Yes, We can (Sí, nosotros podemos) fue el lema central de la campaña del ahora recién electo Barack Obama. Afirmación positiva con una fuerte carga simbólica opuesta a una forma de hacer política, empantanada y egocéntrica. En Chile también parece ser necesario decir Sí, podemos.
El triunfo de Obama en los Estados Unidos, parece no sólo indicar el inicio de nuevos tiempos en dicho país, sino también una ruptura con el continuismo y anquilosamiento del sistema y una forma de hacer política que se había sedimentado a base de recursos más bien alejados de los principios básicos de la democracia.
Ese Si podemos, era la mejor forma de expresar la oposición de los ciudadanos comunes a una clase política en general, cebada con una forma de hacer política, que se había alejado de su base esencial de legitimidad, los electores.
En Chile también parece ser necesario decir Sí, podemos, ante dos coaliciones políticas cada vez más ensimismadas con el poder en sí y para sí, y peor aún, cada vez más pobres en términos propositivos.
La clave de Obama fue recordar -a diferencia de muchos políticos en estos tiempos- que la base de su legitimidad y liderazgo como político no se sustenta ni en el carisma (autoritario o de otra índole) ni en la tradición, sino en el reconocimiento que los ciudadanos le atribuyen a su proyecto político, sus ideales y planes como propios.
Es a través de eso, que el nexo entre nuestros intereses como ciudadanos, como sujetos individuales se tornan comunes y colectivos, y la representación política adquiere verdadero valor en una democracia.
En Chile, ese nexo entre representantes y representados parece estar profundamente debilitado y deslegitimado. Basta considerar el alto índice de votos anulados y la alta justificación para no votar en la última elección municipal.
Pero sobre todo, basta considerar la alta desafección de los jóvenes con respecto a la política. Futuros y potenciales electores, que sin embargo, no ejercen su derecho a voto y al parecer no tienen intenciones de hacerlo en el futuro.
El problema es grave si consideramos que la población que actualmente ejerce el voto envejece y muere, mientras esos jóvenes, que serán probablemente el sustento de legitimidad para el sistema político y social, no quieren hacerlo. Es decir, en unos años más el sistema no será legítimo porque no habrá suficientes votantes o sólo unos pocos elegirán a nuestros gobernantes.
Sin embargo, ninguna de las coaliciones hegemónicas parece considerar lo anterior en sus análisis o en sus estrategias electorales y políticas. Están ensimismados en mantener el poder o lograr más poder.
Por lo mismo, ninguna de las coaliciones hegemónicas propone restablecer ese nexo básico, que cualquier sistema que se precie de democrático debe tener. Sólo lo instrumentalizan durante los períodos de elecciones y lo circunscriben a resultados electorales, lo reducen a la alternancia.
Por lo mismo, tampoco les interesa encantar a los ciudadanos con propuestas nuevas, con nuevos proyectos, con nuevos sueños, con nuevos ideales. Menos les interesa incluirlos en la toma de decisiones, creen que no podemos o no somos capaces. Sería peligroso y pondría en riesgo el sistema, los consensos, el Estado de Derecho, la estabilidad, etc.
Pero en realidad, nosotros, los ciudadanos, Sí podemos. Podemos romper las barreras del electoralismo y crear un sueño, un proyecto político para todos, de todos y hecho por todos.
Ojalá muchos más digamos Sí podemos…
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