jueves, 24 de noviembre de 2011

VOTO OBLIGATORIO O CÓMO SIMULAR PARTICIPACIÓN


“El voto voluntario desincentivaría la participación”. Con esa frase, más datos que sustentan la frase, quienes rechazan el voto voluntario y apoyan obligar a votar, parecen saldar cualquier discusión sobre el tema. A simple vista, evitar la caída de la participación política y con ello de la representación, para salvar la Democracia parecen argumentos inapelables, pero ¿Qué entendemos por participación política  y democrática, realmente?

Y la pregunta es relevante no sólo cuando nos preguntamos en serio qué es participar votando, sino cuando analizamos en qué sistema electoral, es decir, de representación y participación, se nos obligaría a votar.

¿Acaso obligando a votar, los políticos tendrán incentivos para informar de manera concienzuda a sus electores sobre sus propuestas y otros asuntos? ¿Acaso las castas políticas se sentirán llamadas a abrir más espacios para la competencia política de candidatos independientes en diversos niveles, porque ahora nos obligan a votar? ¿Se sentirán llamadas a modificar el sistema binominal que les garantiza cupos con pocos votos porque nos obligan a votar? ¿Se sentirán llamados a evitar las reelecciones? ¿Se sentirán llamados a representar a sus electores?

Y reitero ¿Qué entendemos realmente por participación política, electoral o como quiera denominarse, al momento de usarla como argumento a favor de la obligatoriedad? ¿Acaso votando para cumplir –y evitar una sanción- se participa realmente? ¿Acaso se cree que por arte de magia, el voto obligatorio hará surgir la virtud cívica de los ciudadanos que se presume inexistente en éstos, y por lo cual se les obliga a votar?

Si somos honestos, diríamos no. Votando porque estamos obligados (sin tomar en cuenta si se vota informado y a conciencia, y no sólo para evitar sanciones, pero sin conocer quiénes y qué proponen los diversos candidatos) no se está participando  políticamente. Se simula participación política. Por inercia.  

Obligando a votar se construye una fantasía, una fábula, donde se presume que todos van a votar felices e informados, de manera consciente. Por tanto, como todos participan políticamente, pues asisten a las urnas -obligados-, quiere decir que aceptan el sistema electoral vigente, y a las élites políticas que se alimentan de éste.

Y esa ilusión, de que muchos votan, no fomenta mayor participación política, sino que la desvirtúa de su sentido político, la vuelve un trámite como renovar el permiso de circulación, y por tanto termina por fortalecer y a la vez esconder un sistema con castas políticas desprestigiadas, en las que pocos ciudadanos hoy confían, que no quieren competir con nadie, salvo con ellas mismas; que no quieren hacer ninguna clase de esfuerzo por captar nuevos votantes, salvo mantener sus clientelas, ya parasitarias.

En toda esta defensa del voto obligatorio, no veo a nadie promover un esfuerzo de las clases políticas por fomentar una educación política más sustancial a nivel ciudadano. No sólo en las escuelas, sino a través de los medios. Ni siquiera los partidos hacen eso a nivel de sus bases. Nadie, ningún político propone una campaña por un voto informado de verdad.

Y alguno saldrá con el deber. ¿El deber? ¿Podemos hablar de cumplimiento del deber, si el voto se ejecuta sin ninguna clase de información concreta, con la cual el elector pueda decidir de manera razonada su elección?

1 comentario:

Anónimo dijo...

El voto obligatorio estadísticamente tiene conocido los porcentajes posibles de obtener, que cantidad le pertenece a cada partido o rostro político, que cantidad sumada a la del contrario o semejante le haría ganar en una reelección (siempre visto: cuando la concertación busca los votos del partido comunista).
En tales supuestos el político numérico, tiene claro bajo que entero está jugando, sabe dónde ir, cómo y cuanto esforzarse, tiene los datos precisos para realizar su proyección, con uno que otro error.
En el voto voluntario, comienza a cambiar el enfoque. Si bien se sigue hablando de números, porcentajes y calculadora, el “numero” se pasa a llamar votante con decisión y capacidad libre de querer ir bajo cualquier incentivo o motivo a sufragar. Aquí el candidato tendrá la tarea más ardua, pues si quiere voto deberá esforzarse, conquistar, asegurar y argumentar el triple del por qué tendrá que ser favorecido con el voto de este ciudadano ya más valorizado, más allá de un porcentaje.
Si el voto es obligatorio, se atenta contra la libertad individual, ya que la obligación lleva adherida la sanción al no cumplimiento con el deber impuesto. Y por no pagar la multa correspondiente o arriesgar otra situación más complicada. Para el votante obligado como usted dice se torna un trámite, un trámite tedioso, aunque los candidatos lo expongan con solemnidad hipócrita, para el votante es un trámite, para el candidato el numero que podría serle sumado.
La obligación subestima la capacidad de decisión del pueblo por querer cambiar la realidad país bajo voluntad.
Aunque si hay que admitir que la obligación está en pro de la participación de un todo, sin diferencias, ya que con él, nadie puede decir que ha quedado fuera por no tener la oportunidad de ser parte del proceso.
De forma más superficial, el candidato tendrá que gastar aun más recursos en su campaña, la exigencia de captación del votante será mayor, pero eso lo soluciona cada uno con su capacidad, creativa, racionalización y eficiencia.
Yo creía en la incapacidad de las personas por votar a conciencia: “votaban por votar” o “botaba por votar”, pues se dejaban envolver por campañas estúpidas que solo van a satisfacer los intereses de cada partido o político, a ese egocentrismo político instaurado, donde el fin último parece ser el pueblo.
Cómo está la situación social actualmente, el votante está más despierto.
Si se cree que el ciudadano no cuenta con educación cívica para valorizarlo, es debido a que está no se otorga, si éste no ha de querer votar es justificado por la frustración, el cansancio y la decepción hacia quienes dicen ser representantes.
Que sea reciproco: Si los representantes quieren voto obligatorio, que sea obligación cumplir con lo prometido en campaña.