viernes, 2 de diciembre de 2011

LA INGENUIDAD DE HERMANN HESSE

En un artículo que leía días atrás, se citaba a una frase de Hermann Hesse, donde intenta una sutil separación entre Hitler y Stalin como dos ejemplos de totalitarismo:

“no debemos arrojar en un mismo cajón a Hitler y a Stalin, o mejor dicho, al fascismo y al comunismo. El ensayo fascista es retrógrado, inútil, insensato y vil; el intento comunista, empero, es un ensayo que la Humanidad debía llevar a cabo y que pese a su triste aferramiento a lo inhumano, habrá de ser realizado una y otra vez, no para llevar a término la necia dictadura del proletariado, sino algo semejante a la justicia y la fraternidad entre burguesía y proletariado.”

Claramente Hesse se equivoca, pues ambos dictadores son dos íconos indiscutibles del peor despotismo, que alcanzó su máxima expresión a mediados del siglo XX. Son dos ejemplos de psicópatas megalómanos en el poder.

Y el error de Hesse, como el de muchos (de separar el comunismo del nazismo en tanto totalitarismos), se debe a la poca atención que parece prestar a sus propias ideas.

En su frase, denota (aunque no lo dice directamente) creer que el fin justifica el medio, cuando dice: “pese a su triste aferramiento a lo inhumano, habrá de ser realizado una y otra vez, no para llevar a término la necia dictadura del proletariado, sino algo semejante a la justicia y la fraternidad entre burguesía y proletariado”.

Lo que dice en el fondo, es que a diferencia del fascismo, el fin último planteado por el comunismo justificaría los diversos intentos por establecerlo, hasta que se obtenga lo deseado. El costo de esos tanteos sería incluso “su aferramiento a lo inhumano”.

Según Hesse, las brutalidades cometidas durante el estalinismo, habrían sido errores “experimentales”, de prueba. Habrían sido parte de los intentos hacia “la justicia”. Ese eufemismo del “aferramiento a lo inhumano”, en ningún caso sería producto del ideal comunista mismo.

En la citada frase, Hesse recurre a un argumento muy habitual. Aquel que plantea que el estalinismo y su evidente “aferramiento a lo inhumano” fueron una desviación, y no una expresión del ideal comunista.

Para Hesse, la falla es el tanteo hacia cumplir el ideal, jamás el ideal mismo. Lo que falla es el modo en que se hace el experimento y no la teoría en que se sustenta. Esto  es algo claramente anticientífico y más bien mitológico.

La falla es la teoría misma
El argumento de Hesse está claramente basado en una presunción ficticia. De que no habría ninguna falla en la teoría comunista, ya que ésta sería una cuestión que no depende de la voluntad humana, sino del devenir histórico “hacia la libertad humana”, en base a las leyes del materialismo dialéctico.

En base a la idea anterior, parece fácil desligar a Stalin del comunismo y al comunismo del totalitarismo, y de paso liberar a Marx de sus errores teóricos. Así lo hace Hesse, al plantear que el totalitarismo estalinista no sería verdadero comunismo, sino una desviación con respecto al ideal mismo. Una desviación en el ensayo. Por tanto, juzgarlo como se juzga al nazismo sería errado para él.

No obstante, el argumento de la desviación se torna dudoso, porque implicaría que: o el ideal comunista es imposible de llevar a cabo ahora, pues dada la naturaleza humana siempre terminará en totalitarismo; o los pronósticos comunistas son y han sido errados hasta ahora, y con ellos el todos sus ideólogos, líderes y caudillos.

El Gulag no es menos criminal que Auschwitz
En la misma citada frase, y en base a la falacia anterior, Hesse también recurre a otro recurso argumentativo habitual: aquel que plantea que la finalidad del comunismo, que él denomina como “justicia y la fraternidad entre burguesía y proletariado” basta como justificación insuperable para no ligarlo al totalitarismo criminal y racista de  Hitler.

Y claro, un pensamiento que plantea como fin último establecer “la justicia y fraternidad” en la sociedad, es un ideal noble, superior y deseable. ¿Quién podría negarse a cumplir aquello?

Para el marxismo sólo un tipo de persona podría. Alguien con una falsa idea producto de su origen de clase. Alguien que, preso de una ideología contraria al devenir histórico, se opone de manera absurda a los designios de “justicia y fraternidad” que la “Historia” tiene programados para el proletariado, “la Humanidad”. Ese, no puede ser otro que un burgués.

Entonces para Hesse, alguien que ubica a Stalin y Hitler como dos ejemplos de déspotas criminales, que ubica al comunismo y el fascismo como dos ejemplos claros de vías al totalitarismo, no puede ser  más que alguien víctima de una falsa conciencia. No puede ser más que un burgués contrario a “la Humanidad”.

Porque un detalle importante es que cuando Hesse se refiere al comunismo como un ensayo de la Humanidad, va implícita la idea marxista de una conciencia colectiva, que no seria otra que la del proletariado, que como sujeto histórico, libre de la ideología, es dueño de la verdad histórica, de la justicia, y representa en su totalidad “a la Humanidad”.  

Ergo, para Hesse, el proletariado que sería “la Humanidad”, tiene el derecho de imponer la justicia y la fraternidad al resto cuantas veces sea necesario, sobre todo a esos desviados, blasfemos y herejes que dudan con respecto a la justicia del devenir histórico. Historicismo puro.

Para Hesse -y aquí radica su error al separar a Stalin de Hitler- el comunismo como expresión de esa conciencia colectiva, como expresión de la Humanidad, tendría el derecho incluso a equivocarse, pero jamás a ser considerado o cuestionado como un ideal totalitario o criminal en base a los hechos. Porque, como él mismo dice: “pese a su triste aferramiento a lo inhumano, habrá de ser realizado una y otra vez”. 

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