viernes, 29 de mayo de 2009

Libertad de expresión ante dos riesgos

Los atentados a la libertad de expresión, no sólo se pueden producir cuando el poder político se concentra, también cuando se concentran de forma privada los medios de comunicación. El caso de Venezuela e Italia son claros ejemplos de ambos procesos.

En Chile mucho se ha comentado la irrisoria orden -digámoslo así, de ser efectiva- dada a su llegada a Venezuela, a algunos visitantes extranjeros, de no criticar al gobierno de Chávez. Claramente eso es un atentado a la libertad de expresión (estemos o no de acuerdo con lo que alguien dice. Tal como dijo Voltaire hace mucho tiempo atrás).
En ese sentido, la pluralidad de medios de comunicación es clave y esencial para el desarrollo y mantenimiento de la democracia, la mayor competencia política, la mejor participación e interés en los asuntos ciudadanos.

Los ciudadanos tienen el derecho a acceder y producir información diversa y variada, desde la cual poder desarrollar sus criterios, entregar sus opiniones a otros y tomar decisiones. Ya lo hemos visto en cuanto a la colusión de las farmacias, las denuncias de corrupción en el gobierno y la oposición, el debate en cuanto al aborto, etc.

La libertad de expresión permite no sólo desarrollar el primer acto racional del ser humano (comunicar), sino también establecer una relación fluida a nivel de la política, entendida está como diálogo, competencia e intercambio de ideas entre los sujetos. Ahí radica la importancia de la libertad de expresión en cuanto a lo político. Sin libertad de expresión, lo político se suprime y entonces es probable que surja la violencia como método.
Por eso, la libertad de expresión es reflejo de que el poder no está totalmente concentrado en pocas manos y que permite a los ciudadanos expresar sus intereses, necesidades, opiniones, y sobre todo sus criticas a un gobierno.
Sin embargo, en base a esa relación entre libertad de expresión y política, existe la creencia de que la libertad de expresión sólo está en peligro cuando el o los gobernantes de turno (las elites en realidad), concentran y usan de forma inapropiada el poder político que ostentan, y comienzan a ejercer diversas presiones sobre los medios de comunicación que los cuestionan o crítican, a la vez que se apoderan de otros. Es decir, que la libertad sólo está en riesgo en cuanto a la concentración del poder político.

Sin embargo, lo cierto es que la libertad de expresión también corre enormes y serios riesgos cuando es otro el poder que se concentra -que no es específicamente el político- el económico.
La concentración de la propiedad de los medios de comunicación también conlleva riesgos a la libertad de expresión, a la pluralidad de ideas, y en definitiva a la democracia.
Quienes no consideran esto, parece que olvidan los lazos estrechos que existen entre ambos tipos de poder. Claramente lo peor ocurre si ambos -poder político y económico- se concentran en una sola unidad en un momento dado.
El caso del gobierno venezolano es un ejemplo del proceso habitual y más difundido de riesgo para la libertad de expresión (propagada generalmente por quienes concentran de forma privada los medios de comunicación).
En ese proceso, desde el poder político que se concentra paulatinamente, se comienza a ejercer presión, primero sobre los medios opositores (luego incluso sobre los adherentes) y después sobre las personas, que son las generadoras de expresión e ideas.
La segunda forma de riesgo para la libertad de expresión, es un proceso no muy conocido ni menos difundido, por causa de la misma concentración privada de los medios de comunicación.
Claro, ningún miembro de un oligopolio comunicacional que concentra cada vez más la propiedad de diversos medios, controla las líneas editoriales y lo que se maneja en la agenda pública, publicará y hablará de los riesgos que implica eso para la libertad de expresión y la democracia. Menos aún si esos miembros se relacionan con los gobiernos de turno sin problemas.
Lo cierto es que la libertad de expresión también está en riesgo cuando la propiedad de los medios se concentra en forma privada y sin contrapeso, dando paso a los mismos vicios que genera el primer tipo de riesgo: información sesgada, asimétrica, homogénea, poca contrastación de hechos, falta de veracidad, omisión, censura, etc.
Lo que probablemente varía entre un proceso y otro, es que el primero, el político es más notorio y generalmente se acelera en un momento determinado, mientras que el segundo se constituye lentamente, sin que nadie lo note realmente en sus efectos.
El caso de Berlusconi en Italia es el ejemplo claro del peligro que sufre la libertad de expresión, cuando los medios de comunicación se concentran en manos del poder privado. La libertad de expresión y de prensa prende de un hilo.

