jueves, 28 de junio de 2012

CHILE, LA CORRUPCIÓN DE LA REPÚBLICA


En estas últimas semanas, varios episodios ligados a las élites, nos recuerdan que la democracia hace rato parece haber derivado en otra cosa (quizás siempre ha estado extraviada), más cercana a una ligazón entre la partitocracia con su nepotismo endémico marcado por la ley de hierro de la oligarquía; y la plutocracia.

Montesquieu decía “Una democracia degenera cuando los gobernantes tratan de corromper al pueblo, comprando sus votos con los fondos públicos, para ocultar de este modo su propia corrupción…”.


Lo anterior no sólo ha generado gran revuelo, sino que ha derivado en el reconocimiento por parte de varias ex altas autoridades de la Concertación -como Ricardo Lagos y el ex ministro Pedro García- de prácticas que rayan en el clientelismo, el privilegio y el favoritismo más burdo. Y que continúan aún con otro gobierno  que entre otras cosas, había prometido poner fin al nepotismo.


Tomando en cuenta el actuar de una parte de la élite del poder que usa el poder a favor propio, tampoco debería sernos extraño el impertérrito reconocimiento por parte de Herman Chadwick, en relación al lucro en un sistema de educación superior casi perverso, en crisis, y que además, hace usufructo del dinero fiscal: “si no les gusta el sistema, que lo cambien, pero este siempre ha funcionado así”.  

En ambos casos, existe la inmutable confesión de la burla sistémica de la ley en cuanto a la educación superior y en cuanto al acceso a altos cargos en la Administración del Estado. En ambos casos existe un uso descarado del poder y de la estructura institucional por parte de las élites político-corporativas, a favor de sus intereses.

Las presiones de Girardi a Velasco y los dichos de Chadwick, denotan el círculo virtuoso de una estructura claramente plutocrática y oligárquica de nuestro régimen político y económico, que va directamente contra el principio de Politeia, la igualdad ante la ley y la idea de Poliarquía.


Como decía Thomas Paine, “Como la facultad de imponer contribuciones se hallan en manos de quienes pueden eludir una parte tan grande de ellas, por eso se han impuesto sin freno”.

Lo que rige en Chile, y que en las últimas semanas se nos ha mostrado con una claridad poco habitual en los medios, es que la alta concentración corporativa, basada en el claro favor del poder político estatal también concentrado (hegemonía representativa), no tiene nada que ver con un mercado libre, ni con lo que podríamos llamar República o Democracia, sino más bien con un Crony Capitalismo o un Mercantilismo moderno.

Sería bueno recordar lo que decía Montesquieu. “La democracia tiene que evitar dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la hará desembocar en la aristocracia, o en el Gobierno de uno solo, y el espíritu de igualdad extremada, que la llevará al despotismo de uno solo, al igual que el despotismo de uno termina por la sumisión”. 

martes, 26 de junio de 2012

IZQUIERDAS Y DERECHAS ¿CUÁL ÉTICA?



Hoy, decirse de derecha o izquierda es lo más perezoso en el debate político.
Las nomenclaturas de izquierda y derecha son una especie de fachada discursiva, que no sólo fomenta la pereza intelectual en cuanto a definir cómo se piensa políticamente, sino que esconde las similitudes que existen entre quienes se dicen de izquierda y quienes se dicen de derecha.

Decirse de izquierda o derecha se ha tornado el camino fácil para muchos, que simplemente no se dan el trabajo de investigar o entender qué implican tales palabras en términos ideológicos, discursivos, históricos y éticos. Decirse de izquierda o derecha esconde la pereza de pensar, de darse el trabajo de analizar y entender las ideas que supuestamente se tienen y defienden.

Generalmente, esa pereza se traduce en una falta de rigor a la hora del debate, cuando se deben definir criterios éticos en cuanto lo político. De ello, derivan errores e incoherencias en relación a ideas centrales del debate político en cualquier tiempo, como son la libertad y las libertades, la igualdad, los derechos y deberes, el poder, la coacción, lo justo, el rol del Estado.

Cuando la gente se define de derecha o izquierda para definirse como buenos o mejores, generalmente lo hace en base a ciertas nociones que son más bien ambiguas o erradas. Eso, si analizamos el origen y evolución histórica de la nomenclatura divisoria.
En la izquierda de la Asamblea, que se oponía al Antiguo Régimen, había liberales defensores del libre mercado, anarquistas y socialistas utópicos, que para nada defendían la idea de un Estado fuerte u omnipotente, planificador o interventor que expolia a punta de impuestos a los propietarios.

En la derecha, por el contrario, había conservadores, defensores del Antiguo Régimen que entre otras cosas, defendían el Estado absoluto y el mercantilismo que tantos privilegios les había generado, como las exenciones tributarias.

Por ese desconocimiento, un error frecuente y simplista es creer que ser de izquierda y derecha se define en base a la idea de más o menos Estado que se tenga. Pero eso es desconocer la amplitud de planteamientos, que muchos autores radicales como Proudhon, Bastiat y otros, tenían sobre el Estado, la libertad y la igualdad.

