jueves, 28 de enero de 2010

LOS FALSOS DEFENSORES DE LA LIBERTAD PARTE II

Tal como decíamos en la parte I, el crony capitalismo es el modelo que ha prevalecido en mayor o menor medida en la mayor parte de las economías del mundo. La lógica es siempre la misma, y en el fondo siempre esconde una plutocracia, un gobierno de los más ricos, a veces como una democracia isonómica (en el sentido que permiten que la gente vote cada cierto tiempo pero sin más derechos ni poder); o directamente autoritaria, dictatorial o totalitaria.

Según el economista Gary Becker, el capitalismo crony es un sistema –aparentemente de libre mercado- donde las corporaciones empresariales obtienen poder económico no por su competitividad o innovación sino que gracias a sus conexiones cercanas al gobierno de turno, los favores y ventajas económicas que éste les asegura. De libre mercado nada. Capitalismo de amigotes y corrupción mucho.

Una aclaración previa para algunos, al hacer esta crítica al capitalismo crony, bajo ningún punto de vista planteamos como alternativa una dictadura proletaria, ni la colectivización de los medios de producción o su completa estatización (con supresión de propiedad privada incluida) pues sabemos y entendemos que eso deriva en crear una nueva casta de explotadores y propietarios monopólicos, disfrazados de dirigentes del pueblo, en desmedro de los ciudadanos comunes.

La crítica en definitiva es contra cualquier monopolio político, empresarial que se pretenda imponer o que ya existe, llámenlo algunos democracia, capitalismo, democracia popular, etc.

Esta crítica sigue la tradición de autores como Benjamín Tucker, Lysander Spooner y Thomas Paine, quienes promovían una sociedad democrática de propietarios, donde cada cual sea dueño de su trabajo, en un régimen de libertad y cooperación, libre de cualquier modo de monopolio y concentración del poder, y por tanto libre de cualquier coacción ya sea estatal, corporativa empresarial o de cualquier otra índole.

Chile no es la excepción en cuanto al Capitalismo Crony. De hecho, Chile ha tenido la mayor parte de su historia una economía que podríamos considerar crony capitalista (encubierta mediante diversos discursos nacionalistas, libre mercadistas), primero en función de los sectores latifundistas oligárquicos, luego en torno a los sectores mineros e industriales-agrícolas, y luego en torno a los sectores financieros y político-empresariales.

Los ejemplos de esta estructura de poder son varios y podemos encontrarlos en todo el espectro político y empresarial, y a lo largo de toda nuestra historia.
El presente artículo ha sido construido a base de artículos de prensa y otros trabajos de diversos autores que a lo largo de los años han abordado este tema. Los datos no son invención sino que han sido publicados por los autores citados y son usados como la prueba empírica de que en Chile no hay libre mercado sino que capitalismo crony.

EL CAPITALISMO POPULAR CRONY DE PINOCHET
En Chile el lenguaje del libre mercado ha sido utilizado desde hace algún tiempo para encubrir una serie de acciones que no tienen nada que ver con éste, sino más bien con lo que ya hemos explicado, el crony capitalismo. Tal como explica Roderick Long, “existe una generalizada (aunque no universal, una vez más) tendencia de los conservadores a cubrir con retórica de libre mercado las políticas corporativistas”.

Un ejemplo claro de crony capitalismo son las privatizaciones de empresas llevadas a cabo entre 1973 y 1990 durante la dictadura militar, como CAP, Endesa, Inacap, Hacienda Rupanco y Soquimich.

De las 30 empresas enajenadas entre 1978 y 1990 “los compradores fueron los propios interventores nombrados por Pinochet, entre los que estaban su yerno.

Claramente no hubo procesos de licitación “normales y transparentes” sino que favores del jefe de gobierno a sus amigos, yernos y algunos de sus altos funcionarios. Conocidos son los casos de Endesa, y Soquimich, donde “en ambos casos se construyeron estructuras internas que garantizaban su dirección, aunque no se tuviese la mayoría accionaria”. (Hugo Fazio).