martes, 26 de mayo de 2009

Las farmacias suman y siguen

Las farmacias siguen haciendo gala de su compromiso -artificial- con la salud de los pacientes (no son consumidores ni clientes). Si la colusión de precios molesto a los ciudadanos, el uso de sus datos personales más íntimos –sin consentimiento- debería enfurecerlos aún más.
La colusión en los precios de medicamentos fue un claro atentado a los bolsillos de las personas (las más vulnerables, las personas enfermas). Nadie lo discute.
Sin embargo, hace tiempo las farmacias, junto a las Isapres, están haciendo otro más grave ataque, a lo más íntimo de la vida privada de los ciudadanos, al violar la información clínica confidencial de los pacientes.

Esto, no sólo se pasa a llevar un derecho civil básico como lo es la máxima intimidad de una persona, sino también el secreto profesional médico-paciente.

Por lo tanto, cuando usted acude a comprar algún medicamento, el vendedor (porque en algunos casos ni siquiera tienen químicos farmacéuticos, pues les sale muy caro) sabe qué enfermedad usted está padeciendo sin que usted le diga.

Probablemente incluso, en base a esa información, se esté determinando en ese preciso instante el precio de su medicamento (¿Alguna vez le muestran la pantalla donde sale el precio? Nunca, sólo se lo dicen). Obviamente no es el precio real, sino que uno asignan según su patología y su necesidad. ¡Un ejemplo de compromiso con la salud!

Por lo mismo, la abogada Verónica Sánchez, interpuso una querella contra la cadena de farmacias Cruz Verde, por violación de secreto privado ante el Séptimo Tribunal de Garantía de Santiago.

Según la abogada, la empresa disponía en pantalla de datos confidenciales sobre su patología AUGE, los que fueron traspasados a la cadena por parte de su isapre.

Verónica Sánchez ya había presentado un recurso de protección en contra de su isapre, Banmédica, y contra la cadena Cruz Verde, por considerar que vulneraron su derecho a la intimidad e integridad psíquica.

Lo cierto es que hace tiempo existían rumores y luego pruebas fehacientes de este tipo de malas prácticas por parte de las farmacias. Hace un tiempo atrás funcionarias de algunas de éstas, fueron captadas in fraganti –por cámaras de un canal de televisión- sacándole fotocopias a recetas médicas, sin autorización de los pacientes. O sea, esto no debería ser novedad.

Por otro lado, ya comienzos del mes, el diputado PS Fulvio Rossi, aseguró que las isapres Cruz Blanca y Consalud entregaban información a SalcoBrand.

Lo concreto es que las personas deben saber que estas acciones -entre isapres y farmacias-constituyen claros ilícitos. Se pasa a llevar el secreto profesional médico-paciente, pero sobre todo la privacidad de las personas, que es un derecho fundamental de cada individuo, protegido en la Constitución.
Ya es tiempo que se sancionen fuertemente este tipo de abusos. Las farmacias la sacaron literalmente barata con el tema de las colusiones. ¿Pasará lo mismo ahora? ¿Pasará lo mismo que ocurre con el Dicom Histórico?
Más información en CIPER CHILE

lunes, 18 de mayo de 2009

Ni con Marcos, ni contra Marcos

Las diversas reacciones que se han generado en torno a la candidatura de Marco Enríquez-Ominami reflejan la rigidez transversal de las clase políticas, su profundo conservadurismo y lo proclive que son a mantener el statu quo en todos los niveles.

De ambos extremos del espectro político, desde la derecha más conservadora hasta la izquierda conservadora, miles de argumentos se han levantado para cuestionar la candidatura de Marcos Enríquez-Ominami. Raro porque todos esos sectores se autodefinen de democráticos, por lo que debería parecerles bien el que existan más opciones para elegir.

Algunas de esas explicaciones son tan ridículas como poner en tela de juicio su origen –se le cuestiona ser hijo de Miguel Enríquez- como si eso no fuera azaroso; o que no es garantía de gobernabilidad (como si algún candidato pudiera certificar tal cosa); o que tiene relativismo moral (por ser pro aborto); o que es indisciplinado (para las oligarquías partidarias claro); o que es un voladero de luces , un travesti político (ya se le ha catalogado de derechista) para debilitar a la “verdadera” izquierda, a Frei, a Piñera, etc.

