lunes, 28 de diciembre de 2009

LA VERDADERA DEMOCRACIA ES SIN PARTIDOS

No hay que confundir democracia con partidocracia. La primera es un gobierno de ciudadanos dialogantes, la segunda corresponde a un gobierno de corporaciones particulares que compiten con los intereses ciudadanos.

Si hoy, alguien le dijera a cualquier ciudadano, que la democracia funcionaría mejor sin partidos, probablemente lo tacharían de antidemocrático.

Sin embargo, lo cierto es que la democracia en su base no depende de los partidos políticos sino del actuar de cada ciudadano. Es decir, son los ciudadanos, que individualmente dialogan, los que se encuentran en el ágora para definir el bien común de la polis.

Los partidos políticos, cuyo origen se encuentra en simples facciones, no son la base de la democracia. Es decir, ésta y con ello la libertad política, no dependen de dichas organizaciones sino de los propios ciudadanos.

Creer que la democracia o la política dependen de los partidos políticos, fue el paso para el surgimiento del totalitarismo de principios del siglo XX en Europa.

Porque contrario a lo que algunos argumentan, la crítica que hacían los fascistas, nazis y marxistas a los partidos políticos, radicaba en que consideraban que sus propios partidos encarnaban los valores de la nación, la raza o la clase. En otras palabras, criticaban los partidos porque eran defensores del partido único y con ello enemigos de la política.

Por lo mismo, esta critica es distinta, pues cuando hablamos de que la democracia sería mejor sin partidos, hablamos de una democracia sin ningún tipo partido, y si con muchos ciudadanos atentos, dialogantes, y sobre todo independientes.

Debemos tener claro que los partidos, tal como planteaban Ostrogorski y Michels, aún cuando pueden haber sido creados en base a altos principios, en la práctica –sean del sector que sean- tienden a degenerar en organizaciones donde prima el nepotismo, la oligarquía y el clientelismo.

Es decir, se convierten en organizaciones con intereses propios, ajenos al de la ciudadanía en general. Dejan de ser instrumentos de representación democrática para volverse corporaciones particulares, que usan el parlamento para defender dichos intereses.

Ejemplos hay muchos, cuando aceleran proyectos de ley que les afectan directamente, cuando se dan vacaciones para hacer campaña, cuando acuerdan subir sus dietas o asignaciones, etc. Siempre anteponen el intereses de sus organizaciones por sobre los de los incautos ciudadanos.


Entonces ¿Pueden organizaciones de ese tipo, representar los intereses de los ciudadanos en una democracia? Claramente no.

En una democracia sin partidos, atomizamos el poder en cada ciudadano y lo liberamos del control de esas corporaciones llamadas partidos políticos.

Así, una democracia sin partidos permitiría que una persona independiente pudiera competir electoralmente de igual a igual con otro por un cargo de representación, sin las desventajas y asimetrías que hoy significa competir electoralmente con el aparataje de un partido político, que no sólo recibe mayores ventajas desde más espacio televisivo para su propaganda sino también más dinero.

Además, los representantes elegidos, no sólo provendrían de sus propias comunidades, sino que además habrían sido levantados por sus propios vecinos, por sus méritos, y no impuestos por las presiones de las elites partidarias como hoy ocurre cuando pasan a llevar a las bases al poner a sus hijos o parientes por sobre candidatos locales.

Por lo mismo, en una democracia sin partidos, el poder estaría mejor distribuido, más atomizado y menos concentrado, pues no existiría el centralismo descarado de hoy, que genera una estructura clientelar profundamente perjudicial para la democracia.

En la práctica, una democracia sin partidos, incentivaría un diálogo mayor y más rico a nivel local y parlamentario, puesto que los acuerdos no estarían determinados por las disciplinas partidarias, ni las imposiciones de mesas directivas autoritarias, o por la imposición de los intereses corporativos y clientelares de un partido grande sobre uno pequeño, como ocurre hoy en la partidocracia imperante.

En una democracia sin partidos, volvería a existir la política, que no es más que el convencimiento mediante el diálogo entre iguales y libres.

jueves, 17 de diciembre de 2009

EL VOTO CRÍTICO E INTELIGENTE NO ES SER TONTO ÚTIL

Un análisis profundo de la próxima elección presidencial nos lleva a la siguiente posición, la ciudadanía está amenazada por las elites, sin distinción alguna, sobre todo por su afán de poder.