Del mismo modo se produjo la privatización de otras empresas como Iansa; Banco de Chile y Santiago, en los cuales sus interventores recibieron favores por sus nexos con el gobierno, que aún continúan.

Así, “en este período se usó profusamente el mecanismo del capitalismo popular. Se habló de expandir la propiedad, democratizarla. Los hechos, en cambio, mostraron que por esa vía se condujo, finalmente, a acentuar la centralización de capitales, su control por pocas manos…” (Hugo Fazio).

Según CIPER CHILE, gracias al llamado “capitalismo popular” (capitalismo de amiguetes a todas luces) en 1989, Pinochet compró en $6.112.656, 370.464 acciones de Endesa, que luego, en 1992, vendió a Socimer Corredores de Bolsa S.A en $45.689.325, lo que le reportó más de $ 39 millones en utilidades. Eso sin mencionar Famae Limited; y otras propiedades adquiridas de extraña forma.

¿Libre mercado? Tal como plantea Long “no hay nada de libre mercado en la privatización en este último sentido, ya que el poder de monopolio es simplemente trasladado de un grupo de manos a otro, lo que se llama corporativismo, o intervención pro-empresarial, no laissez-faire”. (Roderick Long).

Algunos argumentan que las privatizaciones permitieron la recuperación económica y que el modo en que se efectuaron se justifica por la urgencia. Sin embargo, no opina lo mismo Ricardo Ffrench Davis, quien plantea que “si uno mira la información anterior y posterior a las privatizaciones -períodos 1975/1981 y 1985/1989- se da cuenta que, con o sin privatizaciones, todo estaba subiendo, nos estábamos recuperando. Si bien nos habíamos caído, ahora estábamos sacando la cabeza del hoyo. No eran las privatizaciones de los años 70, sino la llegada de créditos bancarios, que a Chile y a Argentina nos tiró para arriba entre los años 75 y 89".

Pero tal como explica irónicamente Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, "la privatización -escribió- es una realidad sencilla: todo lo que hay que hacer es regalar los activos a los amigos, y esperar favores a cambio".

CHILE: LA ALEGRÍA LLEGÓ PARA EL CAPITALISMO CRONY
Con el retorno a la democracia, muchos pensaron que las estructuras crony capitalistas amparadas en la estructura dictatorial serían abolidas con la transparencia que cualquier sistema democrático debería tener. Sin embargo, ocurrió lo contrario y las lógicas crony rápidamente fueron adoptadas por los nuevos funcionarios gubernamentales, mientras las clases empresariales corporativas se adaptaban al nuevo régimen político, estableciendo nuevas redes con éstos.

La costumbre de pagar sobresueldos a los directivos y altos funcionarios, heredada de la dictadura, continuó sin problemas. A la vez, el nuevo gobierno democrático debió legalizar pagos y remuneraciones por varios millones de dólares a ex funcionarios designados por la dictadura.

Un primer ejemplo de Crony Capitalismo en democracia es el caso Codelco donde luego del escándalo, hubo millonarias indemnizaciones para gerentes y directivos. Otros casos escandaloso en el mismo período es el del Director de la casa de Moneda.

Quizás uno de los ejemplos más emblemáticos de Crony Capitalismo en los inicios del retorno a la democracia es el de las casas Copeva, donde era claro el nexo entre la empresa privada y altos funcionarios de gobierno, incluidos ministros. La empresa construía casas para el ejército mientras el hermano del dueño era ministro de defensa. No fue raro entonces que “casi todas las reparaciones parciales fueron de cargo del Fisco y la empresa COPEVA no asumió su responsabilidad por construir casas que se llovían…”

Otros ejemplos son los casos Coimas e Inverlink. En el primero, una “red constituida por empresarios, funcionarios, políticos y diputados consistía en otorgar concesiones para empresas que realizan la función de controlar el parque vehicular del país. Estas concesiones se hacían eludiendo las licitaciones regulares y los empresarios pagaban sobornos a los políticos involucrados”. En el segundo caso “funcionarios de CORFO estaban a cargo de esos títulos y eran a la vez miembros de INVERLINK”. Crony capitalismo por donde se mire.