Lo único cierto es que todos en el universo político parecen estar contra la candidatura de Marcos, disimulada o explícitamente, por un tema de principios o de cálculo electoral.
No les gusta, ya sea porque les roba electores potenciales –los jóvenes, no inscritos o desencantados- o porque su discurso es demasiado ajeno a lo “tradicional”, lo “oficial”, o lo “revolucionario”.
Ese conservadurismo se aprecia en la forma en que han reaccionado los diversos sectores -de derecha a izquierda-, a medida que la candidatura toma fuerza.

En principio, cuando Enríquez-Ominami manifestó su pretensión de ser candidato, se le consideró una “voladura”, se le ninguneo (varios en la Concertación se refirieron a él despectivamente como Marquitos); o se le puso como ejemplo de la indisciplina al interior de la Concertación y por tanto de su falta de gobernabilidad (la derecha así lo hizo).

Hasta ese punto, la pretensión no implicaba ningún riesgo para las lógicas tradicionales de poder de las coaliciones hegemónicas. Sólo constituía una fuente de ruido sin importancia -como lo fue Farkas en algún momento- que podría fácilmente desaparecer; debilitarse como ocurrió con Alejandro Navarro; o ser cooptada institucionalmente como ocurrió con José Antonio Gómez.

Sin embargo, cuando la candidatura pasó de la pretensión al hecho, y comenzó a hacer ruido (sobre todo en las encuestas), generando mayores adeptos, tanto para la Concertación como para la Alianza, se constituyó en un riesgo y una amenaza al “orden democrático” implícito que existe entre ambas coaliciones.
Ese orden no es otro que el que establece que son las dirigencias (las elites) y no las bases ni menos los ciudadanos, las que elijen los candidatos, y donde no puede haber más opciones electorales que las que establece este duopolio político. Si existe algo más, debe ser sólo testimonial.
El valor de la candidatura de Marcos Enriquez-Ominami -aunque otros sectores no lo han sabido apreciar del todo- radica en romper con esa lógica anquilosada de la que han hecho usufructo la Alianza y la Concertación.
No sólo cuestiona las lógicas poco democráticas de la Concertación –tal como lo hizo Gómez aunque sin éxito-sino que las desobedece, permitiendo articular diversas posiciones que cuestionan todo el orden institucional vigente, abriendo espacios a otras opciones políticas. Cuestión que no han logrado hacer en años otros sectores excluidos o subrrepresentados.
Radica en estar desordenando desde dentro el universo político hegemónico vigente (Alianza, Concertación), de ponerlo en tela de juicio ante la ciudadanía y de hacerlo indirectamente más competitivo. En eso es valiosa, aún cuando a muchos nos genera dudas profundas, el que sea desde dentro de la Concertación y las elites.
Por tanto, si uno valora la democracia, se puede estar o no con Marcos, pero no se puede estar contra él apriori.
Por lo anterior, la candidatura no sólo no ha sido fácilmente cooptada ni deslegitimada –aunque eso podría ocurrir de aquí a diciembre- sino que ha comenzado a generar fisuras en cuanto a la adhesión electoral al interior de los partidos, incluso a nivel de altas dirigencias.

Así, Carlos Ominami, su padre, ayer un disciplinado concertacionista, hoy está ante el dilema de cumplir con las lógicas oligárquicas que le impone la coalición de la que él es dirigente -y que su hijo cuestiona y desobedece-, o de ejercer su derecho personal a elegir, incluso a su propio hijo, como ya lo ha hecho explícito.

Por otro lado, también ha comenzado a implicar un riesgo a las pretensiones electorales de Sebastián Piñera, por lo que en la Derecha ya han entrado en la táctica –subjetiva por lo demás- de cuestionar su capacidad para garantizar gobernabilidad para así frenar a algunos que se comienzan a entusiasmar con el diputado.

¿Acaso algún candidato la garantiza ciertamente? ¿Por qué atribuirle sólo a uno la condición de incertidumbre? ¿Podrá garantizar gobernabilidad Piñera, sin mayoría en el Congreso?

Y vaya que le ponen el techo alto y le temen en términos electorales, pues ni siquiera de Navarro se cuestionaron eso, cuando estaba haciendo ruido como candidato.

Todas estas diversas reacciones que se han generado en torno a la candidatura de Marco Enríquez-Ominami reflejan la rigidez transversal de las clase políticas, su profundo conservadurismo, su escaso valor por la democracia en cuanto a pluralismo de ideas, participación y derecho a ser elegido, y lo proclives que son a mantener el statu quo en todos los niveles. Sea cual sea este.