No considerar eso, ha llevado a otro error garrafal, el de definirse de izquierda simplemente por considerarse marxista y sus derivados. Pero Bakunin y otros muchos anarquistas, también se consideraban y definían de izquierda, y no obstante hacían sendas y certeras críticas a los planteamientos de Marx, como por ejemplo, su idea de dictadura proletaria. Sabían que esa autoridad exacerbada, llevaría a un nuevo déspota. La experiencia histórica del estalinismo finalmente les dio la razón.

De hecho, el error de quienes se definen perezosamente como de izquierda o derecha, es basar sus argumentos en ser meros defensores de la igualdad o la libertad, como si ambos principios fueran contrapuestos.

Lo cierto, es que no puede haber igualdad sin libertad y el ejercicio de la libertad exige el reconocimiento de un mínimo de igualdad. Es decir, la libertad y la igualdad requieren una base ética. De ello surge todo lo demás en cuanto a derechos y deberes.
La existencia de esclavos es ejemplo de lo que genera la ausencia de esta conjunción entre libertad e igualdad. Quien es esclavizado –ya sea por otro ser humano o por un gobierno- se le niega la libertad porque no se le reconoce como un igual. Esa sutileza, aún no la captan derechistas e izquierdistas de diverso corte.

La confusión en base a la nomenclatura izquierda y derecha (que finalmente permite a los perezosos prescindir de la necesaria y estricta definición ética basada en la razón) se ha ampliado a diversos espectros, por ejemplo en relación al poder estatal militar, al uso de la fuerza, el medio ambiente, derechos sexuales, la educación, la economía, etc.

Entonces pregunto Izquierdas y derechas ¿Cuál ética? 

jueves, 7 de junio de 2012

UN DOCUMENTAL, ORWELL, FAHRENHEIT 451, Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN


La presentación del documental “Pinochet”, en un acto en el teatro Caupolicán,  ha generado un fuerte debate en torno a que permite el ámbito democrático, el respeto a los derechos humanos, y la libertad de expresión.

En el prólogo a Rebelión en la Granja, George Orwell planteaba lo siguiente: El tema que se debate aquí es muy sencillo: ¿Merece ser escuchado todo tipo de opinión, por impopular que sea?

La misma pregunta se puede aplicar en cuanto al estreno del ya polémico documental sobre Pinochet, dirigido por director Ignacio Zegers Blachet, que según plantean algunos, exalta la figura del dictador chileno.

La polémica ya está desatada en este sentido. Muchos se preguntan cuán legítimo sería este tipo de actos. Otros, han dicho que una democracia no puede permitir actos donde se glorifique a personas que cometieron delitos contra los Derechos Humanos, y que por tanto, un gobierno que se precia de democrático, debería prohibir tales actos u homenajes. Algunos han dicho que se debe prohibir ciertas ideas, opiniones o argumentos negacionistas o revisionistas, que justifican o avalan delitos contra los Derechos Humanos. 

Por cosas de la vida, este martes, murió Ray Bradbury, autor entre otros libros de Fahrenheit 451, donde los bomberos por orden del gobierno, se dedican a quemar libros para que los seres humanos sean más felices. Un gobierno considerado, pensará alguno.

Lo cierto, es que un gobierno que se arroga la facultad de prohibir, censurar o dictar qué se lee, se ve, se publica, se edita, o se escucha, o se dice, es un gobierno dictatorial. Porque es un régimen que pasa a llevar la libertad de opinión, porque teme a la opinión pública finalmente.

¿Defendemos la democracia y el pluralismo censurando opiniones o formas de pensar que consideramos erradas o aberrantes? No.

El supuesto errado de que el poder debe protegernos de malas ideas u opiniones, ha llevado a poderosos de diverso corte, a la quema de libros, a las proscripciones de partidos políticos, a leyes malditas, al macartismo, a las persecuciones religiosas, la caza de brujas, guerras preventivas, inquisiciones, etc. Todos, hechos que finalmente pasaron a llevar de manera brutal los derechos civiles y políticos como la libertad de pensamiento, opinión y expresión, y por tanto los derechos humanos.

Un detalle importante que muchos olvidan al plantear censuras por considerar tal o cual opinión como aberrante o inadecuada, es que la libertad de opinión es parte componente de los derechos humanos y civiles- políticos básicos de cualquier ser humano. Una sociedad que no permite la libertad de opinión –por erradas que éstas se consideren- difícilmente puede promover el respeto concreto y efectivo a los derechos humanos.

Esa incoherencia en la defensa de los derechos humanos es un grave problema ético, que el propio Orwell muy bien hacía notar: Las interminables ejecuciones llevadas a cabo durante las purgas de 1936 a 1938 eran aprobadas por hombres que se habían pasado su vida oponiéndose a la pena capital.

Entonces, negar la libertad de expresión para salvaguardar la democracia o para promover los derechos humanos, es negar  el “tener pleno derecho a decir y a imprimir lo que él cree que es la verdad, siempre que ello no impida que el resto de la comunidad tenga la posibilidad de expresarse por los mismos inequívocos caminos” como decía Orwell.