Otro caso menos conocido es el de PROCHILE, donde la “encargada” Gabriela Ruitort (pues no cumplía con el requisito profesional para ser directora) entre otras irregularidades “cobraba una cuota extra a los que viajaban, la que se dividía entre la empresa de turismo COCHA de su amiga Rosario Seijas y PROCHILE, pero la parte de PROCHILE no se ingresaba en la contabilidad de la institución. Esto implicó un reparto de 300 mil dólares entre COCHA y PROCHILE”.

Por eso no es raro escuchar que ministros como José Antonio Viera-Gallo tenga nexos con las AFP, al igual que la ex intendenta de Santiago, Ximena Rincón, hoy en un directorio de AFP; o el ex ministro de Obras Públicas y ex presidente del Banco Estado, Jaime Estévez, ahora director del Banco de Chile y de una AFP; o el ex ministro Eduardo Aninat, sea hoy presidente de la asociación de Isapres. O que René Cortázar, el actual titular de Transportes, pertenecía a los directorios de D&S, Corpbanca y Aes Gener (empresa que construye la Termoeléctrica Campiche las comunas de Puchuncaví y Quintero).

Menos raro es ver que el presidente electo tenga acciones en cadenas de farmacias.

¿Acá no hay choque de intereses? ¿Acaso esto no es una elite emparentada que controla todo? ¿Esto no es acaso un sistema donde las corporaciones empresariales obtienen poder económico no por su competitividad o innovación sino que gracias a sus conexiones cercanas al gobierno de turno? ¿No es esto Crony capitalismo?

Como dice Roderick Long “cuando los conservadores venden sus proyectos plutocráticos como políticas de libre mercado, podemos realmente culpar a los liberales-socialdemócratas y a la izquierdas por confundir ambos?”

Kevin Carson lo dice más claramente: “Sospecho que estos libertarios se vuelven libertarios precisamente porque son autoritarios”.

LOS CIUDADANOS Y LOS AUTORITARIOS DISFRAZADOS DE LIBERTARIOS
Veamos un ejemplo que implica a ciudadanos comunes versus el poder corporativo y político: el caso de la construcción de la Termoeléctrica Campiche las comunas de Puchuncaví y Quintero de la empresa AES Gener, donde René Cortazar era miembro.

En junio pasado, la Corte Suprema detuvo el proyecto de la Central Termoeléctrica Campiche, de la empresa AES Gener, pues el Consejo Ecológico de Puchuncaví-Quintero, interpuso un recurso debido a que los permisos otorgados por la Corema V Región, ya que las obras se ubican en una zona destinada para áreas verdes. Es decir, no cumplían con las normas legales.

Como era de esperarse, y tal como dice Roderick Long “el favoritismo del Gobierno también asume la irresponsabilidad de las grandes empresas con el medio ambiente. Por ejemplo, los contaminadores a menudo gozan de la protección contra demandas, a pesar de que la contaminación es una violación de los derechos de propiedad privada.”

Así, el Intendente DC Iván de la Maza, consideró que lo expresado por la Corte Suprema era mera opinión. No es raro que la ministra de Vivienda, Patricia Poblete, declarara que “la única salida para Campiche es modificar el plano regulador de Puchuncaví”. Y así lo hicieron.

Los representantes de AES Gener se reunieron con el ministro Pérez Yoma para reclamarle (pedirle que intervenga) por los dictámenes de la Corte Suprema, de apelaciones, y la Contraloría, que consideraron ilegal la instalación y construcción de la termoeléctrica Campiche.

