miércoles, 7 de septiembre de 2011

UNA TRAGEDIA UNIDIMENSIONAL


Esta semana, la muerte ha triunfado, no porque haya aparecido como diariamente y sin aviso lo hace sobre nosotros los mortales -que olvidamos ese dato- sino porque los medios la han convertido en un fetiche colectivo para reafirmar la unidimensionalidad del poder.  

La muerte de 21 personas, incluidos un conocido y carismático animador de televisión, el viernes pasado, ha sido un hecho lamentable, impactante triste y trágico. No obstante, los medios masivos, el poder y miles de opinantes ciber espaciales no han tardado en generar una falsa sensación de parálisis completa del país, de la existencia, de la vida misma.

Apelando a entelequias discursivas como “el alma nacional o el dolor nacional”, han levantado la idea de parálisis y dolor colectivo, que ha ido acompañada de una especie de freno a cualquier otra actividad –colectiva- que no gire en torno a la tragedia, o que “vaya contra el alma nacional en duelo” (aunque las cuentas y los intereses siguen como si nada).

Se ha producido una catarsis colectiva que refleja rotundamente la siempre potencial y ahora clara unidimensionalidad que (a lo largo de los años) los medios masivos de masas y el sistema educacional han constituido a punta de des-educación, a nivel individual y por ende colectivo. Y ha demostrado su funcionalidad.

Así, para las élites (que desde hace meses enfrentaban la revuelta del rebaño que parecía escapar de su letargo, y parecía querer enfrentarse a las bases mismas del poder) el surgir “espontáneo” del dolor colectivo ante la tragedia (que no es más que el reflejo de esa unidimensionalidad colectiva y del dominio de los medios de masas) ha sido la mejor forma colectiva de frenar la revuelta misma. Esa revuelta expresada por el movimiento estudiantil que se alzaba como una cuestión colectiva contra las bases que sustentan todos los privilegios.

Les ha servido para poner en duda el momento de tales demandas o de sacarlas de la mente “del alma nacional” por un tiempo. Como si los propios mandantes, cegados por el dolor de una tragedia que les es ajena en sentido estricto, se hubieran olvidado de sus reclamos más directos.

Entonces, el accidente que lamentablemente costó 21 existencias, rápidamente ha servido al poder, para apelar nuevamente a la idea abstracta de “unidad nacional” y a través de ésta noción, para indicar que cualquier reivindicación -por lo demás colectiva- como una marcha estudiantil, es improcedente e irrespetuosa “con el dolor de Chile”. Lo mismo se produjo con los mineros. Entonces, se produce el cierre del universo político y la unidimensionalidad se concreta a través de nuevos focos de idolatría.

Así, de manera claramente utilitaria, se ha alimentado una especie de catarsis colectiva en torno a la tragedia y la muerte de esas 21 personas, que en el fondo es simbólica, y sobre todo tremendamente mediatizada. Totalmente de masas. Y entonces, se vive una especie de duelo constantemente televisado y twitteado a cada minuto. Sólo basta rebobinar o hacer retuitear al dolor.

Y se produce entonces, una especie de crucifixión moderna, tecnológica, masiva y sobre todo aséptica. Donde hay mártires elevados a una superioridad moral y humana incomparable, una causa noble, y sacerdotes que catalizan el dolor, pero no culpables. Eso ni pensarlo. Y con ello se produce una especie de endiosamiento virtual donde no hay espacio para insensibilidades, ni críticas, ni disidencias. Como una religión. Entonces, el poder, desde lo simbólico, desde lo más emocional, vuelve a encauzar al rebaño. Y como siempre lo ha hecho, le entrega mártires para venerar.

Insensible, desalmado. No, sólo me cuesta entender un fenómeno extraño, que es en el fondo un duelo en base a una imagen, creada, pensada para proyectarse, para ser perfecta, intachable, para ser como la muerte, inmortal. 

Me cuesta entender un éxtasis colectivo en torno a la muerte, donde resulta que si no lloras o elevas alabanzas hacia el fallecido, o eres un envidioso, o un inconsciente, o un insensible.

De seguro, en torno a la muerte de Valdés, también surgirá la apelación a la “unidad nacional”.

No hay comentarios: