La década de los 90´comenzó con el derrumbe del último vestigio de un dogma totalizante, que hipervaloraba la omnipresencia del Estado como panacea de todos los males sociales. Hoy parece producirse la caída de otra ortodoxia, aquella que hipervaloraba la autosuficiencia del Mercado, también como pócima mágica para resolver todos nuestros pesares.
En los últimos doscientos años, dos ideas simples pero convertidas en dogmas, el Mercado y el Estado, se han transformado en el eje central de la toda la discusión social, política y económica en las sociedades contemporáneas.
En base a ambos conceptos se han configurado -con diversos matices- doctrinas, creencias y rituales de todo tipo. Es decir, se han constituido dos ideologías: La del Estado y la del Mercado.
En este sentido, en ambos casos, podemos apreciar que estos paradigmas se constituyen como:
1) Doctrina, es decir como un complejo de ideas, teorías y procedimientos diversos que los sujetos plantean y siguen.
2) Creencia, cuando la doctrina es asumida como verdad única y como certeza manifiesta en la realidad, es decir como un orden natural e inmanente.
3) Ritual, cuando se internalizan prácticas y procedimientos en las diversas dimensiones de la vida, que se hacen parte de la “experiencia espontánea” de los sujetos, y que se convierten en los mecanismos que la reproducen.
En ambas ideologías, siempre existe el riesgo de la pretensión extrema de someter cada aspecto de nuestras vidas y existencias, a las lógicas que plantea una u otra concepción. Es decir, a una racionalidad técnica específica.
Por lo mismo, en ambos dogmas está la visión absolutamente excluyente del otro concepto. Para los dogmáticos de uno u otro lado, no pueden convivir e interactuar ambas racionalidades, por lo tanto, o sólo hay Mercado; o sólo Estado.
Aunque algunos lo nieguen o no lo aprecien, en ambas nociones existe la clara pretensión de aplicar la ingeniería social y la planificación centralizada, ya sea por parte de una vanguardia, los elegidos, una aristocracia, los mejores, los más competitivos, los empresarios, etc. y así transformar totalmente la sociedad y llevarla a un "estadio superior".
Por lo mismo, y ante esa posición dogmática, los matices y conjunciones que se plantean en torno a la relación entre Mercado y Estado, generalmente son despreciados por aquellos fanáticos que abrazan alguno de estos dogmas. Ahí radica la semilla y el sustento de quienes -de uno u otro lado de la vereda- acusan de revisionismo capitalista, de socialdemocracia, de comunismo, de extremismo, de irracionalidad, de ignorancia, etc.
Estos dogmáticos se esconden tras etiquetas diversas, se declaran liberales, pero claman acabar con las religiones, y aplican a destajo la censura u otro tipo de recursos contra las opiniones diversas; se declaran democráticos, pero propician lógicas oligárquicas en el ámbito político y decisional. En ambos casos, estamos ante lobos disfrazados de ovejas.
La caída de la Urss marcó probablemente el fin del dogma extremo del Estado, aquel que concebía al mundo vida (en clave habermasiana) sometido en su totalidad a la racionalidad formal del sistema estatal; y que permitió el surgimiento de otros proyectos que se sustentaron en éste, como el Nazismo o el Facismo.
Probablemente, y sin haberlo pensado o ideado, Fukuyama se refería a la ideología extrema del Estado y no al marxismo que también plantea el fin del Estado, cuando hablaba del Fin de la Historia en clave hegeliana.
En este sentido, la crisis económica actual no implicaría el fin del mercado como espacio de intercambios entre los sujetos, ni el fin del emprendimiento, o la propiedad privada, sino más bien el fin de un dogma que ha dominado las políticas económicas en los últimos años, y que al igual que el dogma del Estado, aún pretende someter todas las dimensiones de la vida a la racionalidad procedimental y técnica que concibe como única, natural, verdadera e inmanente.
Tal como plantea Joseph Stiglitz, "Todo el mundo dirá ahora que éste es el final del fundamentalismo del mercado. En este sentido, la crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económica resulta insostenible. Al final, dicen todos, ese modelo no funciona. Este momento es señal de que las declaraciones de liberalización del mercado financiero eran falsas."
Otro que empuja el castillo de naipes es Alan Greenspan, quién declaro ante el comité de supervisión de la Cámara de Representantes que: "que su gran error estuvo en "presuponer" que las instituciones financieras se vigilarían entre ellas, para preservar sus intereses y el de los accionistas. "Aún no puedo entender cómo pasó". Esta falta de regulación voluntaria, dijo, provocó que se derrumbara el edificio".
Es el inicio del derrumbe de otro dogma.
4 comentarios:
Cuando fue el dafault de Argentina, el diario 'Le Monde Diplomatic' dijo lo mismo que ese economista:"En este sentido, la crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económica resulta insostenible"
En ambos el responsable es el Estado.
En Argentina cayó por sobrepeso, por gordura mórbida.
No sé si leíste con atención el artículo Javier o sólo te centraste en la cita de Stiglitz.
Aún así, toda persona sensata investiga a su cliente o pide que tenga respaldo. Eso fue lo que no hicieron los bancos que compraron acciones o bonos de los bancos que fueron obligados a prestar a personas sin respaldo económico.
Un buen emprendedor siempre quiere cambiar la sociedad. Bill Gates, Ford, el aviador, lo que no significa ser ingeniero social. Pues, los posibles clientes le pueden rechazar sus productos/ servicios.
¿Cómo un empresario puede ser ingeniero social?
La culpa fue del Estado.
Javier, veo que caes en el error de considerar -en este caso al empresario- como un sujeto ajeno a relaciones de poder y sobre todo ajeno a la influencia de las ideologías o a la toma de decisiones.
Es obvio que en términos comerciales, clientes le pueden rechazar un producto, pero eso no tiene nada que ver con que -en este caso el empresario o el político o quien sea- en otras dimensiones sociales pueda establecer nexos para ejercer mayor discrecionalidad sobre otros asuntos e intereses y también para acceder a privilegios de diversa índole.
En este sentido, existen muchos sujetos -también empresarios- que pueden caer en pretensiones de ingenieria social, en base a un dogma estatal o de mercado.
Rockefeller es un buen ejemplo de ingeniero social.
De hecho, creo que estás dogmatizando la discusión.
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