ocurriendo en Irak y otra vez en Palestina, quizás nunca nadie diga Never Again.
Artículo reeditado
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