Para la mayoría, las movilizaciones en Magallanes contra el alza en el precio del gas, establecido por el Gobierno, es una muestra de la acción de los ciudadanos contra el gobierno. No obstante, esa acción más bien fortalece la discrecionalidad del poder central del Estado en cuanto al destino de las regiones.
La petición en Magallanes por parte de la sociedad civil es simple y clara: mantener las subvenciones y evitar el alza en el precio del gas.
Hasta el momento, nadie ha hablado o exigido mayor independencia en la toma de decisiones políticas y económicas para la región, ni mayor descentralización y desconcentración del poder estatal, o independencia productiva y económica, y mucho menos federalismo.
De hecho, la petición, apelando casi exclusivamente a la decisión presidencial, sus promesas previas y los votos entregados, en el fondo sólo fortalecen el excesivo presidencialismo y el centralismo político del país.
Y es que, sea cual sea la decisión que se tome en torno al tema -mantener el precio o subirlo- el poder excesivamente centralizado del Estado y su dominio sobre el destino de los ciudadanos, saldrá fortalecido en desmedro de la autonomía e independencia de las regiones. Y también con ello, se fortalece la clara dependencia -prácticamente clientelar- de algunas regiones en función de las motivaciones de los gobernantes y sus ofertas electorales.
Hasta el momento, no se ha cuestionado que la clara estructura de dependencia regional (de subvenciones desde el centro ) permite generar un intercambio nefasto de promesas políticas por votos. Un "clientelismo regional" con respecto al gobierno central.
Nada de raro, porque siendo sinceros, de todos los sectores fomentan centralismo estatal y el presidencialismo exacerbado, aunque después algunos se espantan ante la arbitrariedad del poder -dependiendo del lado que sea siempre-.
Así, el centralismo del Estado, en desmedro de la mayor independencia de las regiones, lo defienden moros y cristianos. Por eso, nadie plantea que por ejemplo, asambleas ciudadanas o el electorado en general, deberían tener atribuciones en elección de Intendentes y Gobernadores.
Si el gobierno accede a la petición, la aparente torcedura de mano en realidad sólo ratificaría el claro personalismo presidencial, que amparado en el centralismo estatal prácticamente deriva en paternalismo: Toda decisión pasaría por el Ejecutivo, que sería el salvador de sus hijos. Del resto de la institucionalidad democrática, nada. Menos de fomentar políticas de desarrollo que ojo, no pasan por subvencionar eternamente a una región, pues finalmente termina por hacer totalmente dependiente del poder político a la zona. Eso ocurre con Magallanes y podría pasar con la frontera norte, como es el caso de Arica.
Por eso, el trasfondo de las protestas no es como muchos creen, una oposición ciudadana a la discrecionalidad del gobierno –sea cual sea- sino más bien el fortalecimiento de la discrecionalidad del poder central del Estado en cuanto a la vida económica y política de las regiones y sus ciudadanos.
Es decir, la petición ciudadana en Magallanes no promueve su mayor independencia regional, sino que fortalece su extrema dependencia del centralismo político y paternalista del Estado chileno. Cuando los ciudadanos piden al gobierno no elevar el precio del gas y cumplir promesas, no le tuercen la mano, le entregan todo el poder de decisión sobre sus destinos en sus manos.
Magallanes tiene dos opciones: fortalece su clara y creciente dependencia pidiendo subvención al Estado; o se fortalece de manera independiente aprovechando el impulso para tener más participación en las decisiones que conciernen a sus propios habitantes.
En base a eso, cuando la crisis del gas en Magallanes pase, su destino lo seguirá decidiendo un solo hombre, que llaman presidente, sea del gobierno que sea.
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