jueves, 27 de marzo de 2008

Corrupción en la Alianza, Cazadores cazados

Las eventuales irregularidades en el municipio de Huechuraba y de la empresa Gestión Municipal Avanzada (GMA), han demostrado que donde se mide la consecuencia contra la corrupción es cuando sujetos afines a nuestras ideas o creencias, miembros de nuestros partidos o iglesias, son los corrompidos.
Más importante, han demostrado que algunos enérgicos fiscalizadores de la Alianza, en este caso están demasiado silenciosos.
Los casos de corrupción no son de exclusividad de un sistema económico o de un régimen político, tampoco de una ideología, religión, partido, agrupación, creencia, raza, tendencia sexual o nacionalidad, por lo que su combate requiere de una fuerte determinación a terminarla, y una enorme carga de consecuencia, porque siempre existe la probabilidad que alguno de nosotros, "de los nuestros", incurra en prácticas corruptas.
Es en estos casos, cuando son sujetos afines a nuestras ideas o creencias los corrompidos, donde se mide realmente la verdadera posición contra la corrupción, ya sea política, económica, moral o de cualquier índole.
Juzgar con la misma fuerza el acto corrupto, sin importar la relación existente con el enjuiciado, es lo que nos hace realmente incorruptibles e intachables frente al resto.
Si hacemos oídos sordos, miramos para el lado, minimizamos el acto o preferimos guardar silencio, entonces somos cómplices por omisión, y parte constitutiva de la corrupción.
Los últimos hechos han demostrado que la corrupción jamás debe ser usada como argumento y recurso político, si realmente la queremos combatir, porque es probable que esa evidencia, como un significante vacío, se nos vuelva en contra en un momento determinado.
Entonces, aquellos que levantaban la voz contra la corrupción, más por un uso político que por una cuestión ética, hoy guardan silencio y se muestran cautelosos cuando algunos de sus miembros parecen estar envueltos en ésta.
Quienes juzgan con fuerza la corrupción en unos casos y en otros le bajan el perfil, están contribuyendo a fortalecerla, al subjetivizarla según criterios contextuales, políticos, ideológicos, de relación, creencia, etc.
Debe quedar claro, que la corrupción es un problema que afecta a toda la sociedad, que no surge de un día para otro y que es una práctica que se va sedimentando y naturalizando debido a la acción de las propias personas, sean gobernantes y no gobernantes, corruptos y no corruptos.
Entonces, la idea al fin y al cabo, es evitar que una mayoría tenga la percepción en que todos lleguen a decir: ¿Si todos roban, por qué yo no?

martes, 18 de marzo de 2008

La ética actual es la de la no-ética

La ética, como razonamiento del actuar y lo moral, paulatinamente ha ido siendo abandonada en la formación y construcción de los sujetos, en la constitución de las prácticas sociales, y en la sedimentación de las estructuras de relaciones humanas.

Para dar cuenta de este fenómeno, podemos analizar diversos aspectos y dimensiones de la vida social actual.
No es el objeto de esto, hacer un tratado de ética, sino más bien deconstruir la actual ética que se naturaliza desde los primeros años de educación, para finalmente constituir profesionales que parecen funcionar en total anomia.

Al modo weberiano del estudio de la ética protestante y la ética capitalista, hablaremos del paso de la ética productiva a la no-ética consumista.
Se produce el fin de la conjunción entre la ética de principios y la de resultados; y el inicio de la hegemonía de la última como única, totalizante y absolutamente excluyente de la otra.

Lo anterior, porque de la producción para la sobrevivencia, se pasa a la producción por la complacencia, marcada por una división del trabajo más bien atomizante, que determina la transformación de las nociones éticas de las formas y modos de producción, que se vuelven basales de la sociedad actual.

Este cambio es apreciable a nivel de la formación de los profesionales, cuya formación es cada vez más reducida -aunque llamada especializada- menos integral y por ende menos ética, en base a las nuevas lógicas de división del trabajo.

Los profesionales saben muy bien, o relativamente bien acerca de sus prácticas y procedimientos específicos, sobre todo aquellos aspectos técnicos que les competen, pero carecen de toda noción ética en cuanto a éstos, sus efectos y resultados, y su rol social propio, como sujetos sociales y políticos.

Carecen entonces de la capacidad de discernir racionalmente –y por ende éticamente- cuándo la aplicación de su conocimiento específico puede ser contrario a una ética o bien común determinado.

La mayor "especialización" ha reducido al profesional -que ya no es íntegro en términos éticos- a un ejecutor de técnicas específicas y aisladas, en términos de reflexión sobre su propia actividad como parte de una entidad social.

Entonces, la irracionalidad reflexiva –pero traducida en eficiencia sistemática-marca la pauta para la construcción de una ética sin ésta, basada en resultados y no principios de acción.

El habitus de algunas profesiones como ingenieros, abogados, médicos y periodistas, operan bajo la ética no ética, pues su actuar profesional ha sido sistematizado, al modo de una línea de producción industrial, y donde han sido eliminadas la capacidad de decisión, discernimiento, actitud crítica y acción colectiva.

Se produce, a nivel de praxis, la anomia individual, que es sometida a la norma técnico-productiva, como norma grupal e individual. La libertad del sujeto de discernir su propio actuar en base a sus acciones y las del resto, se ve suprimida en su actuar profesional.

Entonces, irremediablemente se produce la atomizacón total del sujeto, tanto de su propia concepción como ente individual, como social.