viernes, 5 de marzo de 2010

EL PUEBLO TRAICIONÓ AL PUEBLO

Los actos de pillaje y saqueos de electrodomésticos, sólo demostraron que esa entelequia que algunos llaman "pueblo", atentó contra si mismo en un momento de máxima necesidad.

Esto es lo que deben sacar, no los televisores” decía un hombre con tarros de leche en sus manos, ante la cámara de televisión. Su apelación era clara, el saqueo de televisores era injustificado.

Lo que en el fondo pedía desesperadamente el hombre era que “el pueblo” no se traicionara a sí mismo en ese momento. Que no traicionara la lógica colectiva y de cooperación que posiblemente él pensaba que existía y que se hacía tan necesaria. Pero, así lo hizo una parte de éste, saqueando, quemando supermercados, saqueando lo que estuviera por delante y tratando de asaltar a los bomberos que ayudaban a otros.

Parte de ese “pueblo” (hay que individualizarlos en todo caso y no hablar de entelequias para no confundir a un anciano pobre con un flaite roba lavadoras) hizo que poblaciones enteras, ante los ojos de las autoridades civiles y militares, quedarán sin distinción alguna como barrios de lumpen, sufriendo un castigo posterior poco considerado, ser los últimos abastecidos. Como dicen por ahí: Pagaron justos por pecadores. El pueblo se traicionó a sí mismo.

En otras palabras, una parte de ese colectivo abstracto traicionó a otra, anteponiendo sus ambiciones personales más básicas y superfluas. Se traicionaron por plasmas, por LCD, por cervezas. Por eso, para el hombre con los tarros de leche, ese hurto era injustificado, incluso con la desigualdad social de base que probablemente él también reconoce.

Esa ambición superflua -ni siquiera instintiva, porque un LCD no se digiere bien- y la incapacidad de autogobierno, se sumó a la ineficiencia estatal para garantizar la integridad de las personas durante las primeras horas después del terremoto.

Los saqueadores -hurtando plasmas, intentando asaltar bomberos, llenando sus camionetas con sacos de harina para probablemente después especular con el pan- no arremetían contra el sistema, ni por revancha a la desigualdad, ni por necesidad “del pueblo”. Tampoco lo hacían como una forma de igualar la mentalidad de consumo capitalista, como algunos han tratado de justificar, sino por mera ambición y egoísmo personal. Por mero gusto individual.

Ningún daño le hacían a la propiedad privada “de los ricos” al saquear los grandes negocios pues todo eso está asegurado. Sí contra la propiedad privada de otras personas, al pretender saquear a los pequeños propietarios de negocios como bazares o quioscos.

Porque el lumpen -no satisfecho con “robar a los ricos”- las emprendió contra sus propios vecinos (personas en igual condición de pobreza y necesidad, pero más dignas) lo que develó que algunos que se escudan en “el pueblo” para ciertas cosas, se vuelven los lobos del mismo. La acción lógica de los vecinos (pudientes y no pudientes) -ante la incapacidad del Estado de garantizar su seguridad- fue devolver el uso de la fuerza a sus manos y organizar la autodefensa de sus barrios y sus cosas, muchas o pocas, pero sus cosas. Y este es el punto central del desdén.

Cuando en la ciudad prácticamente no había autoridad impuesta, y se hacía posible y necesaria la acción libre y cooperativa de los ciudadanos. El “pueblo unido…”no existía. Por eso, la acción del lumpen (roba TV) no tuvo ningún trasfondo contra la autoridad impuesta sino todo lo contrario. La reforzó.

Porque el saqueo y la amenaza no sólo se cernían sobre grandes tiendas y supermercados, sino también sobre almacenes y pequeños negocios, cuyos propietarios –porque ellos también tienen propiedad privada- con esfuerzo y trabajo habían logrado tener.

Por eso es errado lo que algunos han planteado, en cuanto a que las autoridades protegían más la propiedad privada por sobre la vida de las personas, aún cuando es claro que los saqueadores no sólo estaban poniendo en riesgo la propiedad privada de grandes empresas en el centro de la ciudad de Concepción, sino también la poca propiedad de personas humildes, trabajadores, ancianos. En definitiva de parte del “pueblo”. Ponían en riesgo sobre todo su integridad, su máxima propiedad, la vida.

Ese pueblo saqueando no tenía conciencia de sí ni para sí. No debemos confundir el hambre con la ambición y con aprovecharse del pánico. Sabemos que la desigualdad social existe, pero eso no justifica que algunos que se llaman y consideran el pueblo terminen comiéndose al mismo pueblo.

3 comentarios:

zoidzilla dijo...

El robo es robo, el fin NO justifica los medios.

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

Claramente.

Javier Bazán Aguirre dijo...

En la semana pasada, incluso por la TV justificaban el saqueo en caso de extrema necesidad.

Mi reparo es en la siguiente frase: "ante los ojos de las autoridades civiles y militares,". Los militares esperaban la orden para actuar, pero el ejecutivo prefieró cavilar ante la calavera de Yorkshire.

El robo, vale para igual para el pequeño protetario de un almacén como para los grandes supermercados.