“no debemos arrojar en un mismo cajón a Hitler y a Stalin, o mejor
dicho, al fascismo y al comunismo. El ensayo fascista es retrógrado, inútil,
insensato y vil; el intento comunista, empero, es un ensayo que la Humanidad
debía llevar a cabo y que pese a su triste aferramiento a lo inhumano, habrá de
ser realizado una y otra vez, no para llevar a término la necia dictadura del
proletariado, sino algo semejante a la justicia y la fraternidad entre
burguesía y proletariado.”
Claramente Hesse se equivoca, pues ambos dictadores
son dos íconos indiscutibles del peor despotismo, que alcanzó su máxima
expresión a mediados del siglo XX. Son dos ejemplos de psicópatas megalómanos
en el poder.
Y el error de Hesse, como el de muchos (de separar
el comunismo del nazismo en tanto totalitarismos), se debe a la poca atención que
parece prestar a sus propias ideas.
En su frase, denota (aunque no lo dice
directamente) creer que el fin justifica el medio, cuando dice: “pese a su triste aferramiento a lo
inhumano, habrá de ser realizado una y otra vez, no para llevar a término la
necia dictadura del proletariado, sino algo semejante a la justicia y la
fraternidad entre burguesía y proletariado”.
Lo que dice en el fondo, es que a diferencia del
fascismo, el fin último planteado por el comunismo justificaría los diversos
intentos por establecerlo, hasta que se obtenga lo deseado. El costo de esos
tanteos sería incluso “su aferramiento a lo inhumano”.
Según Hesse, las brutalidades cometidas durante el
estalinismo, habrían sido errores “experimentales”, de prueba. Habrían sido
parte de los intentos hacia “la justicia”. Ese eufemismo del “aferramiento a lo
inhumano”, en ningún caso sería producto del ideal comunista mismo.
En la citada frase, Hesse recurre a un argumento
muy habitual. Aquel que plantea que el estalinismo y su evidente “aferramiento
a lo inhumano” fueron una desviación, y no una expresión del ideal comunista.
Para Hesse, la falla es el tanteo hacia cumplir el
ideal, jamás el ideal mismo. Lo que falla es el modo en que se hace el
experimento y no la teoría en que se sustenta. Esto es algo claramente anticientífico y más bien
mitológico.
La falla
es la teoría misma
El argumento de Hesse está claramente basado en una
presunción ficticia. De que no habría ninguna falla en la teoría comunista, ya que
ésta sería una cuestión que no depende de la voluntad humana, sino del devenir
histórico “hacia la libertad humana”, en base a las leyes del materialismo dialéctico.
En base a la idea anterior, parece fácil desligar a
Stalin del comunismo y al comunismo del totalitarismo, y de paso liberar a Marx
de sus errores teóricos. Así lo hace Hesse, al plantear que el totalitarismo
estalinista no sería verdadero comunismo, sino una desviación con respecto al
ideal mismo. Una desviación en el ensayo. Por tanto, juzgarlo como se juzga al
nazismo sería errado para él.
No obstante, el argumento de la desviación se torna
dudoso, porque implicaría que: o el ideal comunista es imposible de llevar a
cabo ahora, pues dada la naturaleza humana siempre terminará en totalitarismo;
o los pronósticos comunistas son y han sido errados hasta ahora, y con ellos el
todos sus ideólogos, líderes y caudillos.
El Gulag
no es menos criminal que Auschwitz
En la misma citada frase, y en base a la falacia
anterior, Hesse también recurre a otro recurso argumentativo habitual: aquel
que plantea que la finalidad del comunismo, que él denomina como “justicia y la fraternidad entre burguesía y
proletariado” basta como justificación insuperable para no ligarlo al
totalitarismo criminal y racista de
Hitler.
Y claro, un pensamiento que plantea como fin último
establecer “la justicia y fraternidad” en
la sociedad, es un ideal noble, superior y deseable. ¿Quién podría negarse a cumplir
aquello?
Para el marxismo sólo un tipo de persona podría. Alguien
con una falsa idea producto de su origen de clase. Alguien que, preso de una ideología
contraria al devenir histórico, se opone de manera absurda a los designios de
“justicia y fraternidad” que la “Historia” tiene programados para el
proletariado, “la Humanidad”. Ese, no puede ser otro que un burgués.
Entonces para Hesse, alguien que ubica a Stalin y
Hitler como dos ejemplos de déspotas criminales, que ubica al comunismo y el
fascismo como dos ejemplos claros de vías al totalitarismo, no puede ser más que alguien víctima de una falsa
conciencia. No puede ser más que un burgués contrario a “la Humanidad”.
Porque un detalle importante es que cuando Hesse se
refiere al comunismo como un ensayo de la Humanidad, va implícita la idea marxista
de una conciencia colectiva, que no seria otra que la del proletariado, que como
sujeto histórico, libre de la ideología, es dueño de la verdad histórica, de la
justicia, y representa en su totalidad “a la Humanidad”.
Ergo, para Hesse, el proletariado que sería “la
Humanidad”, tiene el derecho de imponer la
justicia y la fraternidad al resto cuantas veces sea necesario, sobre todo a
esos desviados, blasfemos y herejes que dudan con respecto a la justicia del
devenir histórico. Historicismo puro.
Para Hesse -y aquí radica su error al separar a
Stalin de Hitler- el comunismo como expresión de esa conciencia colectiva, como
expresión de la Humanidad, tendría el derecho incluso a equivocarse, pero jamás
a ser considerado o cuestionado como un ideal totalitario o criminal en base a
los hechos. Porque, como él mismo dice: “pese
a su triste aferramiento a lo inhumano, habrá de ser realizado una y otra vez”.
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