La meritocracia se ha constituido en la nueva forma de ocultar y a la vez legitimar, las viejas y vetustas formas de dominio. Es simplemente el velo para ocultar la estructura de privilegios existente y retroalimentada por las propias elites.
Antiguamente, aún cuando ciertos individuos no tenían muchos talentos ni aptitudes, gracias al nepotismo institucionalizado -camuflado en derecho divino y tradición- algunos incluso llegaban a ser reyes.
Así, el poder –y sobre todo la legitimidad para ejercer autoridad sobre otros- estaba relacionado con el origen, el nacimiento, la cuna, la sangre azul y otras ficciones.
En ese proceso, la dominación carismática daba paso con la sucesión a la dominación tradicional, donde las relaciones con el soberano se determinan por la fidelidad personal, relación de linaje o clientelar (obediencia por piedad). Todo quedaba al “capricho” del líder.
Así, por el simple hecho de ser hijo o discípulo cercano de alguien, algunos se convertían en el dominus, gracias al nepotismo sustentado en ficciones.
En todos los casos, las élites y su descendencia se creían moral y éticamente legitimadas por una “cuestión natural o divina” y con ello poseedores absolutos de todo poder y privilegio. Es decir, se levantan como autoridad que merecían la obediencia del resto.
Lo anterior, aún cuando probablemente su dominio tenía su origen en la simple fuerza bruta o alguna mentira religiosa o sobrenatural o ficción mitológica.
DEL DERECHO DIVINO A LA MERITOCRACIA
La llegada de las ideas ilustradas no sólo buscaba iluminar la sociedad – sacarla del estadio teológico del que hablaba Comte- sino también poner fin al poder basado en el derecho divino y las antiguas formas de dominación tradicional heredadas de la Edad Media. No por nada, la idea de democracia moderna, sufragio universal y voluntad general surgieron como únicas y legítimas formas de poder.
Así, se pensaba que la legitimidad de los gobernantes no se debía basar en ficciones como el derecho divino o mitologías de otra índole sino en la suma de las voluntades individuales de quienes los eligieran.
Para todo lo anterior, la instrucción pública para ilustrar a todos los ciudadanos, era esencial. La llamada soberanía del poder político y sobre todo la legitimidad de los líderes, ya no dependería del origen, la sangre o las ficciones religiosas, como en las antiguas monarquías, sino de la voluntad general de los ciudadanos producto de la suma de sus racionalidades.
Lo anterior, debido a la pretensión de establecer un orden institucional impersonal, basado en criterios racionales y técnicos, trajo consigo irremediablemente la tecnificación del sistema estatal y el surgimiento de las burocracias modernas, donde se ya no se obedecería al capricho del líder, sino que a ordenaciones objetivas, legalmente estatuidas, donde incluso se fijan los medios coactivos eventualmente admisibles y el supuesto previo de su aplicación. La forma de dominación racional-legal.
Así, surge lo que Weber denominó la lógica de la meritocracia. Es decir, el acceso al poder y la institucionalidad política gracias a cualidades personales y no debido al origen, los lazos de sangre o la cercanía con el rey. Esto implica además, la separación entre patrimonio público y privado. Ya no existiría apropiación de los cargos como en los antiguos ordenamientos, por lo que no habría cargos hereditarios.
Todo lo anterior, claramente buscaba romper con la lógica de consanguinidad que imperaba en las monarquías y otras organizaciones sociales y políticas, para obtener un sentido racional del orden social en general. Además, se presumía que así se rompería con las estructuras elitistas y nepóticas que durante siglos había retroalimentado el modo de dominación tradicional.
La instrucción pública promovida por los reformadores ilustrados y liberales, buscaba ampliar el plano de competencia para el ejercicio del poder, y la “liberación mental” del pueblo, de sus antiguas cadenas basadas en el misticismo.
El ejercicio del poder ya no sería de exclusividad para los hijos de las elites, instruidos con sus tutores personales sino que para la mayoría de los ciudadanos ilustrados y que tuvieran los méritos para ello.
Ese fue en principio el espíritu ilustrado liberal que impero en principio y que rápidamente se expandió por las nacientes naciones.
No obstante, en la realidad muchas de las viejas formas de dominación continuaron ejerciéndose sin mayor alteración, e incluso imponiéndose a ese nuevo espíritu, garantizando la continuidad de los privilegios políticos y económicos de los antiguos detentadores del poder y su descendencia.
Algunos viejos miembros de las mal llamadas aristocracias monárquicas, aprovechando los privilegios ganados bajo el viejo orden, se unieron a los nuevos detentadores del poder y se convirtieron rápidamente en defensores del nuevo orden, siempre y cuando este no alterara sus viejas inmunidades.
