miércoles, 30 de abril de 2008

Representantes de los ciudadanos o los partidos

El proyecto de modificación a la ley de Partidos Políticos, incluye un aspecto polémico, “la orden de partido”, que claramente coarta la democracia interna de los partidos, y pone en riesgo la soberanía de los electores en cuanto a sus representantes, dejando la actividad legislativa en manos de las directivas de los partidos y no de los ciudadanos.

Considerado como parte del plan de modernización propuesto por Pérez Yoma, el proyecto contempla diversas medidas, algunas convenientes para mejorar el funcionamiento de la política partidaria, como transparentar el gasto electoral y terminar con la exclusión del binominal.

Sin embargo, lo más probable es que la discusión política se centre en los la posibilidad que daría la modificación, de dictar órdenes de partido en asuntos en que se encuentren directamente comprometidos los principios, el programa o la línea política partidista, y de establecer regulaciones –castigos- para los parlamentarios con indisciplina partidaria.

Como si fueran escolares, los legisladores díscolos, podrían ser rehabilitados en su pensamiento, ser reencausados por “el buen camino” de la disciplina, para no disentir de sus directivas y del resto de sus compañeritos.

El problema, es que determinar cuándo, dónde y cómo se ven comprometidos los principios, programas y líneas políticas de un partido, es algo en extremo complicado. No sólo porque dichos límites son generalmente contextuales, es decir dependen de la directiva de turno, del momento político, electoral e histórico que vive la organización, sino también de la coyuntura externa.

Lo anterior, haría impracticable establecer criterios para determinar cuando es posible la orden de partido, y cuando es necesario respetar la libertad y capacidad de discreción de cada representante.

El problema central, es que la ley de partido, y la aplicación de disciplina más allá del propio partido y extrapolada a la acción legislativa, terminará por posicionar los intereses de los partidos, por sobre los intereses de los ciudadanos a través de sus representantes electos.

Lo que se podría producir es un poder legislativo de directivas partidarias, y no de representantes ciudadanos, donde en definitiva se legislaría a través de los partidos, por los partidos y para los partidos.

De hecho, se busca fortalecer la política partidaria, controlada y hecha por los partidos.

Coherente con esa idea, se disminuye de 8 a 5 el número de regiones que se deben acreditar para constituir un partido político, y también el requisito para mantenerlo se rebaja a 0,2% en la última elección.

La medida, aunque no explicita, busca fortalecer la cuestionada política partidaria, ampliando el aparataje institucional partidario y su capacidad de cooptar distintas fuentes, dándole más capacidad de discreción y presión a sus directivas al interior del poder legislativo desde un punto de vista formal, en desmedro de la capacidad y libertad de los sujetos individuales y la sociedad civil en general de participar en la política.

viernes, 18 de abril de 2008

Los valores comunes del Papa y Bush

lLa visita de Benedicto XVI a los Estados Unidos es quizás una de las visitas papales con más aspectos político-ideológicos que religiosos del último tiempo. No sólo por los escándalos que envuelven a sacerdotes, y la cercanía de las elecciones en dicha nación, sin también por la clara promoción de un discurso religioso anti-secular y etnocéntrico común, al mismo tiempo que se crítica el fundamentalismo en Medio Oriente.

Apenas el Papa piso suelo estadounidense, George W. Bush declaró sin ningún resquemor, que entre él y Benedicto XVI existe la misma idea con respecto una política inspirada en valores.

Pero ¿Qué tipo de política inspirada en valores? Más aún ¿Qué valores comunes son esos?

Es claro que la referencia a una política inspirada en valores, hace alusión a una idea no secular del Estado y una concepción religiosa etnocéntrica, muy arraigada en el discurso del actual presidente estadounidense.

Es decir, George y Benedicto comparten un discurso anti-secular de la Política, y además una visión etnocéntrica de la religión a nivel mundial.

De esa base discursiva se desprende muchos de los preceptos desarrollados por la administración Bush, en cuanto al Derecho Internacional, la Guerra al Terrorismo, hasta las políticas de seguridad, medioambientales, de inmigración y de ayuda internacional.

Por esa misma idea no secular del Estado, la mayor parte de la ayuda que Washington entregó en el último tiempo a otros países para la lucha contra el SIDA, dependía de que la promoción de la abstención, sin permitir el uso de fondos para la compra de condones.

Por lo mismo, la visita del Papa a USA, a sólo meses de las próximas elecciones en los Estados Unidos, se ha convertido en una jugada política de proporciones, considerando que los dos precandidatos demócratas con más posibilidades de vencer en éstas, Barack Obama y Hillary Clinton, están a favor del aborto.

Lo anterior, sobre todo considerando que Ratinzger, siendo obispo, dijo que los políticos a favor de leyes pro aborto o pro eutanasia, no deberían recibir la comunión.

Sin embargo, ese discurso no secular y etnocéntrico, que también se autodenomina en muchos casos provida o conservador, en muchos casos, presenta claros indicios de contradicción y dualidad, en torno a diversos temas, como la libertad religiosa, personal, la vida y los derechos.

