jueves, 6 de septiembre de 2012

EL MÉRITO COMO BASE DE UNA SOCIEDAD LIBRE


En una interesante columna, Axel Káiser plantea que una meritocracia tendería irremediablemente hacia el colectivismo y la coacción. No obstante, parece olvidar que el reconocimiento del mérito es un elemento clave para sustentar una sociedad libre en todo sentido.

Una de las cuestiones que caracterizaba a las antiguas sociedades tradicionales monárquicas de antaño era su fuerte estructura de privilegios. Los miembros de la “aristocracia” tenían prerrogativas, no por las cualidades individuales de sus componentes, sino por su mera pertenencia a dicho grupo o casta, y su ligazón (basada en el linaje, la fidelidad personal, o la obediencia por piedad) con el poder político de dicho tiempo.

Entre las prerrogativas estaban no sólo la exención tributaria, sino también ciertos niveles de inmunidad jurídica, y el acceso a bienes diversos entregados de manera arbitraria por parte de los miembros de la monarquía, como la concesión de tierras obtenidas bajo coacción. Es sabido por ejemplo, que María Antonieta y sus amigotes “nobles”, mantenía una vida licenciosa y de despilfarro a costa de las arcas fiscales.

Esto explica muy bien por qué los liberales y los primeros radicales, que no pertenecían a ese grupo favorecido, se oponían al privilegio de dichas castas, defendían las libertades personales y la idea de libre mercado.

Es decir, promovían “una distribución deseable y justa de riqueza que fuera resultado de los "méritos" de cada cual”, por sobre la estructura de privilegios que se sustentaba en el poder político coactivo, que entre otras cosas, generaba una estructura de desigualdad casi imposible de derribar.

Contrario a lo que plantea Axel Káiser, el reconocimiento del mérito personal como un principio a respetar y como elemento fundacional del orden liberal, implicaba respetar el derecho a la autoposesión y por tanto el derecho a la propiedad de cada cual.

El mérito sigue siendo un elemento esencial para promover el respeto al derecho de propiedad ajeno. Nadie, ni siquiera el más igualitario o colectivista, se atrevería a plantear que lo obtenido por Alexis Sánchez o por el cantante Américo, gracias a su talento y mérito, debe ser expropiado o repartido entre todos.

El planteamiento actual en cuanto al mérito, tiene una base similar a la de antaño. Se opone a un sistema de privilegios que no tiene mucha relación con el mérito personal, sino más bien con el poder político-económico, que poco tiene que ver con la eficiencia en la satisfacción de deseos ajenos según la decisión libre de otros. Es decir, que no es de libre mercado.

La libre competencia real supone poner en funcionamiento las cualidades que nos permiten ser el mejor futbolista o un gran cantante. Es decir, dar rienda suelta a nuestras virtudes.

El problema actual es que el mérito -en sociedades como la chilena- responde más bien a una estructura de privilegios dada e incluso sustentada por el Estado, donde las cualidades personales valen menos que otra clase de elementos como el apellido, los contactos, el fenotipo, la militancia, el credo, o la batería de certificaciones que siempre impone el poder coactivo.

Me parece que a eso apuntan quienes –entre ellos muchos liberales- plantean una sociedad donde la distribución o lo justo, se base en el mérito personal, es decir, en la cualidades desplegadas por cada uno.

Contrario a lo que dice Axel Káiser, es el privilegio imperante el “que supone necesariamente el reconocimiento arbitrario y subjetivo de una autoridad que determine quién tiene méritos y quién no”. Por ejemplo para gobernar.

En una meritocracia real habría libre competencia, no un Estado asignando privilegios mediante coacción.

Y eso se ejemplifica en una familia, donde los padres permiten que los hermanos puedan acceder a similares oportunidades, y según sus méritos –lo que implica desplegar sus intereses y deseos también- puedan acceder y desarrollar su vida como quieran.

El problema no es el mérito, sino el privilegio. Al confundir esto, tanto detractores como promotores del mérito, se genera la creencia errada de que la herencia no es justa.

Pero lo que Alexis o Américo hereden a sus hijos es justo, pues lo obtuvieron gracias a sus propios méritos.

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