A veces pareciera que hemos entrado en un proceso de decadencia en
Chile. El riesgo es que en medio de ese declive, siempre está latente el riesgo
de la tiranía.
Revisando la
prensa, declaraciones, acciones y hechos, a veces cuesta no pensar que nuestra
“democracia” está en clara decadencia. Y este desbande, que algunos llaman desorden,
crisis o revolución, sería generalizado, no sólo institucional sino que social,
y se viene incubando hace años. No sólo a nivel de las castas, clases o élites
gobernantes y dirigentes, sino también a nivel de los ciudadanos, gobernados o
súbditos.
Parece que
todos en cierto modo estamos a la defensiva, sublevados no sólo contra ciertas
instituciones y los abusos, sino también contra las más básicas normas de
convivencia. A veces parece que estamos entrando en una especie de guerra de
todos contra todos al modo hobbesiano, contra el vecino, el gobierno, la
oposición, jóvenes, viejos, gay, policías, extranjeros, el jefe, el empleado,
el funcionario público, la vendedora, el chofer, el pasajero del metro, del
bus, etc.
Probablemente
si Platón viviera, diría que irremediablemente ha surgido la discordia, que es
la base de la destrucción del Estado o la sociedad.
¿Dónde estaría el origen de aquella disconformidad según Platón? En los
excesos que transforman las virtudes en vicios.
Para Platón
las formas de gobierno y las sociedades sufren un proceso de degeneración insalvable,
pasando sucesivamente desde la oligarquía, la democracia, hasta terminar en la
tiranía. Lo interesante es que dichas fases están ligadas con la pasión
dominante en los gobernantes –yo agregaría en los gobernados-.
Así, el
ansía desmedida de riquezas marcaría a la oligarquía;
el ansía desbocada de libertad convertida en licencia, marcaría a la
democracia; y la violencia y arbitrariedad marcarían a la tiranía. ¿No es acaso
la mezcla de todo esto lo que hoy vivimos en Chile a todo nivel?
Algunos
gobernantes y autoridades
parecen usar la ley a
su favor para enriquecerse sin sonrojarse, mientras otros
gobernados destruyen propiedad pública y privada con la misma desvergüenza. Hay
alumnos o apoderados
que golpean profesores; conductores
ebrios que siguen manejando; universidades
que lucran aún cuando la ley fundamental lo impide; candidatos
que no esperan que comience el período legal de campaña electoral. Y los ejemplos forman una lista interminable
si empezamos a revisar archivos de prensa.
En Chile parece
que caminamos al filo de entrar en ese espacio donde nadie, ni gobernantes ni
gobernados respetan nada ni a nadie. Este proceso no es nuevo sino que se viene
arrastrando hace años en diversos ámbitos como la educación, la economía, la
política, la cultura, el urbanismo, etc.
Entonces, la
indiferencia e inobservancia ante las normas, nos lleva la incoherencia,
y entonces se comienza a perder el respeto por todo. El riesgo es que incluso se
puede perder el respeto a la vida. Entonces, como plantea Bobbio: donde surge
la discordia “se produce la situación más favorable para la constitución del peor de
todos los gobiernos, la tiranía”.
¿No es acaso en ese espacio indefinido entre la Política y la Barbarie
donde nos encontramos?
La solución
política implica abordar los antagonismos y resolverlos dentro de sus márgenes,
que no son otros que el debate de ideas y la polémica constante. Y ese espacio
lo ofrece de mejor forma la Democracia, que no es otra cosa que la
ética de la argumentación. La Barbarie implica pretender la
supresión del antagonismo, es decir del contrario, no mediante la palabra –pues
eso es imposible- sino mediante la coacción. Con ello, se produce la supresión
de la Política.
La forma
ideal de gobierno -que para Platón serían la aristocracia o la monarquía- según
Bobbio jamás han existido. Es probable porque no existe nadie del todo virtuoso
e inmune a los influjos nefastos del poder, lo que hace imposible cualquiera de
las dos formas ideales.
Para Platón,
la única esperanza era encontrar un rey filósofo. En estos tiempos, lo que nos
queda es confiar en las instituciones democráticas, y la primera de éstas es el
diálogo.
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