Como dice Kevin Carson, algunos “parecen alabar el libre mercado porque creen que eliminará al Estado como enemigo del autoritarismo local que disfrutan, y les dará mano libre para jugar con sus indefensas víctimas en sus pequeños cubículos de la muerte sin interferencia externa”.

Los emprendedores de la zona afectada, como agricultores y pescadores, han visto profundamente afectadas sus labores, porque ahora sólo pueden cultivar paltos y sus pescados tienen deformidades o están contaminados.

A estos emprendedores, nuestra Constitución no les protege en nada, porque los fallos de otros poderes del Estado, las grandes empresas pueden revertirlos, incluso modificar las leyes, gracias a sus nexos con los gobiernos.

Por eso mismo como dice Roderick Long, “el poder corporativo y el libre mercado son actualmente antitéticos; la competencia genuina es la gran pesadilla de las grandes empresas”.
Ya viene la parte III. Un adelanto del tema.

martes, 19 de enero de 2010

LOS FALSOS DEFENSORES DE LA LIBERTAD. PARTE I

Algunos sectores, que se han pronunciado más claramente como defensores de la propiedad privada y la libertad, caen en profundas contradicciones cuando se trata de defender la independencia de los individuos en cuanto la acción (coacción) del Estado, sobre todo en cuanto al derecho a la auto posesión y la libertad moral de los sujetos.

Ciertos sectores políticos –para diferenciarse de otros- siempre han destacado que tienen un discurso en defensa de la libertad individual. Sin embargo, su discurso tiene enormes incoherencias pues mientras dicen defender tales principios, estos “defensores de la libertad” en la práctica, aceptan un sin número de intervenciones por parte del Estado para lo que ellos llaman “excepciones”.

En ese sentido, esta defensa de la libertad individual y la propiedad ha sido más bien un instrumento -y no tanto un principio valioso puesto en práctica- que algunos han utilizado para justificar la coacción estatal y la mantención de estructuras de privilegios y propiedad (la cual no necesariamente se originó como producto del trabajo y esfuerzo individual sino como producto de la histórica violencia del Estado y sus instituciones).

Es decir, defienden lo que podemos llamar mercantilismo, un capitalismo de Estado o un crony capitalismo. Nunca un libre mercado. (De esto hablaremos en detalle en la parte II).

Por eso, estos mismos que hablan de un estado mínimo, simultáneamente defienden intervenciones “en los campos de la policía y de los asuntos militares, en la educación, los impuestos, bienestar, "externalidades", leyes antitrust, y dinero y banca.” . O, en nombre de una entelequia como la patria, defienden la conscripción obligatoria, que no es más que esclavitud legalizada.

Es decir, mientras critican a otros de estatistas e intervencionistas, simultáneamente defienden un estatismo corporativo donde el Estado privilegia e interviene a favor de las grandes empresas y grupos de poder como iglesias o ejércitos, permitiendo acciones coactivas para promover lo que ellos consideran “bien común”. Quizás por eso, Emma Goldman decía que “después de todo, el mayor baluarte del capitalismo es el militarismo”.

Así, como explica Kevin Carson, “el capitalismo corporativo confía en gran medida en la intervención estatal para su propia supervivencia”.

Todo lo anterior tiene su raíz en una ambigüedad mucho mayor del discurso (podemos llamarlo conservador, vulgo liberal, neoliberal, etc) que tiene relación con la negación del derecho de auto posesión.

Muchos autodenominados defensores de la libertad, caen en una contradicción mucho más profunda. Muchos no reconocen el derecho de auto posesión. Es decir, el derecho de “controlar el cuerpo, libre de toda interferencia coercitiva” .

Algunos de estos seudo defensores de libertad dicen que el ser humano es sólo un administrador del cuerpo y no su dueño o propietario. Entonces ¿Cómo pueden proclamar la propiedad privada si no defienden la propiedad sobre el propio cuerpo que es el que la genera?

