Hoy, decirse de derecha
o izquierda es lo más perezoso en el debate político.
Las nomenclaturas de izquierda y derecha son una especie de
fachada discursiva, que no sólo fomenta la pereza intelectual en cuanto a
definir cómo se piensa políticamente, sino que esconde las similitudes que
existen entre quienes se dicen de izquierda y quienes se dicen de derecha.
Decirse de izquierda o derecha se ha tornado el camino fácil
para muchos, que simplemente no se dan el trabajo de investigar o entender qué
implican tales palabras en términos ideológicos, discursivos, históricos y
éticos. Decirse de izquierda o derecha esconde la pereza de pensar, de darse el
trabajo de analizar y entender las ideas que supuestamente se tienen y
defienden.
Generalmente, esa pereza se traduce en una falta de rigor a
la hora del debate, cuando se deben definir criterios éticos en cuanto lo
político. De ello, derivan errores e incoherencias en relación a ideas centrales
del debate político en cualquier tiempo, como son la libertad y las libertades,
la igualdad, los derechos y deberes, el poder, la coacción, lo justo, el rol
del Estado.
Cuando la gente se define de derecha o izquierda para
definirse como buenos o mejores, generalmente lo hace en base a ciertas
nociones que son más bien ambiguas o erradas. Eso, si analizamos el origen y
evolución histórica de la nomenclatura divisoria.
En la izquierda de la Asamblea, que se oponía al Antiguo
Régimen, había liberales defensores del libre mercado, anarquistas y
socialistas utópicos, que para nada defendían la idea de un Estado fuerte u
omnipotente, planificador o interventor que expolia a punta de impuestos a los
propietarios.
En la derecha, por el contrario, había conservadores,
defensores del Antiguo Régimen que entre otras cosas, defendían el Estado
absoluto y el mercantilismo que tantos privilegios les había generado, como las
exenciones tributarias.
Por ese desconocimiento, un error frecuente y simplista es
creer que ser de izquierda y derecha se define en base a la idea de más o menos
Estado que se tenga. Pero eso es desconocer la amplitud de planteamientos, que
muchos autores radicales como Proudhon, Bastiat y otros, tenían sobre el Estado, la libertad y la
igualdad.
No considerar eso, ha llevado a otro error garrafal, el de
definirse de izquierda simplemente por considerarse marxista y sus derivados.
Pero Bakunin y otros muchos anarquistas, también se consideraban y definían de
izquierda, y no obstante hacían sendas y certeras críticas a los planteamientos
de Marx, como por ejemplo, su idea de dictadura proletaria. Sabían que esa
autoridad exacerbada, llevaría a un nuevo déspota. La experiencia histórica del
estalinismo finalmente les dio la razón.
De hecho, el error de quienes se definen perezosamente como
de izquierda o derecha, es basar sus argumentos en ser meros defensores de la
igualdad o la libertad, como si ambos principios fueran contrapuestos.
Lo cierto, es que no puede haber igualdad sin libertad y el
ejercicio de la libertad exige el reconocimiento de un mínimo de igualdad. Es
decir, la libertad y la igualdad requieren una base ética. De ello surge todo
lo demás en cuanto a derechos y deberes.
La existencia de esclavos es ejemplo de lo que genera la
ausencia de esta conjunción entre libertad e igualdad. Quien es esclavizado –ya
sea por otro ser humano o por un gobierno- se le niega la libertad porque no se
le reconoce como un igual. Esa sutileza, aún no la captan derechistas e
izquierdistas de diverso corte.
La confusión en base a la nomenclatura izquierda y derecha (que
finalmente permite a los perezosos prescindir de la necesaria y estricta
definición ética basada en la razón) se ha ampliado a diversos espectros, por
ejemplo en relación al poder estatal militar, al uso de la fuerza, el medio
ambiente, derechos sexuales, la educación, la economía, etc.
Entonces pregunto Izquierdas
y derechas ¿Cuál ética?
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