Así, irremediablemente se produjo una nueva asociación entre liberales y los conservadores –que eran firmes partidarios de la destronada monarquía y de la aristocracia- que terminó por frenar el impulso libertario de los primeros, y que mantuvo la estructura de privilegios estatales contra la cual se luchó al derribar el antiguo régimen.
Así, rápidamente la meritocracia, y su promesa de oportunidades para todos y el fin de los privilegios, se vio pasada a llevar por las viejas -pero rearticuladas- estructuras de heredadas del viejo orden, y un sistema educativo cada vez más segmentado y eficiente en cuanto a sustentar y sedimentar la desigualdad.
ABAJO LA MERITOCRACIA
Si entendemos la meritocracia como un espacio neutral de competencia –sin privilegios previos- en torno a la ascensión social, basado sólo en el esfuerzo y las cualidades personales de cada uno ¿De qué meritocracia nos hablan nuestros líderes, cuando es claro que algunos ciudadanos tienen todo los medios a su alcance, y en gran parte bajo su control gracias a su origen?
Según la Primera Encuesta Nacional de la Primera Infancia, presentada por la JUNJI, UNESCO y UNICEF el jueves 15 de abril de 2010, en la Universidad Alberto Hurtado: “en los hogares de los quintiles de menores ingresos hay menos libros, menos juguetes didácticos, como también una menor valoración sobre la importancia de la educación parvularia”.
De qué meritocracia hablan, si un estudio de la Universidad Adolfo Ibáñez demostró que el 71 por ciento de la elite chilena estudia en los mismos colegios y el 20 por ciento de ellos ha estudiado en el Saint George.
No hay respuesta. El discurso de la meritocracia es simplemente el velo para ocultar las viejas estructuras de dominio y privilegios, retroalimentadas por las propias elites. Es la nueva forma de dominación ¿Racional, tradicional? Veamos.
El discurso de la meritocracia no sólo refuerza las posiciones privilegiadas según el origen o capital social (al darle validez a la facilidad de acceso a doctorados, estudios en el extranjero, idiomas y cargos de influencia que sólo las elites tienen) sino que camufla el carácter excluyente y no individual de éstos. Esto permite a los ya privilegiados por su origen, ampliar sus privilegios reclamando su derecho a otras dispensas, por el esfuerzo realizado.
Así, el discurso de la meritocracia, camufla la estructura de privilegios basada en el origen, que sustenta el habitus de dominio de las elites, haciéndola parecer una estructura construida a base de esfuerzo y sacrificio individual. Como los pollitos de Fra Fra.
Lo anterior, incluso sirve para desmoralizar a quienes –sin tener capital social- no logran ascender en la escala social pese a sus esfuerzos y sacrificios personales. Entonces, asumen que son excluidos por falta de méritos, y no por falta de privilegios, nexos u apellidos.
Probablemente esa misma percepción tuvo Michael Young en 1958, cuando siendo secretario del comité político del Partido Laborista, escribió su libro The Rise of the Meritocracy (1870-2033): An Essay on Education and Equality. ("La ascensión de la meritocracia"), donde planteaba su visión pesimista sobre la meritocracia.
Antiguamente, aún cuando ciertos individuos no tenían muchos talentos ni aptitudes, gracias al nepotismo institucionalizado -camuflado en derecho divino y tradición- algunos incluso llegaban a ser reyes.
Así, el poder –y sobre todo la legitimidad para ejercer autoridad sobre otros- estaba relacionado con el origen, el nacimiento, la cuna, la sangre azul y otras ficciones.
En ese proceso, la dominación carismática daba paso con la sucesión a la dominación tradicional, donde las relaciones con el soberano se determinan por la fidelidad personal, relación de linaje o clientelar (obediencia por piedad). Todo quedaba al “capricho” del líder.
Así, por el simple hecho de ser hijo o discípulo cercano de alguien, algunos se convertían en el dominus, gracias al nepotismo sustentado en ficciones.
En todos los casos, las élites y su descendencia se creían moral y éticamente legitimadas por una “cuestión natural o divina” y con ello poseedores absolutos de todo poder y privilegio. Es decir, se levantan como autoridad que merecían la obediencia del resto.
Lo anterior, aún cuando probablemente su dominio tenía su origen en la simple fuerza bruta o alguna mentira religiosa o sobrenatural o ficción mitológica.