Responden -para darle sustento ideológico a su afirmación- que dios es el propietario de éste y que el derecho de propiedad no es absoluto porque hay cosas que no pertenecen a nadie, como el cuerpo.

Pero si el cuerpo es prestado ¿Todo lo que generamos con éste, incluidos los productos de nuestro trabajo, le pertenecen a dios? Pero ¿Y a qué dios?

Tomando en cuenta que los seres humanos somos seres racionales, surge otra pregunta ¿Y nuestras almas, voluntad o razón, o como quiera llamársela? ¿También son prestadas por dios? ¿Somos sólo sus meros administradores? ¿O en ese caso hay una excepción y de qué depende ésta?

Pero si el alma, la voluntad y la razón tampoco nos pertenecen ¿Para qué esforzarse en tratar de salvarla? ¿No sería más coherente aprovechar de disfrutar y acceder al máximo de placeres terrenales y mundanos que este préstamo temporal nos permite?

Es más ¿A quién pertenece mi experiencia si es a través del cuerpo y la razón que la capto? O peor aún ¿Cómo entonces podemos buscar nuestros fines o la trascendencia para algo que en definitiva es prestado? Y entonces ¿La vida no nos pertenece? Al parecer tampoco, dicen estos defensores de la libertad.

Lo cierto es que el no reconocimiento de la propiedad sobre el propio cuerpo implica no poder reconocer ser dueños del propio trabajo y las extensiones que se generan a partir de éste. Es decir, romper con la cláusula lockeana, que establece que la propiedad se origina de la mezcla del trabajo sobre la materia sin utilizar.

Por otro lado, si no soy dueño del cuerpo ¿Cómo puedo ejercer mi voluntad? No quedaría otra respuesta que someterla al dominio y voluntad de otro u otros, que serán los que guíen la acción al determinar el curso de éstas. Pero entonces ¿Qué pasa con la creatividad, la imaginación? Claramente bajo ese criterio, no habría arte, por ejemplo.

Lo que en fondo hacen o promueven estos denominados defensores de la libertad individual, es tratar de hacernos ceder nuestros derechos básicos a un entidad superior, ya sea dios o el estado, o la iglesia o la gran corporación, que en realidad ellos controlan o quieren controlar.

Es tratar de hacernos actuar según su propia apreciación y moral. Como dice Lysander Spooner “se muestran a sí mismos como adornadas tanto por el poder como por el derecho a definir y castigar los vicios de otros hombres”.

miércoles, 13 de enero de 2010

POR LA LIBERTAD DEL VOTO

Cualquiera que valora la democracia y lo que ésta implica, debería votar nulo el 17 de enero.

La política chilena, hoy es prisionera de dos coaliciones que se han repartido el poder, lo centralizan, lo concentran y han convertido a la democracia en un instrumento para sus fines personales y partidarios, dejando fuera de toda capacidad de acción a la ciudadanía.

Los sectores políticos que están fuera de éstas alianzas corporativas y los ciudadanos comunes y corrientes, sólo se limitan a ser simples vasallos y clientes políticos del despotismo blando que ambos sectores han construido. Eso no es democracia.

La democracia que se prometía reconstruir para y por los ciudadanos, fue sólo devuelta en parte, y ha sido reducida al acto del voto. Las regiones lo saben, los independientes también lo saben.

Ambas coaliciones y sus candidatos presidenciales, representan el poder sustentado en una institucionalidad impuesta por la fuerza y la coacción sobre los ciudadanos desarmados.

Ambos sectores han hecho usufructo de la estructura económica para aumentar sus arcas personales y el de sus empresas asociadas.

En definitiva, ambos representan el orden imperante y hegemónico, que ellos llaman democracia, pero que deja fuera del juego a la mayor parte de los ciudadanos. Eso no es democracia.

