jueves, 25 de septiembre de 2008

Animal Político

Pata Aristóteles, el hombre está compuesto de alma y cuerpo, y es racional, por lo tanto tiene la voluntad para guiar su vida hacia su plenitud natural.
“Las virtudes dianoéticas fundamentales son el nous, la episteme, la sofía, la téjne y la frónesis. Las tres primeras son virtudes puramente teoréticas. Están volcadas completamente a la theoría. La frónesis está volcada a la praxis, y la téjne a la poíesis” (Dri, 2000).
Así, se establece la distinción entre ciencia teórica, poética y práctica, está última referida a la frónesis, donde “Aristóteles plantea la distinción entre razón práctica y razón teórica hasta entonces confundidas en la frónesis” (Dri, 2000).
Así, para cada uso de la razón, existe un modelo de hombre, el filósofo (teórico), el artesano (poético) y el político (práctico).
El político queda en el aspecto práctico pues el conoce para obrar bien, ese es su fin último, el bien común de la polis. Por lo tanto, debe hacerse bueno a él mismo. Es decir, desarrolla la razón práctica, se construye a si mismo, pero ejerce su poder en forma racional sobre la polis, ordenándola mediante el gobierno de los virtuosos. “El mejor régimen político es aquel que se toma en serio la jerarquía natural de las personas, si diferente virtud y se articula en un sistema político aristocrático” (Vallespín, 2003: 373).
Aquí, se plantea claramente el uso de la razón para la organización humana, no como una forma de apreciar la organización humana, sino como un instrumento para mantenerla o mejorarla mediante la acción.
Mediante la razón, el gobernante está determinado a actuar de cierta forma en pro del bien común –teléia-, según su apetito recto, relacionado con las virtudes humanas.
“Poder se dice también de la facultad de hacer bien alguna cosa o de hacerla en virtud de su voluntad” (Aristóteles, 2000: 149).
De esta forma, Aristóteles justifica el poder ejercido por los aristócratas políticos, quienes serían los más virtuosos de la polis, a la vez magníficos y magnánimos, los únicos capaces de obrar según la virtud, el bien obrar, y las virtudes máximas, la templanza, la fortaleza, la justicia y la prudencia.
Todas estás condiciones se desarrollan desde y en uno mismo, y no se deben al conocimiento teórico, ni lo podemos obtener mediante la fabricación o creación de objetos externos a nuestro ser -poiésis-.
Más bien, son cualidades que operan sólo dentro de nosotros y se desarrollan sólo a través de su ejercicio. Yo me hago bondadoso en la medida en que soy bondadoso y actúo de forma bondadosa, es decir, práctico la bondad. Así, quien legisla y gobierna debe volcar su virtud, su conocimiento hacía la praxis, para ser un buen ciudadano y generar el bien común.
Por esto, quien conoce, quien se educa, debe ser virtuoso. “el objeto de la ciencia política es lo noble y lo justo. La investigación de este campo parte de la praxis de la vida y se ocupa de ella” (Hennis, s.a: 47).
La política debe ser conocida por quienes practican apetitos rectos, deben tener ética, que es parte de la filosofía práctica, junto a la política y la economía. Entonces, la filosofía política clásica, como ciencia práctica, se centra en el desarrollo a través de la praxis de las virtudes humanas, en normar la forma del deber ser del político, el cual debe querer ejercer la acción de gobernar.
Se relaciona con todo el desarrollo del fin último del hombre, la felicidad, traducida en la felicidad de la polis. “se refiere a la felicidad exterior e interior del hombre” (Hennis, s.a: 36).
Por otro lado, para Santo Tomás, como explica Rubén Dri, “ser particular, persona individual, es al mismo tiempo ser social y político. Debe buscar tanto el bien individual como el bien común” (Wilhelm, s.a: 47). Esto coincide claramente con la visión aristotélica de que el hombre es por naturaleza un animal político, lo que ratifica que la política sea vista como una ciencia práctica, en cierta forma porque Santo Tomás es seguidor del pensamiento de Aristóteles.
En este sentido, según Dri (2000), el filósofo medieval da continuidad al pensamiento de Aristóteles, pues toma la cosmovisión aristotélica y la acomoda a la concepción de dios, colocándolo como causa primera de todo, “pero deja obrar a las “causas segundas”.
Así, los hombres tienen la posibilidad de desarrollar y tomar las riendas de la existencia en la tierra. “Esto es fundamental, pues deja lugar para que en el orden práctico se desarrolle con relativa autonomía todo el ámbito político y el orden teórico, tanto la filosofía como las ciencias.” (Dri, 2000).
Es decir, el ámbito político permanece en el plano de la praxis. Hasta el surgimiento y desarrollo del cartesianismo, la sociología política permaneció siempre en la esfera de las ciencias prácticas. “Hasta los fines del siglo XVIII la política sigue siendo una disciplina en el marco de la philosophia practica sive moralis con todos los presupuestos y consecuencias ligados a ello.” (Dri, 2000).
Sólo a partir del establecimiento del empirismo cartesiano, la política y la praxis política comienzan a ser vistas como objetos, sin considerarse en ellas las incidencias éticas o morales, es decir, las virtudes que implica su ejercicio.
-Aristóteles. (2000) La Metafísica. Colección Austral, Madrid.
-Dri, R. (2000). Filosofía política aristotélica. En La filosofía política clásica. De la Antigüedad al Renacimiento. Comp. Boron, Atilio A. Colección CLACSO - EUDEBA, CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Disponible en: http://168.96.200.17/ar/libros/clasicos/dri.rtf.
-Hennis W. (s.a) Política y Filosofía práctica. Editorial Sur. Argentina.
-Vallespín, F. (1993). Historia de la Teoría Política. Alianza Ed. Madrid.

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