DEL DERECHO DIVINO A LA MERITOCRACIA
La llegada de las ideas ilustradas no sólo buscaba iluminar la sociedad – sacarla del estadio teológico del que hablaba Comte- sino también poner fin al poder basado en el derecho divino y las antiguas formas de dominación tradicional heredadas de la Edad Media. No por nada, la idea de democracia moderna, sufragio universal y voluntad general surgieron como únicas y legítimas formas de poder.
Así, se pensaba que la legitimidad de los gobernantes no se debía basar en ficciones como el derecho divino o mitologías de otra índole sino en la suma de las voluntades individuales de quienes los eligieran.
Para todo lo anterior, la instrucción pública para ilustrar a todos los ciudadanos, era esencial. La llamada soberanía del poder político y sobre todo la legitimidad de los líderes, ya no dependería del origen, la sangre o las ficciones religiosas, como en las antiguas monarquías, sino de la voluntad general de los ciudadanos producto de la suma de sus racionalidades.
Lo anterior, debido a la pretensión de establecer un orden institucional impersonal, basado en criterios racionales y técnicos, trajo consigo irremediablemente la tecnificación del sistema estatal y el surgimiento de las burocracias modernas, donde se ya no se obedecería al capricho del líder, sino que a ordenaciones objetivas, legalmente estatuidas, donde incluso se fijan los medios coactivos eventualmente admisibles y el supuesto previo de su aplicación. La forma de dominación racional-legal.
Así, surge lo que Weber denominó la lógica de la meritocracia. Es decir, el acceso al poder y la institucionalidad política gracias a cualidades personales y no debido al origen, los lazos de sangre o la cercanía con el rey. Esto implica además, la separación entre patrimonio público y privado. Ya no existiría apropiación de los cargos como en los antiguos ordenamientos, por lo que no habría cargos hereditarios.
Todo lo anterior, claramente buscaba romper con la lógica de consanguinidad que imperaba en las monarquías y otras organizaciones sociales y políticas, para obtener un sentido racional del orden social en general. Además, se presumía que así se rompería con las estructuras elitistas y nepóticas que durante siglos había retroalimentado el modo de dominación tradicional.
La instrucción pública promovida por los reformadores ilustrados y liberales, buscaba ampliar el plano de competencia para el ejercicio del poder, y la “liberación mental” del pueblo, de sus antiguas cadenas basadas en el misticismo.
El ejercicio del poder ya no sería de exclusividad para los hijos de las elites, instruidos con sus tutores personales sino que para la mayoría de los ciudadanos ilustrados y que tuvieran los méritos para ello.
Ese fue en principio el espíritu ilustrado liberal que impero en principio y que rápidamente se expandió por las nacientes naciones.
No obstante, en la realidad muchas de las viejas formas de dominación continuaron ejerciéndose sin mayor alteración, e incluso imponiéndose a ese nuevo espíritu, garantizando la continuidad de los privilegios políticos y económicos de los antiguos detentadores del poder y su descendencia.
Algunos viejos miembros de las mal llamadas aristocracias monárquicas, aprovechando los privilegios ganados bajo el viejo orden, se unieron a los nuevos detentadores del poder y se convirtieron rápidamente en defensores del nuevo orden, siempre y cuando este no alterara sus viejas inmunidades.
Así, irremediablemente se produjo una nueva asociación entre liberales y los conservadores –que eran firmes partidarios de la destronada monarquía y de la aristocracia- que terminó por frenar el impulso libertario de los primeros, y que mantuvo la estructura de privilegios estatales contra la cual se luchó al derribar el antiguo régimen.
Así, rápidamente la meritocracia, y su promesa de oportunidades para todos y el fin de los privilegios, se vio pasada a llevar por las viejas -pero rearticuladas- estructuras de heredadas del viejo orden, y un sistema educativo cada vez más segmentado y eficiente en cuanto a sustentar y sedimentar la desigualdad.
ABAJO LA MERITOCRACIA
Si entendemos la meritocracia como un espacio neutral de competencia –sin privilegios previos- en torno a la ascensión social, basado sólo en el esfuerzo y las cualidades personales de cada uno ¿De qué meritocracia nos hablan nuestros líderes, cuando es claro que algunos ciudadanos tienen todo los medios a su alcance, y en gran parte bajo su control gracias a su origen?
Según la Primera Encuesta Nacional de la Primera Infancia, presentada por la JUNJI, UNESCO y UNICEF el jueves 15 de abril de 2010, en la Universidad Alberto Hurtado: “en los hogares de los quintiles de menores ingresos hay menos libros, menos juguetes didácticos, como también una menor valoración sobre la importancia de la educación parvularia”.