Democracia no es sólo permitir a los ciudadanos ejercer el voto cada cuatro años para elegir candidatos. Es prepararlos para participar de ella, y lo que menos se hace hoy en las escuelas es eso.

Democracia no es elegir entre las opciones que las elites partidarias imponen a través de los medios de comunicación, sino que poder crear opciones propias, mostrarlas al resto y hacerlas competir.

Tampoco es democracia elegir a perpetuidad a los miembros de ciertas dinastías, como ocurre hoy día como si se tratara de una monarquía donde los cargos parecen hereditarios.

Democracia es ejercer la ciudadanía día a día, en todos los lugares, es defender el derecho a disentir, a debatir, es poder participar y competir de forma pacífica, dialogante, sin depender del partido, el dinero, el apellido o las horas de vasallaje que se tengan en el cuerpo.

Por eso, defender la democracia no significa ser oveja y someterse al despotismo blando de las elites. Menos aún por miedo y temor al despotismo de otro grupo de elites.

Valorar la democracia es reconocer que la legitimidad del gobierno, sea cual sea, depende de los ciudadanos, y que si los gobernantes se alejan de éstos, entonces ya nada es legítimo.

Por eso, defender la democracia es tener conciencia de que ningún gobierno puede derivar en monarquía o dinastía eterna, ni ningún poder puede imponerse por amenaza o fuerza sobre los ciudadanos, sea económico o político.

Defender la democracia es tener claro que ninguna dinastía, dictadura o elite, son legítimas para evitar la dinastía o la dictadura de otros. Lo sabemos.

¿Cuántos años habrá que esperar para votar sin temor?

Por eso, no apoyo a Piñera ni Frei, porque ambos representan y personifican una misma estructura de poder que se ha concentrado cada día, alejándose cada vez más de los ciudadanos.

Ambos representan una clase política que ante la opinión pública y sobre todo en tiempos electorales hacen aflorar sus diferencias, para luego darse la mano y cerrar tratos políticos corporativos a puertas cerradas. Así lo han hecho por veinte años. Eso, no es democracia.

No caigamos en la falacia de culpar a los nulos por la elección de un candidato u otro en esta próxima elección. Menos aún por lo que hagan en sus eventuales gobiernos.

Si votamos nulo, es porque ya desconfiamos de ambos y de sus coaliciones. Nos abstenemos ante la duda.

Por eso, ningún ciudadano, sea como sea que vote, es culpable o responsable de las brutalidades que una vez electos hagan los gobernantes. Pues, al votar, el ciudadano cede a sus representantes la potestad para decidir.

Votamos nulo, porque ninguno de los dos candidatos nos da la confianza para un buen gobierno. Sólo esperamos, y porque respetamos las opciones de otros ciudadanos, que sea cual sea el elegido, sea uno bueno para cada ciudadano.

La política y la democracia es diálogo, por eso cada representante debe convencer a sus electores con ideas y propuestas, si no es capaz de ello, entonces es incapaz políticamente.

Porque la política es diálogo y convencimiento, no dogma, mito y religiosidad, menos mera publicidad. Como ciudadanos, votamos según ideas y propuestas, no según afiches de pasta de diente.

Por nuestro derecho a pensar como queramos, por nuestro derecho a ejercer el voto libremente, y sobre todo porque respetamos y valoramos la democracia, votamos nulo.

martes, 5 de enero de 2010

¿DÓNDE ESTÁ EL PROGRESISMO?

Si analizamos el escenario político actual y la historia de lo que llamamos progresismo, los progresistas no están ni en la Alianza y ni en la Concertación. Lo cierto es que el progresismo perdió las elecciones el 13 diciembre pasado.

La batalla en torno al concepto de Progresismo, indica que en la política hay una crisis, una fractura en el contorno y el discurso habitual en el que se enmarcaban las identidades políticas (derecha e izquierda) de antaño, debido a que hoy los actores políticos tienden a mantener el statu quo.