En cuanto al propio Marcos Enriquez Ominami, lo que está por verse realmente es hasta qué nivel cuestiona el orden vigente (y por tanto cuáles son los límites para llevar a cabo los cambios que propone) y hasta qué punto abre espacios para incluir a otros sectores de forma concreta. Es decir, hasta qué nivel es consecuente y coherente con su propio discurso.

Si abandona antes de diciembre y se pliega a Frei, entonces fue claramente sólo un voladero de luces, que sirvió para debilitar a las fuerzas que quieren mayores cambios, y además funcional a las pretensiones de la Derecha, dejando a un número de personas que creyeron en él y su proyecto, aún más decepcionados.

Si continúa, entonces la proyección es mayor, en cuanto a constituir un proyecto político de cambio verdadero, amplio, inclusivo y fuera de la Concertación y la Alianza.

viernes, 15 de mayo de 2009

La opinión pública no existe.

A propósito de la encuesta Cerc, que mejor que leer lo que planteaba el sociólogo francés Pierre Bourdieu, sobre las encuestas de opinión. Aquí algunos se sus planteamientos.

Toda encuesta de opinión supone que todo el mundo puede tener una opinión; o, en otras palabras, que la producción de una opinión está al alcance de todos. Aun a riesgo de contrariar un sentimiento ingenuamente democrático, pondré en duda este primer postulado.

Segundo postulado: se supone que todas las opiniones tienen el mismo peso. Pienso que se puede demostrar que no hay nada de esto y que el hecho de acumular opiniones que no tienen en absoluto la misma fuerza real lleva a producir artefactos desprovistos de sentido.

Tercer postulado implícito: en el simple hecho de plantearle la misma pregunta a todo el mundo se halla implicada la hipótesis de que hay un consenso sobre los problemas, entre otras palabras, que hay un acuerdo sobre las preguntas que vale la pena plantear.

Estos tres postulados implican, me parece, toda una serie de distorsiones que se observan incluso cuando se cumplen todas las condiciones del rigor metodológico en la recogida y análisis de los datos.

A menudo se le hacen reproches técnicos a las encuestas de opinión. Por ejemplo, se cuestiona la representatividad de las muestras. Pienso que, en el estado actual de los medios utilizados por las empresas que realizan encuestas, la objeción apenas tiene fundamento.

También se les reprocha el hacer preguntas sesgadas o, más bien, el sesgar las preguntas en su formulación: esto ya es más cierto y muchas veces se condiciona la respuesta mediante la forma de hacer la pregunta.
Así, por ejemplo, transgrediendo el precepto elemental de la construcción de un cuestionario que exige que se les "dé sus oportunidades" a todas las respuestas posibles, frecuentemente se omite en las preguntas o en las respuestas propuestas una de las opciones posibles, o incluso se propone varias veces la misma opción bajo formulaciones diferentes. Hay toda clase de sesgos de este tipo y sería interesante preguntarse por las condiciones sociales de aparición de estos sesgos.

En muchos casos se deben a las condiciones en las que trabajan las personas que producen los cuestionarios. Pero, sobre todo, se deben al hecho de que las problemáticas que fabrican los institutos de opinión están subordinadas a una demanda de tipo particular.

Eso significa que las problemáticas que se le imponen a este tipo de organismos están profundamente ligadas a la coyuntura y dominadas por un tipo determinado de demanda social.

Las problemáticas que proponen las encuestas de opinión están subordinadas a intereses políticos, y esto pesa enormemente tanto sobre la significación de las respuestas como sobre la significación que se le confiere a la publicación de los resultados.
La encuesta de opinión es, en el estado actual, un instrumento de acción política; su función más importante consiste, quizá, en imponer la ilusión de que existe una opinión pública como sumatoria puramente aditiva de opiniones individuales; en imponer la idea de que existe algo que sería como la media de las opiniones o la opinión media.

La "opinión pública" que aparece en las primeras páginas de los periódicos en forma de porcentajes (el 60% de los franceses están a favor de...), esta opinión pública es un simple y puro artefacto cuya función es disimular que el estado de la opinión en un momento dado es un sistema de fuerzas, de tensiones, y que no hay nada más inadecuado para representar el estado de la opinión que un porcentaje.