La dualidad del discurso anti-secular y etnocéntrico-religioso, es apreciable en dos dimensiones principalmente: en cuanto a la protección de la vida y en cuanto a la libertad religiosa.

En cuanto a la protección de la vida, el discurso se centra esencialmente en aspectos relacionados con los que Freud llamaría el patrimonio lujurioso de los sujetos, la sexualidad. Es a partir de esto, que desarrolla sus modos de control. En ningún caso, se centra en la protección de la vida de refugiados, prisioneros y víctimas de guerra, secuestrados, etc.

En cuanto a la libertad religiosa, el discurso anti-secular y etnocéntrico-religioso en forma coherente a su etnocentrismo, apela constantemente a la protección contra el secularismo occidental y las mayorías religiosas, pero sólo en cuanto a su caso particular, pues simultáneamente promueve la secularización en diversos otros lugares, con el propósito de descomponer y en definitiva eliminar cualquier otro discurso religioso-ideológico que le haga contrapeso.

Es decir, a través de un discurso contra las mayorías religiosas, pretende posicionarse como la única mayoría religiosa, capaz de discriminara a los sectores minoritarios, y también de incidir en la Política.

lunes, 7 de abril de 2008

La necesidad de cambiar la constitucionalidad para modernizar la Democracia

El marco institucional formal en que se sustenta nuestro país, la Constitución Política y sus organismos derivados, se ha hecho cada vez más estrecho, obtuso y retrogrado; y eso se ha visto reflejado con claridad en diversos ámbitos del acontecer nacional, como determinar si se permite o no el uso de una píldora por parte de las personas.
La institucionalidad a veces parecer ser un concepto ambiguo para muchas personas, y en la mayoría de los casos, se la confunde con los organismos que operan dentro de ésta. Sin embargo, la institucionalidad es algo más amplio y global que incluye todas las prácticas, procedimientos, rituales y símbolos, formales e informales que estructuran la interacción entre los sujetos, individuales y colectivos, en una sociedad o grupo determinado. En definitiva, es la que determina las reglas del juego en las que actuamos.
En relación a lo anterior, parece ser que nuestra institucionalidad formal, sustentada esencialmente en la Constitución Política de 1980 como forma de dominación racional-legal, se vuelve cada vez más anacrónica en relación a la institucionalidad informal en diversos aspectos, como la solución de conflictos políticos o los sistemas de valores y criterios de decisión, de los sujetos que están sometidos a ésta.
Dicha situación tiene relación con los profundos cambios que ha sufrido la sociedad chilena en diversos aspectos informales y también formales, en términos de consumo, acceso a información, distribución del trabajo y estructura de relaciones.
Éstos factores se contraponen a la génesis constitucional, que más allá de validaciones y posiciones ideológicas o contextuales, conlleva una profunda impronta autoritaria y paternalista, marcada por un momento político y social determinado -aún cuando algunos ilusos digan que se trata de una Constitución Liberal-.
En este sentido, el creciente acceso a información diversa, el ingreso de las mujeres al trabajo y la mayor noción de los derechos individuales, ha determinado una transformación y diversificación de los sistemas de valores, aumentando el sentido de autonomía y decisión individual de los sujetos en determinados campos informales, sin sometimiento ni del Estado ni de las Iglesias, ni de grupos corporativos, y de ninguna clase de poder, sobre todo en cuanto a lo que se denomina "vida privada".
En otras palabras, se ha hecho concreta la imposibilidad de la que hablaba Freud, de establecer métodos de control únicos sobre el patrimonio libidinoso de los sujetos. Se ha producido un desfase tremendo entre los criterios formales establecidos por la legalidad y los criterios informales dispersos y variables de los sujetos.
Las diversas reacciones frente a la decisión del Tribunal Constitucional con respecto a la PDD, refleja que en diversos aspectos sociales, como la planificación familiar y la sexualidad, aún no hay consenso en cuanto a ciertas prácticas.
Por lo mismo, ante la resolución, hay personas que apoyan el fallo y otras que quieren decidir por sí mismas sus sistemas de valores y marcos de acción, sin la supervisión de un organismo colegiado como el TC.
Para ambos casos, sea cual sea la decisión adoptada -ya sea a favor o en contra- ésta parece contraponerse a la libertad de unos y otros en cuanto a decidir sobre su propio actuar. En ambos casos, parece imponerse un criterio valórico determinado y no un criterio neutral.
Lo anterior, demuestra que el actual marco institucional formal, la Constitución, no logra resolver las disyuntivas generadas entre diversas institucionalidades informales, pues no ofrece marcos de acción que disminuyan los costos de negociación entre los actores o que permitan considerar la diversa opinión ciudadana, para consensuar las posiciones con respecto a issues controvertidos.
Incluso, en muchos casos parece imponer un criterio valórico único por sobre otro, pero sin haber considerado esas diferencias. Por lo mismo, el plebiscito no es una práctica habitual en nuestro país.
Cambiar la Constitución no implica eliminar el imperio de la ley para ordenar y regular la interacción social de los sujetos, sino más bien de generar procedimientos y prácticas acordes a los tiempos, que permitan hacer contemporáneos los planteamientos constitucionales que definen esa relación, con respecto a la transformación de los sistemas de creencia, que también definen marcos de acción para las personas, y que cada vez son más diversos, variables, contrapuestos o contradictorios.
Lo que se debe evitar es hacer que la legalidad convierta ciertos tópicos en juegos de suma cero entre los ciudadanos, donde todo se gana o se pierde, lo que irremediablemente conlleva a una polarización de las posiciones de los actores, ya sean políticas o valóricas, elevando los costos de negociar para llegar a acuerdos.