De qué meritocracia hablan, si un estudio de la Universidad Adolfo Ibáñez demostró que el 71 por ciento de la elite chilena estudia en los mismos colegios y el 20 por ciento de ellos ha estudiado en el Saint George.
No hay respuesta. El discurso de la meritocracia es simplemente el velo para ocultar las viejas estructuras de dominio y privilegios, retroalimentadas por las propias elites. Es la nueva forma de dominación ¿Racional, tradicional? Veamos.
El discurso de la meritocracia no sólo refuerza las posiciones privilegiadas según el origen o capital social (al darle validez a la facilidad de acceso a doctorados, estudios en el extranjero, idiomas y cargos de influencia que sólo las elites tienen) sino que camufla el carácter excluyente y no individual de éstos. Esto permite a los ya privilegiados por su origen, ampliar sus privilegios reclamando su derecho a otras dispensas, por el esfuerzo realizado.
Así, el discurso de la meritocracia, camufla la estructura de privilegios basada en el origen, que sustenta el habitus de dominio de las elites, haciéndola parecer una estructura construida a base de esfuerzo y sacrificio individual. Como los pollitos de Fra Fra.
Lo anterior, incluso sirve para desmoralizar a quienes –sin tener capital social- no logran ascender en la escala social pese a sus esfuerzos y sacrificios personales. Entonces, asumen que son excluidos por falta de méritos, y no por falta de privilegios, nexos u apellidos.
Probablemente esa misma percepción tuvo Michael Young en 1958, cuando siendo secretario del comité político del Partido Laborista, escribió su libro The Rise of the Meritocracy (1870-2033): An Essay on Education and Equality. ("La ascensión de la meritocracia"), donde planteaba su visión pesimista sobre la meritocracia.
Lo cierto es que en el caso de Chile, el discurso de la meritocracia se ha convertido en el nuevo derecho divino de las elites que –y digámoslo- genealógicamente no han sufrido mayores alteraciones desde la independencia.
Esas elites, han decidido cuánto, cómo, dónde y a quiénes se educa. Y esas mismas elites son las que monopolizan el poder político y económico, y se atribuyen la facultad de reconocer o rechazar ciertos saberes o la forma de instrucción que se aplica sobre el resto de los ciudadanos.
Tal como el mismo Young, después decepcionado decía en un artículo titulado “Abajo la meritocracia”: “Con una increíble batería de certificados y titulaciones a su disposición, el sistema educativo ha dictado aprobación para una minoría, y un suspenso para una mayoría que no consigue brillar desde el momento en que son relegados al fondo del sistema de graduación a la edad de siete años o antes”.
Por eso. De qué meritocracia hablan, si un estudio del economista Javier Nuñez, del departamento de economía de la Universidad de Chile, llamado “Movilidad intergeneracional del ingreso en Chile”, fue claro en desmitificar el discurso de la meritocracia, al indicar que a igual formación, méritos académicos, los representantes de la clase alta tenían ingresos en un 35 % superior a los de otras clases sociales.
No por nada, Chile está entre los países con peor distribución del ingreso y mayor desigualdad de acuerdo a coeficiente de GINI, con una brecha desproporcionada entre el 5 % más rico y el 95 % restante.
La movilidad social, a base del mérito es nula, si se considera que si los padres pertenecen al 20% más pobre de la población, se tiene un 31% de probabilidad de permanecer en la misma condición y un 52% de estar entre el 40% más pobre.
La meritocracia es la nueva forma de dominación tradicional.
21 comentarios:
Hola, Jorge.
Estoy de acuerdo con el diagnóstico, y varias veces he estado pensando en alguna fórmula para revertir esta dramática situación. He pensado, por ejemplo, que a las familias de altos ingresos, se les cobrara un impuesto adicional si la cantidad de hijos supera X (a definir), y que con esos recursos se financiara la crianza y educación de menores de familias de escasos recursos. Pero es una fórmula que puede tener un efecto secundario muy dañino: prácticamente incita al aborto.
Quería saber qué fórmulas has pensado tú (o bien has leído) para revertir esta situación.
Saludos
¿El señor Young estaría dispuesto a derribar las Universidades Oxford y Cambrige, el famoso Colegio de Eton, de donde proviene y ha pasado la dirigencia de Inglaterra, incluso un rebelde como George Orwell?
MDGRKB: No creo que la solución sea un impuesto a las familias de altos ingresos, porque quienes los cobren o quienes creen esa política probablemente estarán excentos y disfrutando de privilegios.
Yo pienso que promover una educación más libertaria, y no sé bien cómo definirla al menos ayudaría a darle menos concesiones a las elites.
Javier, no creo tampoco que la cuestión pase por derribar universidades o colegios ¿Alguien dijo eso?