La pugna electoral es simple y llanamente la pugna entre elites políticas y empresariales (ambos sectores son eso) cuyo botín es el control del Estado. La ciudadanía, el pueblo son preocupaciones de quinto grado para dichas elites.

Contrario a lo que los conservadores de ambos sectores tratan de imponer para ganar votos, en está elección no está en juego la democracia, pues esta ya ha sido cooptada por esas dos coaliciones en pugna desde hace 20 años.

Chile hoy vive un despotismo blando, una isonomía política, donde una elite se reparte el poder y somete al ciudadano común a su ley de hierro oligárquica, lo usa electoralmente para luego desligarlo de todo asunto.

La ciudadanía y su voto son un mero instrumento para que estas elites puedan saldar sus pugnas corporativas de forma pacífica. En ningún caso, el voto implica la transformación de la sociedad menos aún la soberanía popular. Votar por alguna de las opciones, Frei o Piñera, no significan ni el Cambio ni Vivir mejor.

La estructura institucional chilena sigue siendo la que fue estructurada por la dictadura y que ha sido administrada por la Concertación y la Alianza. La última tiene asegurada su representación gracias al binominal que no es más que un sistema electoral tutelado (porque creen que el elector es tonto).

Seriamente, alguno de los que lee ¿Cree que estos actores hegemónicos cambiarán las estructuras que no sólo les han mantenido invariablemente en el poder a ellos y ahora a sus descendientes, sino que les han hecho ricos? Claramente no.

Algunos apelarán a que un sector tiene una moral más alta, pero eso no es más que una ficción burda. La moral es individual no grupal.

Si alguno de los que lee es crítico e inteligente (porque todos son inteligentes, así que no se dejen chantajear mediante el ego) y además valora la democracia, entonces debería votar NULO.

martes, 15 de diciembre de 2009

LA SUMA DE TODOS LOS MIEDOS

Tanto la Alianza como la Concertación quieren atraer el voto mediante el miedo, ya sea al comunismo o al fascismo.

Antiguamente, los gobernantes inculcaban el miedo a los dioses para preservar su poder y así evitar que los incautos se rebelen contra su despotismo.

La práctica aunque milenaria, sigue siendo utilizada, ya sea a través del temor a un estado enemigo (como lo hace Alan García), a un “eje del mal” (como lo hizo Bush), o una ideología determinada como los hacían las potencias y otros países durante la Guerra Fría (Chile no fue la excepción).

Así, y aunque algunos ingenuos no lo crean, en las democracias modernas y pacíficas, quienes tienen o aspiran al poder, también usan el miedo, para alcanzar o mantener el poder y hacer que la gente les apoye electoralmente.

En cualquiera de los casos, lo que hay es una clara supresión de la política –como acto de diálogo y convencimiento mutuo- y su reemplazo por un ejercicio pavloviano de estímulo y respuesta sobre los ciudadanos (recuerden el perro de Pávlov).

En otras palabras, nos ven como a un animal, que mediante algunos simples estímulos sensoriales determinados (no argumentativos claramente), se le puede inducir una acción determinada. Ese pinchazo es el miedo y el acto el voto.

Nos colocan en una posición de simples animales indefensos, ignorantes, incapaces de responder de forma autónoma, sino que determinados por el simple instinto, el miedo. ¿Tan inútiles e idiotas nos creen quienes tienen el poder político y económico?

Nos dicen que Frei se acercó a los comunistas, que viró a la izquierda, que Piñera traerá el fascismo, que es la dictadura.

¿Acaso no son estas dos coaliciones que hoy se quieren mostrar tan distantes, las que han monopolizado la toma de decisiones políticas en el parlamento en los últimos veinte años? ¿No son acaso éstas las que se han acomodado a la institucionalidad impuesta por la fuerza sobre nosotros?

¿No son acaso estas mismas coaliciones las que han acordado cubrirse las espaldas y su corrupción en varias oportunidades, para no quedar mal ante esa ciudadanía, a la que consideran ignorante y desprecian? ¿A la ciudadanía que consideran como un perro de Pávlov, al que primero se le toca la campana, luego comida, y luego feliz mueve la cola con la sola campanada sin la comida?

Nos atemorizan con el riesgo del autoritarismo, de la dictadura, del totalitarismo, pero en el fondo, a lo único que debemos temer es a la presión y la mantención del duopolio del poder. Ese es el despotismo blando que se nos impone y que ya se impuso, porque el poder lo siguen manteniendo la Alianza y la Concertación.