Ante esa dislocación los actores políticos tratan de hegemonizar los significantes, que ahora vacíos y sin contenido, parecen un globo que es peleado por niños de cumpleaños.

Todos se declaran progresistas o defensores de sus principios. Lo cierto es que lo que llamamos progresista es una posición que se define por su posición crítica frente al poder, y no necesariamente por los métodos, como Cesar Barros en Que Pasa, planteó hace algunos días.

Si analizamos el escenario político actual y la historia de lo que llamamos progresismo, los progresistas no están ni en la Alianza y ni en la Concertación. Lo cierto es que el progresismo perdió las elecciones el 13 diciembre pasado.

¿Es el progresismo de derecha o izquierda?
Si analizamos la historia de lo que llamamos progresismo (con ello la nomenclatura izquierda y derecha) éste se relaciona con quienes, sentados a la izquierda en la Asamblea Legislativa Francesa, eran los radicales que se oponían al retorno al Antiguo Régimen. Demás está decir que quienes estaban a la derecha eran partidarios de la monarquía y la aristocracia caída en desgracia, no por un tema de buena fe, sino para mantener privilegios.

Así, Bastiat (autor ahora considerado de derechas por defender el libre mercado) estaba sentado junto a Proudhon (mutualista y anarquista) en dicha ala izquierda de la asamblea. Ambos eran progresistas porque se oponían al antiguo orden monárquico.

En el fondo ambos se oponían a una estructura de privilegios y buscaban la mayor libertad e igualdad, porque entendían que cualquier orden social y cualquier tipo de gobierno pueden derivar en fuente y sustento de abusos y privilegios, ya sea como dictadura (de ahí las discusiones con Marx) o como capitalismo (que no es lo mismo que libre mercado, donde el Estado privilegia por la fuerza y la usura a las grandes empresas y grupos de poder, denegando el Libre Mercado). Por lo mismo, también tendían a oponerse al imperialismo, la guerra, la conscripción obligatoria y la esclavitud.

A esa posición ante el poder, se le llamaba progresismo, cuyo polo opuesto era lo que algunos llaman conservadurismo. En el fondo el progresismo se opone al privilegio y la concentración del poder sea cual sea el carácter de un orden social o de gobierno.

Los progresistas ¿Dónde están en Chile?
A principios de los 90´ -y como recuerdo para los desmemoriados- ser de derecha era ser defensor del continuismo, de la perpetuación de un mismo gobernante por 8 años más y la institucionalidad autoritaria impuesta. La derecha no era defensora de la alternancia en el poder ni la competencia política sino de la continuidad máxima y del autoritarismo.

Por otro lado, la centro izquierda, que quería sacar a quien había gobernado sin interrupción por 17 largos años, luego de 20 años y de mantener gran parte de la institucionalidad previamente criticada, parece también haber caído en las lógicas y vicios que la permanencia en el poder genera. Hoy son en su mayor parte defensores del statu quo vigente.

Si analizamos con detenimiento, en el fondo y con matices, en casi 40 años, ambos sectores han asegurado una institucionalidad que avala la concentración del poder de una creciente partidocracia, basada en la desconfianza en los ciudadanos y la sociedad civil en general.

Ambos sectores también, han camuflado un capitalismo de amigotes, con un discurso de libre mercado. Así mientras hablan de libre mercado y libre competencia, han llevado a cabo privatizaciones basadas en la afinidad con el gobierno de turno como lo hizo la derecha durante la dictadura, o han aprovechado el monopolio estatal de algunas empresas para contratar a sus propias agencias privadas de asesorías, como lo ha hecho la centro izquierda.

Si entendemos que el progresismo se opone al privilegio y la concentración del poder que cualquier régimen avala, sea cual sea el carácter del orden social o gobierno, claramente los progresistas no están ahí.

Como antaño, el antiguo régimen nos impone sus pocas opciones y así como siglos atrás, si no aceptamos a ninguna, entonces nos acusan de estar contra el rey.