jueves, 7 de junio de 2012

UN DOCUMENTAL, ORWELL, FAHRENHEIT 451, Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN


La presentación del documental “Pinochet”, en un acto en el teatro Caupolicán,  ha generado un fuerte debate en torno a que permite el ámbito democrático, el respeto a los derechos humanos, y la libertad de expresión.

En el prólogo a Rebelión en la Granja, George Orwell planteaba lo siguiente: El tema que se debate aquí es muy sencillo: ¿Merece ser escuchado todo tipo de opinión, por impopular que sea?

La misma pregunta se puede aplicar en cuanto al estreno del ya polémico documental sobre Pinochet, dirigido por director Ignacio Zegers Blachet, que según plantean algunos, exalta la figura del dictador chileno.

La polémica ya está desatada en este sentido. Muchos se preguntan cuán legítimo sería este tipo de actos. Otros, han dicho que una democracia no puede permitir actos donde se glorifique a personas que cometieron delitos contra los Derechos Humanos, y que por tanto, un gobierno que se precia de democrático, debería prohibir tales actos u homenajes. Algunos han dicho que se debe prohibir ciertas ideas, opiniones o argumentos negacionistas o revisionistas, que justifican o avalan delitos contra los Derechos Humanos. 

Por cosas de la vida, este martes, murió Ray Bradbury, autor entre otros libros de Fahrenheit 451, donde los bomberos por orden del gobierno, se dedican a quemar libros para que los seres humanos sean más felices. Un gobierno considerado, pensará alguno.

Lo cierto, es que un gobierno que se arroga la facultad de prohibir, censurar o dictar qué se lee, se ve, se publica, se edita, o se escucha, o se dice, es un gobierno dictatorial. Porque es un régimen que pasa a llevar la libertad de opinión, porque teme a la opinión pública finalmente.

¿Defendemos la democracia y el pluralismo censurando opiniones o formas de pensar que consideramos erradas o aberrantes? No.

El supuesto errado de que el poder debe protegernos de malas ideas u opiniones, ha llevado a poderosos de diverso corte, a la quema de libros, a las proscripciones de partidos políticos, a leyes malditas, al macartismo, a las persecuciones religiosas, la caza de brujas, guerras preventivas, inquisiciones, etc. Todos, hechos que finalmente pasaron a llevar de manera brutal los derechos civiles y políticos como la libertad de pensamiento, opinión y expresión, y por tanto los derechos humanos.

Un detalle importante que muchos olvidan al plantear censuras por considerar tal o cual opinión como aberrante o inadecuada, es que la libertad de opinión es parte componente de los derechos humanos y civiles- políticos básicos de cualquier ser humano. Una sociedad que no permite la libertad de opinión –por erradas que éstas se consideren- difícilmente puede promover el respeto concreto y efectivo a los derechos humanos.

Esa incoherencia en la defensa de los derechos humanos es un grave problema ético, que el propio Orwell muy bien hacía notar: Las interminables ejecuciones llevadas a cabo durante las purgas de 1936 a 1938 eran aprobadas por hombres que se habían pasado su vida oponiéndose a la pena capital.

Entonces, negar la libertad de expresión para salvaguardar la democracia o para promover los derechos humanos, es negar  el “tener pleno derecho a decir y a imprimir lo que él cree que es la verdad, siempre que ello no impida que el resto de la comunidad tenga la posibilidad de expresarse por los mismos inequívocos caminos” como decía Orwell.

Es decir, plantear que el poder, la ley o la mayoría tengan la facultad de censurar, de restringir el derecho a reunión, o de determinar qué opiniones o ideas son aceptadas en el debate público en un momento dado, es subyugar la defensa de los derechos humanos a situaciones contextuales y temporales. Porque como decía el propio Orwell, Haced una costumbre del encarcelamiento de fascistas sin juicio previo y tal vez este proceso no se limite sólo a los fascistas.

La defensa irrestricta de los derechos humanos implica incluso –y aunque parezca contradictorio- garantizar la libertad de opinión de aquellos que con sus ideas y sentires, se plantean contrario a tales derechos. No es una cuestión política ni legal, sino una cuestión ética. 

Orwell decía, el resultado de predicar doctrinas totalitarias es que lleva a los pueblos libres a confundir lo que es peligroso y lo que no lo es. Lo peligroso no es el documental en sí. Lo peligroso es que producto de ese documental –que homenajea a un dictador que pasó a llevar derechos humanos- terminemos por validar la censura y el control por parte del Estado, en cuanto a lo que piensan las personas.

Como muy bien decía Orwell: Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír. 

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