Entonces vemos, que como hace siglos, aún nos quieren gobernar mediante el miedo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

ALL YOU NEED IS LOVE

John Lennon fue un rebelde en constante búsqueda. A casi 30 años de su asesinato, y al analizar su evolución desde un joven beatle a un activo pacifista, podemos ver que en el fondo siempre fue un ácrata.

"Para nuestro último número quiero pedirles su ayuda, los que están en los asientos baratos aplaudan, y los de los asientos caros muevan sus joyas". Esa frase dicha por Lennon en los inicios de su carrera musical, en su primera presentación ante la reina madre de Inglaterra en el Prince Of Wales Theatre en Londres, ya reflejaba su mordaz ironía, su poca reverencia hacia la autoridad y una inteligente crítica a los privilegios.

Menor no fue su sarcasmo después, al recibir una condecoración por parte de la corona, al decir: “No puedo creer que me condecoren. Yo creía que era necesario conducir tanques y ganar guerras”. Ya en sus primeros tiempos como beatle, Lennon no sólo era rebelde hacia la autoridad sino que también denotaba su rechazo a la violencia. Dos principios claves de la acracia.

Entre todo eso y aún siendo inexperto pero sí asertivo, vendría una de sus frases más polémicas, relativa al cristianismo, donde declaró: "El cristianismo se irá. Desaparecerá y se achicará. No necesito discutir eso; estoy correcto y se comprobará. Somos más populares que Jesús ahora; no sé quién se irá primero - rock and roll o el Cristianismo".

No muchos entendieron lo dicho y la respuesta en forma de inquisición medieval, sobre todo en Estados Unidos, no se hizo esperar y Lennon debió retractarse de su opinión. No sólo estaban quemando los discos de los Beatles en hogueras públicas sino que hasta amenazas de muerte recibió.

Su búsqueda espiritual e ideológica parece haber sido incesante, por eso cuando la rebeldía simplona e ingenua del rock and roll no le bastó y la madurez de los años comenzó a cambiar su noción del mundo y de sí mismo, se embarcó en 1968 en la meditación trascendental junto al Maharishi Mahesh Yogui, un supuesto líder espiritual en ese tiempo.

Sin embargo, cuando los Beatles descubrieron que el Maharishi no era tan divino y espiritual como proclamaba, Lennon se limitó a decir: Es humano.

Un año después, en 1969, haría su mayor desaire a la corona al devolver su medalla en señal de protesta por la intervención británica en Biafra. Irónicamente en 1967, Lennon había cantado All you need is love (Todo lo que necesitas es amor) en representación del Reino Unido, para el Our World, transmisión de la BBC vista por más de 400 millones.

A estas alturas Lennon no sólo cuestionaba los privilegios y a diversas autoridades sino que de lleno se fue en contra de la guerra de Vietnam. Su semana acostado y en pijama junto a Yoko Ono, cantando junto a sus amigos, en el fondo era un llamado contra la conscripción (que llevaba a miles de jóvenes a morir) y el chovinismo patriótico e ideológico tan en boga durante la Guerra Fría.

Su evolución se ve claramente cuando cantaba "No creo en la magia; no creo en el I-Ching; no creo en la Biblia; no creo en el tarot; no creo en Hitler; no creo en Jesús; no creo en Kennedy; no creo en Buda; no creo en el mantra; no creo en Ghita; no creo en el Yoga; no creo en los reyes; no creo en Elvis; no creo en Zimmermann; no creo en Beatles; sólo creo en mi, en Yoko y en mí, y esa es la realidad."

Algunos dirán nihilismo puro, pero no. Lennon dio muestras de una fe enorme al hacer campañas por la paz.

Su sueño probablemente era un mundo de paz, sin armas, sin fronteras, sin falsos líderes ni creencias engañosas, ni privilegios creados. Una acracia donde el hombre viva libre, sin coacción ni violencia. Quizás por eso, por cuatro años abandona la fama para cuidar a su hijo Sean (pues ya maduro vio que la máxima felicidad de un hombre era estar con su familia).

Lo irónico es que en parte fue víctima de su fama, que convirtió a un hombre en un fanático desquiciado y sobre todo violento.

“Mi rol en la sociedad, o el rol de un poeta o de un artista, es tratar y expresar lo que todos sentimos. No decirle a la gente como se debe sentir. No como un jefe o como un líder, sino como una reflexión para todos nosotros". John W. Lennon, 1940-1980.

martes, 1 de diciembre de 2009

LA EDUCACIÓN, LAS ELITES Y EL PODER

Una de las trabas que tienen los gobiernos para generar una educación pública de calidad, es que ésta implicaría aumentar de forma creciente la competencia en torno al poder y el control del Estado. Sobre todo para las elites que se educan de forma privada, sus propios hijos.