martes, 1 de abril de 2008

Los verdaderos Liberales son como los Grunges

La postura grunge, contrariamente a la idea habitual con que se relaciona el movimiento –de simple inconformismo y nihilismo reflejado en sus letras de apatía y desencanto- tiene una fuerte impronta comunitarista, cercana a lo que podría considerarse una izquierda liberal.

El origen de algunos de sus exponentes, provenientes de las clases medias bajas trabajadoras de los Estados Unidos, los posicionó como opuestos y contrarios al discurso del American Dream, que se pretendía difundir a través del cine, la televisión y la música, con imágenes de suburbios atestados de adolescentes al estilo del video Baby, One more time de Britney Spears.

El carácter contestatario y descontento de su música, originado a partir de las reminiscencias del hardrock, el folk y sobre todo el punk, se plantea con una fuerte crítica social, que aborda en forma global la problemática de una sociedad que parece cada vez más desigual, estratificada, segregada, clasista, en exceso individualista, y a la vez pacata, a la que consideran alienada.

Lo esencial del Grunge, es que como contracultura, se plantea con una postura que considera que la libertad del sujeto no puede ser ejercida realmente, si existe la coerción psicológica, política, racial, económica o religiosa.

La idea central es que la libertad individual se compone de dos dimensiones; una física y material, y otra psicológica y metafísica, que operan en conjunto y no separadamente como elementos constitutivos de la verdadera libertad.

El mismo nombre Nirvana simboliza está visión, donde ante el dominio del mundo material, el único refugio parece ser el mundo metafísico a través de la libertad espiritual. Pero también simboliza la libertad religiosa, no sólo en cuanto a creer, sino también en relación a doctrina, donde el Budismo es quizás la más liberal de las religiones.

De esto se desprende el discurso anti clasista y anti homofóbico que primaba en Nirvana.

La misma idea parece primar en el concepto de Alice in Chains, aunque en un sentido pesimista, donde una clara alusión a Alicia en el país de las Maravillas, muestra la existencia entre un mundo de ensueños y una realidad algo más ingrata, que mediados por las drogas, terminan convirtiendo a algunos en esclavos físicos y espirituales.

Si bien el nivel introspectivo de la paradoja libertad-esclavitud parece primar en algunos grupos, como los casos de Alice in Chains y Nirvana, haciendo que parezcan bandas sin discurso político y cuya opción es más bien alienarse, éste no es hegemónico como podemos ver al considerar otras bandas como Pearl Jam o Soundgarden.

Ambas agrupaciones han estado frecuentemente involucradas en campañas a favor de la libertad de expresión, la sociedad civil, la profundización de la democracia, y en contra del abuso empresarial o corporativo y las políticas del gobierno en diversos ámbitos como el ambiental, el político, el internacional.

En este sentido, la banda que mejor refleja la postura Liberal Comunitaria es la que lidera Eddie Vedder, la cual no sólo logra armonizar ambos aspectos de la libertad –material y espiritual- sino que los sintetiza a través de sus canciones, en un claro discurso político, ambientalista, antirracista, anticonsumista, democrático y social.

Pearl Jam constante y simultáneamente nos habla de libertad espiritual y material, y como la sociedad actual opera en desmedro de una o de la otra, donde por ejemplo, el mendigo de Even Flow, que prisionero de sus condiciones materiales debe usar la vereda como almohada, pronto será libre al morir congelado.

O el caso de Jeremy, en su mundo material saturado pero a la vez vacío es prisionero de las estructuras familiares falsas y desechas, y en su mundo interno trata de ser libre en sus colinas donde es el rey. La falta de equilibrio termina por acabar con el muchacho. Es la misma crítica que posteriormente hace Moore en Bowling for Columbine.

Actualmente el discurso Liberal Comunitario de Pearl Jam es más claro aún y cada vez va más allá de sus canciones. Lo que se inició en una batalla contra el monopolio de las ventas de entradas, derivó en una cruzada contra los monopolios empresariales en general, la guerra y actualmente los tiene enfrascados en una campaña contra la ley -propuesta por las grandes empresas estadounidenses- que busca poner fina a la net neutrality, que es la que garantiza que todos los contenidos de Internet tengan el mismo tratamiento.

La propuesta quiere establecer un sistema de pagos donde se tasen los sitios para determinar su presencia y velocidad on line, lo que iría en desmedro de los sitios pequeños creados por ciudadanos, pero sobre todo en contra de la libertad de expresión.