“Antes de emitir una opinión definida acerca de la educación que nos
parece preferible, debemos tener alguna idea de la clase de persona que
deseamos producir” Bertrand Russell.
La paz social jamás ha sido garantizada por el mero uso de la fuerza.
Una sociedad civil y política requiere educar en principios y virtudes civiles
a todos sus miembros, de lo contrario, siempre camina al filo de la barbarie.
Ante el
debate educacional, hace tiempo que ciertas élites han reaccionado planteando
que la educación es de exclusiva responsabilidad de los padres, que no es justo
que unos financien la enseñanza de los hijos de otros. Por ende, un sistema de
educación pública y universal pasaría a llevar en todo sentido, la libertad de
los padres para educar a sus hijos sin intromisiones.
El argumento
es racionalmente válido e incluso liberal. No obstante, ante los hechos
crecientes de violencia, y aceptando la idea de que existe un supuesto contrato
social entre todos nosotros, surge la pregunta ¿Cuán riesgosa es la falta de educación –o la educación deficiente- de
un número importante de la población, para la mantención de tal contrato?
Desde un
punto de vista también racional (pues la
razón nos impulsa a buscar la paz para preservar la existencia y disfrutar en
algo los bienes obtenidos) parecería insensato mantener un sistema educativo
que debilite de manera paulatina las bases de dicho contrato social.
Incluso desde
un punto de vista egoísta parecería irracional. Por lo menos así lo desliza
Teresa Marinovic, al decir que aceptaría pagar educación de otro, sólo porque “la
educación disminuirá el riesgo de que él se transforme en un delincuente y
contribuir a esa causa será una forma de pagar por la propia seguridad”.
No obstante, aún
cuando parece que la creciente falta de educación de una masa importante podría
estar horadando las bases mínimas del supuesto contrato, las élites defienden el
sistema educativo vigente de manera férrea, en base al argumento de la libertad.
Al parecer no
obstante, detrás de ese rechazo se esconde una presunción más bien medieval (si
se puede llamar así) de que la educación es necesaria sólo para los grupos
privilegiados, y que por tanto el resto puede permanecer sumido en la ignorancia,
bajo el simple control de un sistema educativo deficiente y de mera disciplina
(y un sistema policial fuerte si es necesario).
Misma
concepción, que según Max Stirner, en épocas pasadas consideraba a la educación
popular “impropia pues el pueblo debía permanecer, frente al señor culto, en la
casta de los laicos, admirando y venerando el señorío ajeno”.
Quizás
eso explica la paradoja del por qué las élites, aún cuando dicen defender el
derecho de los padres a educar a sus hijos sin intromisiones, aceptan la
escolarización compulsiva por parte del Estado, es decir que obligue “a educar
(disciplinar)”. Paradoja absoluta, porque si aceptamos el derecho de los padres
a educar a los hijos sin intromisiones, eso implica la libertad de éstos a no
darles educación alguna. Claramente, tal incongruencia revela que las élites han
olvidado lo que un liberal como Popper decía: el "hábitat" natural
del hombre es la tribu, no la libertad individual”.
Es
claro que las algunas élites han olvidado que la libertad en una sociedad, se resguarda
no por la mera existencia de leyes que la promuevan mediante la coacción, sino
por medio de personas que la pongan en práctica en todo sentido y nivel. Han
olvidado que “conviene inculcar los primeros rudimentos de moralidad en sus
mentes; para que cuando sus entendimientos progresen en fuerza puedan
enseñarles a lograr la máxima felicidad, mostrándoles que no depende de la
condición donde la suerte les puso, sino de buena conciencia, buena salud,
trabajo y libertad en todas las empresas justas”, tal y como decía Thomas
Jefferson.
Por
eso, sus llamados a respetar el Estado derecho, el contrato social o a la “unidad
nacional”, son palos de ciego, pues van dirigidos a personas que probablemente
jamás han recibido ninguna clase de instrucción sobre tales principios, y que
además han visto como esa supuesta unidad y estado de derecho es transgredido y
violado por las propias élites en otros ámbitos.
Ciertas élites, en su
supuesta defensa de la libertad educativa, han olvidado lo que decía Thomas
Jefferson: “El objetivo más importante de
una educación democrática es que el pueblo sea el último guardián de su
propia libertad”.
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