martes, 19 de febrero de 2008

Festival de Viña, analizado a base de Homo Videns y Sobre la Televisión

Esta semana, los medios han estado monopolizados o han monopolizado, una sola realidad, el Festival de Viña del Mar, demostrando que la Televisión es reduccionista, deforma la realidad y desalienta el ejercicio de pensar. En definitiva es cada vez una caja más idiota.
Esta semana, los medios han estado monopolizados o han monopolizado, una sola realidad, el Festival de Viña del Mar, demostrando que la Televisión es reduccionista, deforma la realidad y desalienta el ejercicio de pensar. En definitiva es cada vez una caja más idiota.

En sus orígenes, la Televisión fue concebida en términos positivos, como un instrumento de socialización y educación eficaz, que elevaría el nivel cultural de todos los tele-espectadores.

En la actualidad, parece ser que esa nivelación se produce en sentido negativo, pues la Televisión parece estar desculturizando y atomizando a los sujetos, y sobre todo anulando su capacidad de reflexión, alienándolos.
Lejos de ser un medio cultural y de información, se ha convertido en un instrumento de subinformación y desinformación (Sartori) a base de un manejo de la información a favor de lo escandaloso o sensacionalista (Bourdieu).

La televisión, impulsada por la competitividad, simplifica el contexto y la realidad sociales, con el único fin de acrecentar sus audiencias, a base de la eliminación de cualquier noción de conflicto o polémica en cuanto relaciones sociales, en desmedro de cualquier intento de análisis de la realidad social compleja. Es decir, despolitiza el contenido de la información y con ello a los sujetos, eliminando la reflexión de éstos acerca de la sociedad.

Se genera entonces una parcialización de la realidad, donde sólo es objeto de interés de los medios, aquello que resulta promisorio en cuanto a obtener altos niveles de audiencia.
Entonces, se eliminan, censuran o tergiversan de la emisión, la información y de la mente del espectador, partes importantes de la realidad social.
Por lo mismo, Sartori y Bourdieu coinciden en que la televisión actual se caracteriza por anular la capacidad de reflexión del ser humano y desalentar el ejercicio de pensar, debido a que simplifica la realidad, privilegiando la imagen sobre el contenido y la emoción sobre el raciocinio.
La Televisión entonces, entra en la lógica que señaló McLuhan, en la que los medios de comunicación, buscarían lo trivial como forma "neutral" para poder ampliar sus audiencias.

Es decir, la televisión se convertiría en una poderosa maquinaria de banalizar la realidad para poder ponerla al alcance de todos, a base del atontamiento de los sujetos.

Actualmente, se ha constituido claramente como un medio de desinformación, que deforma la realidad social, simplificándola, deformándola y reduciéndola, en pro de las modelos que son convenientes para generar audiencias masivas y crearles nuevas necesidades rentables.

Bienvenidos a la Sociedad del Espectáculo

martes, 5 de febrero de 2008

La oligarquía de la Ciencia

Idealmente el campo ámbito científico se concibe como espacio positivo –en términos epistemológicos y éticos- libre de los vicios del conocimiento vulgar y del egoísmo característico del comportamiento humano. Bajo este precepto, tanto las Ciencias mismas como los científicos, son vistos erradamente como personas elevadas, cuyo único y principal propósito es el alcanzar la Verdad del conocimiento.

Sin embargo, como cualquier otro ámbito de actividad, como un espacio de lucha competitiva en torno a un capital determinado, el sentido básico del campo científico es lograr el control del monopolio de la autoridad científica (junto a los beneficios que eso conlleva) por lo que las pugnas epistemológicas están plagadas de intereses producidos en otros campos sociales.

Contrariamente a lo que podría pensarse, la autoridad científica no está fundamentalmente cimentada en los aportes científicos de ésta, sino en el control que ejerce sobre el capital social acumulado y sedimentado en el mismo campo, a través de diversas prácticas e instituciones no científicas, lo que produce la jerarquización entre quienes detentan determinado capital social y aquellos que desean tenerlo.

Los científicos entonces, tienden a legitimar aquello que se reproduce como conocimiento legitimo mediante prácticas y recursos ya instituidos dentro del habitus dominante -como grados académicos, metodologías de investigación y enseñanza hegemónicas- y no mediante la innovación científica como tal.

Se produce entonces la homogeneidad del campo científico que tiende entonces a suprimir la innovación, anquilosando el conocimiento ya instituido en base a un habitus determinado. La posibilidad de revolución al modo de Kuhn, es entonces acallada por las elites que controlan el campo, que tienden a proteger el statu quo epistemológico, con el propósito de conservar sus posiciones de estatus y poder.

Se constituye entonces una ley de hierro de la elite científica al modo de Michels, donde se constituyen prácticas destinadas a perpetuar el orden científico establecido, colando el acceso al habitus, el capital simbólico y las redes sociales del campo, con el fin perpetuar los paradigmas, conocimientos, y símbolos dominantes.

Cualquier otra fuente de conocimiento científico, es desechada no a través de la lógica popperiana de verificación-eliminación, sino que a través de una lógica simbólica y subjetiva de dominación, en base a su concordancia ideológica con el discurso constitutivo del paradigma epistemológico imperante, y el habitus de los sujetos que controlan el campo, marcado por su capital social.

Mediante ésta lógica, la elite científica dominante circunscribe y determina las fronteras de lo que es epistemológicamente válido, en cuanto a problemas, respuestas, metodologías, paradigmas, y sujetos autorizados para su uso, sedimentando en definitiva la inercia intelectual dentro del campo científico.

Queda así determinada a priori la demanda con respecto a determinados conocimientos, prácticas y habilidades, en base al habitus dominante del campo, y cuyo capital social específico genera y reproduce dentro de un marco institucional y simbólico, con el único fin de perpetuar su dominio.

Como los miembros de cualquier ideología, los miembros dominantes del campo científico establecen una serie de símbolos y procedimientos a modo de doctrina, internalizando en su habitus los modos y formas de reproducción, jerarquización y a la vez exclusión del capital social dominante.

No existe entonces “la famosa "neutralidad" (erróneamente igualada a objetividad científica cuando es algo inevitable, es decir, un hecho, que el escapismo es siempre imposible).” (Sobre intelectuales y política, Pierre Bourdieu).