Sabemos que todo ejercicio de la fuerza va acompañado por un discurso cuyo fin es legitimar la fuerza del que la ejerce; se puede decir incluso que lo propio de toda relación de fuerza es el hecho de que sólo ejerce toda su fuerza en la medida en que se disimula como tal. En suma, expresándolo de forma sencilla, el hombre político es el que dice: "Dios está de nuestra parte". El equivalente de "Dios está de nuestra parte" es hoy en día "la opinión pública está de nuestra parte".
He aquí el efecto fundamental de la encuesta de opinión: constituir la idea de que existe una opinión pública unánime y, así, legitimar una política y reforzar las relaciones de fuerza que la sostienen o la hacen posible.

Tras haber dicho al principio lo que quería decir al final, voy a tratar de señalar muy rápidamente cuáles son las operaciones mediante las que se produce este efecto de consenso.

La primera operación, que tiene como punto de partida el postulado de que todo el mundo debe tener una opinión, consiste en ignorar los no-contestan (1).

Eliminar los no-contestan es hacer lo que se hace en una consulta electoral donde hay papeletas en blanco o nulas; es imponerle a la encuesta de opinión la filosofía implícita de la consulta electoral.

Uno de los efectos más perniciosos de la encuesta de opinión consiste precisamente en conminar a las personas a responder a preguntas que no se han planteado.

En realidad, hay varios principios a partir de los cuales se puede generar una respuesta. Tenemos, en primer lugar, lo que se puede llamar la competencia política en referencia a una definición a la vez arbitraria y legítima, es decir, dominante y disimulada como tal, de la política.
Esta competencia política no se halla universalmente distribuida. Varía grosso modo como el nivel de instrucción. En otras palabras, la probabilidad de tener una opinión sobre todas las cuestiones que suponen un saber político es comparable con la probabilidad de ir al museo.

El efecto de imposición de problemática, efecto ejercido por toda encuesta de opinión y por toda interrogación política (comenzando por la electoral), deriva del hecho de que las preguntas planteadas en una encuesta de opinión no son preguntas que se les planteen realmente a todas las personas interrogadas, así como del hecho de que las respuestas no son interpretadas en función de la problemática por referencia a la cual han respondido las diferentes categorías de encuestados.

Si las encuestas de opinión captan muy mal los estados virtuales de la opinión y, más exactamente, los movimientos de opinión, ello se debe, entre otras razones, a que la situación en la que aprenden las opiniones es completamente artificial.

En las situaciones en que se constituye la opinión, en particular las situaciones de crisis, las personas se hallan ante opiniones constituidas, ante opiniones sostenidas por grupos, de manera que elegir entre opiniones es, claramente, elegir entre grupos.
Este es el principio del efecto de politización que produce la crisis: hay que elegir entre grupos que se definen políticamente y definir cada vez más tomas de posición en función de principios explícitamente políticos.

De hecho, lo que me parece importante es que la encuesta de opinión trata a la opinión pública como una simple suma de opiniones individuales, recogidas en una situación que, en el fondo, es la de la cabina electoral, donde el individuo va furtivamente a expresar en el aislamiento una opinión aislada.

En las situaciones reales, las opiniones son fuerzas y las relaciones entre opiniones son conflictos de fuerza entre los grupos.

La encuesta de opinión tradicional ignora al mismo tiempo los grupos de presión y las disposiciones virtuales que pueden no expresarse en forma de discurso explícito. Por ello es incapaz de generar la menor previsión razonable sobre lo que pasaría en situación de crisis.

En suma, he querido decir que la opinión pública no existe, al menos bajo la forma que le atribuyen los que tienen interés en afirmar su existencia. He dicho que existen, por una parte, opiniones constituidas, movilizadas, de grupos de presión movilizados en torno a un sistema de intereses explícitamente formulados; y, por otra, disposiciones que, por definición, no son opinión si se entiende por tal, como he hecho a lo largo de todo este análisis, algo que puede formularse discursivamente con una cierta pretensión a la coherencia.

Esta definición de opinión no es mi opinión sobre la opinión. Es simplemente la explicitación de la definición que ponen en juego las encuestas de opinión cuando le piden a la gente que tome posición respecto a opiniones formuladas y cuando producen, por simple agregación estadística de las opiniones así producidas, este artefacto que es la opinión pública.

Simplemente digo que la opinión pública en la acepción implícitamente admitida por los que hacen encuestas de opinión o por los que utilizan sus resultados, simplemente digo que esta opinión no existe.

