“¿Se educan a propósito
nuestras disposiciones para que seamos creadores, o se nos trata puramente como
criaturas cuya naturaleza no admite más que la doma?” Max Stirner.
La pregunta del filósofo Max Stirner –influencia de
Nietzsche- apunta a un claro y central dilema: la educación, o es un espacio para promover la libertad o para promover
la sumisión de las personas.
Cuando la enseñanza es libre, amplia y variada (ecléctica) no
sólo derriba mitos sino que sirve para formar personas creativas, libre
pensadores y ciudadanos pacíficos (Así lo creían los ilustrados); cuando es
doctrinaria, sesgada y dogmática, sólo sirve para formar individuos uniformes,
soeces, intolerantes y autoritarios, pero además serviles a los mitos
dominantes y los déspotas de turno.
La primera manera podemos llamarla claramente educación,
entendida como la formación para pensar libremente; la segunda podemos llamarla
adoctrinamiento, entendida como la formación para pensar disciplinada, limitada
y uniformemente.
La primera, fomenta el afán por el saber y el pensamiento
crítico, y por tanto es enemiga de la censura y defiende la libertad de
expresión; la segunda restringe el afán de conocer y defiende el pensamiento
único, y por tanto es amiga de la censura y enemiga de la libertad de
expresión.
De lo que llamamos educación depende la autonomía individual
y por ende la existencia de una sociedad civil activa y plural independiente
del gobierno y el Estado; del segundo modo –del adoctrinamiento- han hecho
usufructo el absolutismo monárquico-religioso, el despotismo político de las dictaduras
y los totalitarismos de cualquier tipo e ideología.
Como Bertrand Russell planteaba, el paso de la barbarie a la
civilización ha dependido de estas diferentes formas de enfrentar el
conocimiento.
Históricamente, quienes han tenido el poder –sea político, religioso
o económico- siempre han optado por el adoctrinamiento de las personas. Porque
así “nacido
y criado en la esclavitud, heredero de una larga progenie de esclavos, el
hombre, cuando ha comenzado a pensar, ha creído que la servidumbre era
condición esencial de vida: la libertad le ha parecido un imposible”
Malatesta.
Un individuo consciente e informado más allá de lo permitido,
siempre ha sido considerado peligroso por el poder porque, como el mismo
Stirner decía: “La educación proporciona la superioridad y convierte en señor: por eso
en aquella época de señoría constituía un instrumento para el desempeño del
poder. Tan sólo la revolución fue capaz de echar a pique la economía de señores
y siervos, instaurando el principio vital: ¡Que cada cual sea su propio señor!
A ello iba ligada la necesaria consecuencia de que la educación…”.
Quienes tienen el poder o lo quieren para sí, saben que éste
se sustenta en mitos y subterfugios diversos, el derecho divino, la
infalibilidad, la sangre, la raza, la conciencia, etc. Quienes por cualquier
motivo dejan en evidencia estos rasgos comunes y frecuentes del poder –sea cual
sea su denominación- son claramente personas non gratas.
Por eso, quienes han tenido el poder (se digan de derecha,
izquierda, socialistas, liberales e incluso a veces demócratas) siempre han
tratado de monopolizar y limitar la educación dentro de los márgenes del adoctrinamiento,
para disciplinar. Nunca la han aceptado como modo de liberación del
pensamiento. Así, la lucha por el monopolio del adoctrinamiento educativo, fue
la base de la pugna entre la educación religiosa y la estatal durante los
procesos de secularización.
LOS DEFENSORES DE LA
IDIOCRACIA
En la antigua Grecia, quienes participaban en la política
eran los ciudadanos, quienes no lo hacían eran llamados idiotez, que según Fernando Savater se utilizaba para referir “a
quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de
ofrecer nada a los demás”. En términos estrictos, describía a quien no
le interesaban los asuntos de la polis.
Estos primeros políticos recurren a los filósofos y sofistas,
quienes les instruyen para convencer en sus discusiones. Es decir, los
educaban, los hacían pensar. Quizás ahí surge la derivación de la palabra
idiotez hacia algo relativo a la falta de racionalidad y lógica.
Por lo mismo, hasta varios siglos después, y tal como Stirner
plantea “una educación popular se consideraba impropia pues el pueblo debía
permanecer, frente al señor culto, en la casta de los laicos, admirando y
venerando el señorío ajeno”.
Hoy en la democracia moderna la lógica sigue siendo la misma.
Quienes tienen cualquier tipo de poder, consideran que las personas comunes no
entienden muchos de los asuntos que conciernen la toma de decisiones, y no es
necesario que sepan sobre éstos, aún cuando les puedan afectar directamente.
Quienes tienen el monopolio de la educación, tampoco se esfuerzan en que las
personas entiendan o se eduquen más allá de lo establecido. “Se
conforman con educar gente razonable, pero no se proponen formar hombres
racionales” Max Stirner.
La explicación es sencilla, así mantienen el poder, porque “si a
los efectos naturales de la costumbre se agrega la educación recibida del mismo
patrón, del sacerdote, del maestro, etc. -interesados todos en predicar que el
gobierno y los amos son necesarios, y hasta indispensables…se comprenderá cómo
el cerebro poco cultivado de la masa ha logrado arraigar el prejuicio de la
utilidad y de la necesidad del amo y del gobierno” Malatesta.