Las elites, entre éstas las que gobiernan y controlan el Estado, se educan de forma privada. Es decir, no dependen bajo ningún punto de vista de la instrucción que el Estado entregue.

No sólo tienen la posibilidad de pagar escuelas privadas de alta calidad o profesores particulares especializados que refuercen las debilidades académicas de sus pupilos, sino que incluso pueden enviarlos fuera del país si las condiciones no están dadas.

Lo irónico es que esas mismas elites, deciden cuánto, cómo, dónde y a quiénes educa el Estado. Y esas mismas elites son las que monopolizan el conocimiento y se atribuyen la facultad de reconocer o rechazar ciertos saberes o la forma de instrucción que se aplica.

Esas mismas elites, han sustentado un sistema público de educación primario y secundario que es cada vez más segmentado, menos eficiente en su rol formador y más eficiente en cuanto a sustentar y sedimentar la desigualdad.

Entonces se produce una paradoja tremenda -aunque explicable desde el punto de vista político y de las elites-. Las clases privilegiadas, que prefieren las escuelas privadas para las primeras fases de instrucción de sus hijos (pues consideran de muy mala calidad las instituciones públicas) luego tienen como primera opción las universidades estatales.

O sea, optan por los servicios educacionales que ofrece el mismo agente que en otros momentos rechazan. En esto no se hace juicio de valor en cuanto a la opción sino la constatación de dicha extraña regularidad.

Valdría la pena preguntarse ¿Por qué las elites optan por los servicios universitarios del Estado, cuando la mayoría de las veces los consideran como ineficientes, malos y defectuosos?

La respuesta es muy simple. Optan por la vía más fácil y directa para hacerse del poder del Estado –no olvidemos que son elites-.

¿Por qué dirán algunos? Por algo simple. El Estado es un instrumento controlado por elites que se reproducen de forma histórica, y a la vez es un monopolio que valida y reconoce sólo a sus propias instituciones.

Como el Estado no reconoce más que sus propios brazos y extensiones. Para hacerse del botín estatal, las clases privilegiadas deben tomar el control de sus centros de validación, de los centros que monopolizan y distribuyen el conocimiento. O sea, los centros de educación superior del Estado.

La sociedad, sometida al poder monopólico del Estado y la hegemonía de sus centros de conocimiento, termina sin saberlo, por legitimar sólo esas mismas instituciones y a los dirigentes que surgen de éstas, que van colocando diversas barreras de entrada en diversas áreas, sobre todo cuanto al conocimiento y al ejercicio del poder.

Por eso quizás, un científico como Claudio Bunster –que es parte de la misma elite- dijo en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, que las universidades chilenas son como pequeños soviet. De forma implícita, la frase hace alusión a la fuerte relación entre los intereses del poder político y el mundo académico.

Por eso, un sistema educacional público de alta calidad y alta cobertura, no sólo implicaría eliminar barreras de entrada existentes, sino que sería un alto riesgo para el poder de las clases dirigentes, pues aumentaría la competencia en torno a alcanzar puesto de influencia.

Además, un sistema de educación eficiente podría darle mayor independencia a un número importante de ciudadanos en cuanto al Estado y por tanto aumentar la oposición a su hegemonía y dominio irrestricto.

Como el sistema no es cerrado, un estudio del propio departamento de Economía de la Universidad de Chile demostró las diferencias entre sus alumnos, donde aquel miembro de la elite siendo el peor alumno, tiene garantizado entre 30 a 40% más de sueldo que el mejor alumno que viene de un sector medio-bajo.

Otro estudio de la Universidad Adolfo Ibáñez demostró que el 71 por ciento de la elite chilena estudia en los mismos colegios y el 20 por ciento de ellos ha estudiado en el Saint George. O sea, comparten mucho capital social.

¿Qué conocimiento surge de este monopolio de las elites en el mundo político y académico? Ninguno, sólo el instrumental para continuar con su hegemonía.

Quizás por eso, la innovación en nuestro país es más bien débil y la democracia tan poco competitiva. Y como reitero Bunster: “El problema con la ciencia y la innovación en Chile no está en los investigadores, sino que en el sistema establecido, que incluye al aparato universitario tradicional".