miércoles, 1 de octubre de 2008

Crisis Mundial, todos los extremos son malos

Con la crisis, ahora mundial, el debate en torno a las causas se ha reducido a si hubo mucha o poca intervención del Estado. En ningún caso se ha considerado que tanto el Mercado como el Estado funcionan imbricadamente y que probablemente el rescate propuesto por Bush es para salvar sus propias acciones en la Bolsa.

Las causas de la crisis económica financiera –al borde del debacle real- han sido muy discutidas en el último tiempo y como era de esperar, las posiciones se han polarizado entre aquellos que reclaman mayores intervenciones del Estado en el mercado, y aquellos que promueven ojalá ninguna intervención gubernamental en las lógicas económicas.

El debate entre los economistas y otros especialistas está que arde y los argumentos a favor y en contra de alguna de estas posiciones siguen apareciendo en diversas publicaciones. También aparecen los discursos deslegitimadores que tienen más carácter ideológico que técnico. Aunque a estas alturas, la técnica parece sobrepasada por una crisis que ya es. La técnica falló en algún punto.

Por otro lado, al debate ahora se suman las eventuales y posibles soluciones al problema, entre las que destacan el plan de rescate del presidente Bush y que aún sigue en negociaciones en el Congreso estadounidense.

Todo gira en torno a aspectos superficiales o netamente económicos del problema, pero nada apunta a un elemento esencial que en la discusión parece no considerarse, la relación entre política y dinero en cuanto al mercado y el estado. Más aún, parecen no considerar como la intervención estatal fue claramente usada para favorecer intereses económicos privados sin tomar en cuenta el paso del tiempo. El tema central es que el Estado no se debe volver un nicho para favorecer intereses corporativos o empresariales, es decir convertir a la sociedad en una plutocracia.
http://www.project-syndicate.org/commentary/stiglitz11/Spanish (Capitalismo Amiguista al Estilo Americano).

En este sentido, para muchos, la intervención estatal es la gran culpable del desastre financiero actual, debido a la promulgación de leyes como la Ley Gramm-Leach-Bliley, firmada en noviembre de 1999 por el presidente Clinton, o la ley federal de 1995, la Community Reinvestment Act (CRA).

Sin embargo, nadie ha tomado en cuenta que dichas resoluciones fueron aprobadas por un congreso y un gobierno, cuyos componentes probablemente también tenían enormes intereses económicos involucrados para estar a favor de dichas leyes.

En este sentido, la primera ley puso fin a la prohibición –o regulación- que tenían los holdings bancarios de poseer otras compañías financieras, y que separaba la banca de inversión de la banca comercial.

Lo anterior, “permitió que una misma entidad desarrollara una banca comercial y de inversión, propiciando fusiones y un crecimiento desmesurado de muchas entidades” (http://www.elobservatodo.cl/admin/render/noticia/11818).
Nadie -de los beneficiados en ese momento- se quejó de la intervención estatal, que en definitiva permitió la ampliación de sus mercados. Y también de sus ganancias.

Sin embargo con ello también se abrió la puerta para el surgimiento de gigantes financieros proclives al monopolio y al alto riesgo financiero, pues surgieron los incentivos para que “fondos privados de inversión (hedge funds) inyectaran grandes cantidades de dinero sin tener que pasar por el ojo de un ente regulador (ellos no están obligados a hacer pública la información financiera relevante).
Mucha vs. Poca Regulación (http://xavierserbia.com/b2evolution/blogs/index.php?blog=1&p=114&more=1&c=1&tb=1&pb=1)

Probablemente más de algún senador tenía intereses creados en alguna entidad financiera, que favorecieron la aprobación de dicha ley, que parece tiene un claro carácter de una intervención que desrregula.

Por otro lado, la segunda ley establecía la prohibición a bancos y otras entidades, de otorgar créditos sólo a los más acomodados en el mercado, sino que los obligaba a ofrecerlos a todos los grupos sociales. Es decir, se promovía –aunque “obligadamente”- ampliar el espectro del mercado y también –aunque nadie lo dice- se obligaba al endeudamiento a quienes en realidad no podían endeudarse. Probablemente a muchos racionales les dijeron: ¿Eres idiota o qué, por qué no tienes casa?

Por lo mismo, con la segunda ley no tardaron en aparecer “organizaciones sin fines de lucro con poder político que reciben miles de millones de dólares por parte de la banca privada para llevar financiamiento a potenciales dueños de casa y dueños de pequeños negocios.” (http://xavierserbia.com/b2evolution/blogs/index.php?blog=1&p=114&more=1&c=1&tb=1&pb=1).

En este caso, claramente los intereses económicos corporativos se imbricaron con los políticos. Todos estaban ganando y nadie se quejaba en ese momento. El Estado y el Mercado eran una sola entidad. Eso no debe ocurrir jamás, porque entonces estamos ante una plutocracia.

Es en este punto donde juegan un rol clave las hipotecas de empresas con garantía estatal (government sponsored enterprises) como Fannie Mae y Freddie Mac. Cualquier empresa querría tener como aval las arcas del Estado, más aún el estadounidense.

En este caso, tampoco nadie se quejó de la intervención, menos cuando existían ganancias cuantiosas para dichas empresas y sus ejecutivos.

Probablemente ahora, si interviene el gobierno de Bush con su plan de rescate a Wall Street, tampoco se quejen aquellos que se lleven grandes indemnizaciones a costa de los ciudadanos que sin embargo, seguirán endeudados.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y al final a largo plazo, es mejor más o menos intervención?

Jorge A. Gómez Arismendi dijo...

No lo sé, depende el tipo de intervención. No se trata de intervenir porque si, sino para qué.

En este caso, con o sin intervenciones, lo claro es que las decisiones fueron tomadas para favorecer a algunos pocos plutocratas.