Es decir, plantear que el poder, la ley o la mayoría tengan la facultad de censurar, de restringir el derecho a reunión, o de determinar qué opiniones o ideas son aceptadas en el debate público en un momento dado, es subyugar la defensa de los derechos humanos a situaciones contextuales y temporales. Porque como decía el propio Orwell, Haced una costumbre del encarcelamiento de fascistas sin juicio previo y tal vez este proceso no se limite sólo a los fascistas.

La defensa irrestricta de los derechos humanos implica incluso –y aunque parezca contradictorio- garantizar la libertad de opinión de aquellos que con sus ideas y sentires, se plantean contrario a tales derechos. No es una cuestión política ni legal, sino una cuestión ética. 

Orwell decía, el resultado de predicar doctrinas totalitarias es que lleva a los pueblos libres a confundir lo que es peligroso y lo que no lo es. Lo peligroso no es el documental en sí. Lo peligroso es que producto de ese documental –que homenajea a un dictador que pasó a llevar derechos humanos- terminemos por validar la censura y el control por parte del Estado, en cuanto a lo que piensan las personas.

Como muy bien decía Orwell: Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír. 

lunes, 4 de junio de 2012

SALVEMOS A LA POLÍTICA DE LAS FAUCES DEL PODER


Prácticamente dos años antes de las elecciones presidenciales, los más hambrientos de poder ya nos quieren imponer sus candidatos a como dé lugar. ¿Cómo? Con los recursos más peligrosos para una Democracia, el personalismo, las encuestas y la propaganda.

Para ser gobernante, se requiere tener una idea, o al menos un proyecto con respecto a cuál será el objetivo por el que se quiere tener el poder de gobernar. Pero sobre todo, se necesita una noción de qué es la Política. No basta sólo con querer el poder, tener alta adhesión, o contar con mucha propaganda.

No obstante, hoy es claro que entre las clases y castas políticas chilenas, no hay propuesta ni debate, ni tampoco una idea clara sobre la Política en sentido estricto. Pero sí, muchas ansias de poder y mucha propaganda mediante.

Es tal el apetito de poder por el poder que han mostrado en el último tiempo las clases políticas, que en el proceso han suprimido a la Política, entendida como discusión constante de los asuntos de la Polis. La han arrinconado, ya sea desde su posición como parte de un gobierno, o como oposición. Sólo hablan de sí mismos y del por qué algunos de sus caudillos o actuales altos funcionarios, merecen gobernar al resto.

La imposición indirecta –y cada vez más directa- de los candidatos y potenciales gobernantes, por parte de las castas políticas, ya sea mediante el argumento de la mera popularidad basada en encuestas, o la propaganda descarada mediante el uso desvergonzado de las investiduras y cargos (financiadas por todos para uso gubernamental), no es una acción Política,  tampoco democrática.

Es una acción despótica del poder mismo en su conjunto ¿Sobre quién? Sobre la sociedad civil, a la que ven no como un conjunto plural de ciudadanos, sino como un conjunto de súbditos a los cuales se les puede imponer un nuevo rey.

La idea de Democracia en sentido ideal y objetivo, irremediablemente se ve horadada, suprimida y disminuida, bajo ese criterio del poder, que esconde los apetitos exacerbados por parte de quienes ejercen el poder político o lo desean recuperar.

Pero, la idea de Democracia, también se ve acribillada por la flojera intelectual de muchos ciudadanos, que al momento de elegir a quienes les gobiernan, sólo se guían por la propaganda impuesta desde esas castas políticas, o votan según criterios vagos originados a partir de ésta, como la popularidad.

El apetito exacerbado de poder es siempre una amenaza para la Política (entendida como diálogo constante y polémico en y desde la sociedad) y para cualquier Democracia (desarrollada o incipiente), pues finalmente esas apetencias dan paso no sólo al caudillismo, al culto a la personalidad y el populismo (siempre tan de la mano), sino a diversas formas de barbarie y de autocracia.

Es lo que pasa con Chávez y su particular “democracia” en Venezuela, quien a pesar de su grave enfermedad, no quiere dejar de pretender el poder, no quiere soltar ni un centímetro de éste, argumentando que su “sacrificio es por la patria”. Personalismo puro ¿No sería más patriota y democrático dejar espacio a otros? Claro, pero él ni siquiera confía en sus subalternos o las instituciones que ha implementado. Igual que Luis XIV, el Estado es Chávez.

En Chile, el caudillismo y con ello el populismo, comienzan a arrinconar a la Política de su lugar central en la sociedad civilizada. Por eso, nuestras clases dirigentes, no están centradas en el debate ni dialogando sobre cuestiones democráticas. Están enfocados en sí mismos, ahí radica en énfasis en la propaganda y la popularidad.

En la historia, ha quedado claro que cuando las clases dirigentes olvidan el sentido esencial de la Política, el último bastión de ésta yace en la Sociedad Civil.

Sí la sociedad civil pierde ese sentido, la Democracia desaparece o se corrompe. Es momento de asumir nuestras responsabilidades no como súbditos sino como ciudadanos.