*Conferencia impartida en Noroit (Arras) en enero de 1972 y publicada en Les temps modernes, no. 318, enero de 1973, pp. 1292-1309. Ver, también: P. Bourdieu, Questions de sociologie, París, Minuit, 1984, pp. 222-250. Hay versión en castellano de Enrique Martín Criado en: Cuestiones de Sociología, Istmo, España, 2000, pp. 220-232, Col. Fundamentos, no. 166.

NOTAS
(1) Les non-réponses: bajo esta denominación están comprendidos, en francés, los "no sabe" y los "no contesta" de las encuestas. Para no sobrecargar el texto con siglas hemos preferido traducirla por "no-contestan", dando por entendido que se corresponde con estos dos apartados (NS/NC) (Nota de Enrique Martín Criado.).

martes, 5 de mayo de 2009

La Coalición para el Cambio o la Concertación de Piñera

El traspaso de ex líderes concertacionistas a la llamada la Coalición por el Cambio, parece el desarrollo de una nueva Concertación para Piñera, pero no para el cambio.
En el fragor de una batalla naval, la pugna por los liderazgos se acentúa tanto que algunos líderes comienzan a perder fuerza, entonces se suicidan tirándose -o los lanzan- al mar con tiburones, otros siguen peleando sus posiciones internas y otros -si es posible- buscan escapar y abordar otros buques cercanos, pero menos llenos, para poder ejercer ahí el liderazgo perdido.
Pero en muchos casos, a estos últimos, la marea y la batalla no los llevan a ningún lado. Quedan a la deriva, sólo mandando a unos cuantos marineros fieles en sus pequeños botes, mientras los barcos grandes -desde donde siguen cayendo algunos marineros y otros también escapan en sus pequeños botes improvisados- continúan controlando el alta mar y la batalla.
La única opción que les queda a los capitanes venidos a menos, es que algún buque grande los rescate y los acoja para seguir en combate. Da lo mismo cuál sea, pues la batalla la siguen controlando los buques más grandes.
La metáfora naval es muy similar a lo que está ocurriendo con la inclusión del fundador de Chile Primero, Fernando Flores, y de su secretario, Jorge Schaulsohn, a la nueva coalición que constituirán RN, la UDI.
Ambos -como capitanes venidos a menos- no lograron fortalecer sus liderazgos dentro de la Concertación -el barco atestado de marineros- y se lanzaron al mar (el campo político), en pequeños botes (Chile Primero) para mantener sus cuotas de poder, al igual que otros en sus pequeños botes (MAS, PRI).
Sin embargo, al igual que los buques grandes en la batalla naval, la Alianza y la Concertación siguen controlando el alta mar y la batalla (el campo político), por lo que los mantenían a la deriva, sin saber dónde ir.
Más allá de metáforas navales, lo claro es que esta inclusión refleja un detalle no menor en la constitución de la nueva Coalición por el Cambio: el claro traspaso de antiguos e históricos líderes de la Concertación a una nueva agrupación partidaria. Una clara ironía si hablamos de pretensiones de cambio y renovación.
Surgen irremediablemente preguntas como:
¿Qué será lo nuevo que harán, que no hayan hecho en la Concertación?
¿Por qué llamar Coalición por el cambio a una agrupación que desde su génesis ya está incluyendo a líderes que hasta hace muy poco aún estaban en la coalición competidora?
¿Podrá cambiar y mejorar la política con actitudes como la de Fernando Flores en CNN?
La situación más bien parece un reacomodo utilitario de los mismos actores políticos de siempre en torno a nuevos posibles nichos de poder, pero no para generar cambios en su base constituyente, menos para incluir a nuevos miembros. La lógica de las elites sigue siendo la misma.
Es decir, los marineros rescatados se suben al barco no para transformarlo sino que para poder seguir mandando a otros y estar en el centro de la batalla nuevamente, y así, en una de esas, ganarse alguna medalla...
Lo cierto es que la nueva Coalición por el Cambio parece una versión 2.0 de la Concertación de Partidos por la Democracia de inicios de los noventa.
Al igual que esa coalición en sus inicios -que incluía a diversos partidos y organizaciones- la naciente concertación de Piñera incluye -además de ChilePrimero, la UDI y RN- al Movimiento Humanista Cristiano, la Fuerza del Norte y a grupos independientes.
Veremos cuánto aguantan éstos marineros más pequeños en este nuevo barco, antes de verse en el dilema de saltar al mar del olvido o lanzarse con un bote en busca de sus propios espacios.
¿Coalición por el Cambio o Concertación para Piñera?