Si de algo debe servir el terremoto sufrido hace algunos días, es para hacer presente la necesidad de organizaciones ciudadanas diversas, independientes y eficientes a nivel local. La forma en que se lleve a cabo la reconstrucción dependerá de lo activos que se tornen los ciudadanos en torno a ésta.
En los momentos más álgidos de cualquier catastrofe los individuos, las personas, sólo tienen a sus más cercanos inmediatos, familiares, amigos y vecinos como soporte para enfrentar la adversidad.
Las organizaciones centralizadas como el Estado -los políticos y funcionarios- las corporaciones empresariales y las iglesias aparecen mucho después para ofrecer auxilio.
Lo cierto es que la primera ayuda siempre es profundamente local, mutualista y anárquica. Nadie pide permiso para ayudar, ni escatima recursos, ni debe firmar papeles para repartir alimentos. Simplemente se ayuda libremente y sin mirar a quien. Obviamente, al hacer esta apreciación, descartamos de plano la acción lumpen de ciertos individuos que se aprovechan de la situación de vulnerabilidad para atentar contra otros ciudadanos.
Por eso, el terremoto demostró que ninguna organización centralizada -sea el Estado o una Corporación empresarial- es capaz de medir los riesgos y dar respuesta satisfactoria e inmediata a problemas suscitados en varios puntos a la vez, como ocurre con un sismo.
Algunos pensarán en Bomberos. Sin embargo, a pesar de ser una organización central, en el fondo es una organización profundamente localista y federal en su funcionamiento, debido a su caracter voluntario.
Por eso, si de algo debe servir el terremoto sufrido hace algunos días, es para hacer presente la necesidad de organizaciones ciudadanas diversas, independientes de cualquier órgano centralista y eficientes a nivel local. La forma en que se lleve a cabo la reconstrucción dependerá de lo activos que se tornen los ciudadanos en torno a ésta, sin depender de lo establecido por el gobierno.
Los obreros, pescadores y los campesinos podrían asociarse a todo tipo de organizaciones, cajas de resistencia, cooperativas de vivienda, de consumo y de producción, escuelas, radios, pequeñas y medianas empresas, etc.
Porque se debe tener claro que son los ciudadanos los que deben poner las condiciones y no el Estado en cuanto a cómo se reconstruyen sus pueblos y ciudades. De lo contrario, entonces deben organizarse y autogestionar sus propias obras, empresas, intercambios y ayuda mutua a nivel local con mayor fuerza.
Como dice Roderick Long: "los colegios públicos deberían ser disueltos, y los colegios barriales o comunitarios transformados en cooperativas de consumidores directamente controladas por alguna combinación de profesores y padres de alumnos. Los hospitales públicos deberían ser transformados en instituciones genuinamente públicas: cooperativas participativas gobernadas por representantes de los pacientes, de los médicos y del personal de enfermería, y otro personal hospitalario".
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