martes, 19 de agosto de 2008

El poder por gobernar o el gobierno por el poder

La disyuntiva de la derecha “moderna” en los últimos años, sigue siendo la pugna histórica por el poder para el poder, y no para algo más como gobernar por un proyecto político.

Ese dilema, que parecía saldado cuando Joaquín Lavín fue el candidato único de la derecha, ha vuelto con la fuerza de algo que a presión se mantuvo quieto por un tiempo, pero que ya no aguanta más.

Piñera hace rato parece ser el candidato de la derecha, no sólo porque es el mejor posicionado en las encuestas entre todos los posibles candidatos presidenciales, y está en el inconsciente colectivo de algunos sujetos gracias a una constante auto difusión, sino también porque –aunque en la UDI no lo quieran asumir- no hay otro que compita con él dentro de dicho sector.

Pero al parecer, la lucha intestina por el poder en sí, puede más que las ansías y las posibilidades de gobernar en pro de un proyecto, que probable y necesariamente llevarían a un acuerdo político entre los “dos” sectores de la derecha.

Lo anterior, se ha apreciado con mayor fuerza en las últimas semanas, a través de la batalla verbal que se ha suscitado debido a la intención de RN de proclamar oficialmente, ahora ya, a Piñera como candidato de la derecha.

La UDI ha respondido argumentando que prefiere esperar un momento más oportuno (2009), para evaluar y tomar diversos factores en cuenta a la hora de elegir al candidato.
Sin embargo -y esa es la base de la disyuntiva al interior de la derecha- lo que esperan es el surgimiento, casi espontáneo, de alguna figura desde sus propias filas. Es decir, la derecha parece seguir confiando más en los personalismos y no en los proyectos colectivos y mancomunados entre sus miembros.

Claramente, esa falta de confianza, se expresa en una incapacidad para llevar a cabo acuerdos, elevando los costos de negociar y más aún de generar un proyecto político que vaya más allá de los sujetos de turno.

Lo anterior, fue la mayor fuente de diferencia entre la derecha y la Concertación durante la década de los 90´, pues ésta en sus inicios, tenía mucho de esa confianza y capacidad para elevar pactos, negociarlos y sustentarlos en un proyecto común entre sus integrantes.

Sin embargo, la lógica centrípeta de los personalismos también puede aparecer cuando los proyectos se debilitan con el paso del tiempo y no se renuevan constantemente, yendo en desmedro de la política como actividad en pro del bien común, y fortaleciendo las pugnas individuales sólo por el poder, que tienen como consecuencia el desmantelamiento de principios éticos y fundacionales, escisiones profundas en los partidos, trivialización de la actividad política, anquilosamiento, falta de un proyecto político general, y peor aún, corrupción.

Se pasa irremediablemente, de querer el poder para gobernar y llevar a cabo un proyecto político, a querer el gobierno para conservar el poder simplemente.

Actualmente, quizás lo más lamentable para la ciudadanía y la democracia en general, ambas coaliciones parecen estar débiles en ese sentido, e inmersas en batallas intestinas casi irreconciliables. Una claramente aún no tiene un proyecto mancomunado, y la otra necesita urgente reavivar y fortalecer las bases primarias que le dieron origen como una coalición democrática con un propósito político claro.

1 comentario:

caro dijo...

hola jorge lei tu articulo y me parece bastante interesante, inclusive en estos momentos estoy haciendo mi trabajo de grado en referencia a este tema. si pudieses sugerirme algun autor lo agradeceria. carolina monera
caromo778@gmail.com