Personas más informadas y con mayor conocimiento
probablemente no estarían de acuerdo con muchas decisiones provenientes del
poder o reclamaría para sí otras -como decidir qué fumar-, o se opondrían a
cualquier imposición de poder, atomizando y descomponiendo cualquier forma de
poder centralizado.
Con personas más educadas e informadas, no tendrían sentido cosas
como el Breviario de campaña electoral,
donde Quinto (hermano de Cicerón) detallaba como hay que embaucar al pueblo
para ganar las elecciones.
Por eso, y haciendo la misma pregunta que se hacía Max Stirner
“¿De
qué nos lamentamos, pues, cuando nos referimos a los defectos de nuestra actual
formación escolar? De que nuestras escuelas se asienten todavía sobre el viejo
principio del saber sin voluntad”.
EDUCADOS PERO DÓCILES
La ilustración y su idea de una educación universal rompieron
con el exclusivismo que existía en el orden feudal, religioso y absolutista,
donde sólo los señores se educaban mientras el resto de las personas permanecía
sumido en la ignorancia, el oscurantismo, el temor y el servilismo hacia el
poder. La idea era “iluminar las mentes” de los seres humanos para permitirles
abandonar los miedos y lograr desarrollarse libremente.
Sin embargo, lo que en principio se planteó como un proceso
liberador en cuanto al poder, derivó en una nueva lógica de adoctrinamiento y
servidumbre en servicio de otros nuevos intereses, dioses y déspotas, ya sea la
“unidad nacional”, la “voluntad general”, el “bienestar general”, la “patria”,
el “orden”, entre otras cosas.
Así, aún cuando los ideales de la Ilustración planteaban
liberar a las masas de su ignoracia, “la masa de los trabajadores no reciben más
educación científica que sus abuelos, y, además, se ven privados de la poca que
podían adquirir en los pequeños obradores, mientras que sus hijos, tanto
varones como hembras, estando condenados a vivir en la mina o la fábrica desde
la edad de trece años, pronto olvidan lo poco que aprendieron en la escuela”
Kropotkin.
Así, hasta el día de hoy “la educación para la vida práctica no forma
más que personas de principios, incapaces de pensar y actuar sino en función de
máximas, pero no forma hombres principales. Tan sólo forja espíritus legales,
pero no libres” Max Stirner.
La enseñanza, de instrumento liberador como se planteó en la
ilustración, ha pasado a convertirse en instrumento domador, según los
requerimientos de los poderosos de turno. “les privamos conscientemente de toda
educación, fatigamos su inteligencia con un trabajo excesivo, les privamos conscientemente
de toda posibilidad de hacerse productores, y bajo un sistema de educación cuyo
objetivo es la «utilidad», y los medios la «especialización», hacemos trabajar
hasta el aniquilamiento a los pobres maestros que toman a pecho su labor”
Kropotkin.
Ahora el poder, ya «no destruye las voluntades, pero las
ablanda, las doblega y las dirige; rara vez obliga a actuar, pero se opone sin
cesar a que se actúe; no destruye, pero impide nacer; no tiraniza, pero
mortifica, reprime, enerva, apaga, embrutece y, al cabo, reduce a toda la
nación a rebaño de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobierno»
Alexis de Tocqueville.
Por eso, los falsos defensores de la libertad, con el
propósito de imponer su propia voluntad, han pretendido en diversas ocasiones,
por siglos, adoctrinar a diversas generaciones en un ciego respeto a la
autoridad (la que ellos consideran como tal) sea del tipo que sea.
Entonces, “pueblos enteros aran con el mismo arado que
sus antecesores medievales, viven en la misma incertidumbre respecto al mañana,
negándoseles igualmente con empeño la educación también; y si quieren reclamar
su derecho a la vida, tienen que marchar con sus mujeres y sus pequeñuelos
contra las bayonetas de sus propios hijos, como hicieron sus abuelos ciento y
trescientos años atrás” Kropotkin.
En Chile, el denominado flaite es la expresión social de ese
proceso de (des)educación -como lo llama Noam Chomsky- llevado a cabo desde
hace varios años, y desde varias dimensiones por parte de las élites y de
quienes tienen poder.
Este nuevo “ciudadano” (que en realidad es un
idiotez en el modo griego) producto de ese proceso (des)educador y
despolitizador es “incapaz de preservar por sí sólo su libertad” como también
planteaba Tocqueville. Ninguno es capaz de darse cuenta del dominio sobre ellos
y menos dejar de ser dóciles a éste. “Sólo somos libres interiormente (una
libertad a la que por nada debemos renunciar), mientras que exteriormente
podemos seguir siendo, con toda nuestra libertad de conciencia y de
pensamiento, esclavos en la servidumbre” Max Stirner.
A partir de lo anterior, surge el
campo fértil para cualquier dogma totalitario y criminal que dispone de las
masas ignorantes, para que populistas y dictadores encuentren el camino
despejado para saciar su ambiciones personales de poder.
De la misma forma en que el vasallo feudal no se rebelaba
contra su señor por ignorancia y temor a dios, este “ciudadano” permite a las élites
(y en esto no hay diferencias entre sectores políticos o ideologías) componer
una estructura de poder casi imposible de transformar.
No hay que olvidar cuál es el propósito
central de la educación, que en la ilustración se planteó como principio
esencial, la libertad: ¡Sapere aude! ¡Ten el valor
de servirte de tu propia razón!
(Kant, 1784).
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