Creo que sería mejor restarles autoridad a algunos, que se creen con el derecho a ésta, simplemente por hablar más de un idioma o haber estudiado en el extranjero.
Vuelve a ser necesario el poder local más fuerte.
Hola, Jorge.
Estoy de acuerdo que la educación sería de gran ayuda. Sin embargo, hay situaciones complejas en que la pobreza "se hace un flaco favor" a sí misma "reproduciéndose" una y otra vez.
http://ciperchile.cl/2009/12/02/las-princesas-de-la-pintana-ganan-premio-de-periodismo/
Me pregunto cómo se podría controlar esa situación, que trae al mundo niños con tan pocas oportunidades...
Saludos
MDGRKB: Creo que tu pregunta se responde con educación libertaria, y eso implica enseñar sin tabúes, métodos de anticoncepción.
El problema es el sesgo moral que se impone y mediante el cual se trata de disciplinar las conductas sin indicar cómo evitar resultados inesperados.
Prohibir el sexo no evita embarazos. Así como prohibir drogas no evita el narcotráfico.
Me llama la atención la facilidad con la que se recurre a la educación centralizada como estrategia.
Partiendo de una posición libertaria ¿no esquivale eso a imponer una moral? ¿A hacer del Estado una herramiento al servicio de una ideología?
Por otro lado, si yo gano mi dinero sin perjudicar a nadie ¿por qué debería pagar por la educación de otros, como si hubiera algo ilegítimo en mi riqueza? Que los ricos paguen a los pobres ¿no es una exigencia moral también?
Pato, en ningún caso apelo a la educación centralizada.
Al contrario, la cuestiono en cuanto a sus resultados.
Lo que originalmente buscaba liberar mentes, terminó convirtiéndose en el nuevo modo de control, por decirlo burdamente.
Tampoco he dicho que los ricos paguen a los pobres, quizás podría decir, que los pobres no paguen a los ricos con sus impuestos, creyendo que así los últimos los educarán.
Entonces no me queda claro a qué estás apelando.
Yo diría que, salvo por el IVA, los pobres no pagan impuestos... pero podría estar equivocado. Lo que me interesa destacar es cómo, los mismos que acusan a los conservadores de imponer su moral (y puede no ser tu caso) en otros temas, alegremente imponen la suya en lo referido a impuestos.
Estimados,
Yo creo que la educación es un factor importante para que las personas puedan tomar buenas decisiones. Sin embargo, tengo la duda si será suficiente.
Hay condicionantes biológicas: el sexo es un placer, tener un hijo es un placer; pero vemos en el reportaje que hay personas que no reparan o no ponderan suficientemente otros factores importantes para traer hijos al mundo.
Temo que hay casos en que, pobres y ricos, de mucha o poca educación, tomamos a veces decisiones descriteriadas. Y cuando esas malas decisiones comprometen recursos adicionales y no los tenemos, se termina agravando la situación de pobreza.
Mi punto es que debiéramos evaluar políticas de natalidad, por duro e impopular que sea.
No se necesita mucha educación para prever que cuando lleguemos a viejos y no podamos trabajar, necesitaremos ahorros para cubrir nuestras necesidades de subsistencia y salud más débil. Sin embargo, a la gente no sólo se la educa en ese sentido, sino que se la obliga, por ley, a destinar parte de sus ingresos a un fondo de pensiones.
No digo que los ricos no deban ser solidarios con los pobres, pero no sólo en dinero, sino también en políticas que prevengan malas decisiones. Tan malas como que nazcan niños en condiciones tan desfavorables como se ven en el reportaje.
Es más probable que los ricos sean solidarios si ven que los recursos que donan no son despilfarrados.
Si tuvieras que elegir: ¿le das una moneda a un mendigo ebrio o a uno que busca trabajo?
Por eso planteaba anteriormente lo de aplicar un impuesto a las familias acaudaladas según la cantidad de hijos, porque no es solidario que esas familias tengan una descendencia tan numerosa, mientras que las familias pobres, y de buen criterio, tengan que conformarse con traer menos hijos al mundo (en cantidad tal que puedan darles una buena crianza y educación, según sus recursos)?
De hecho en algunos casos podrían ser los hijos de familias pobres, más talentosos o criteriosos, que los de las familias ricas.
Saludos
Pato, lo único que digo es que el discurso de la meritocracia es meramente una forma de dominación que oculta las tradicionales formas.
No existe la meritocracia, porque quienes la promueven en realidad no le dan más que un valor panfletario.
Por eso me llama la atención que planteen medidas para esto, cuando ni políticas públicas para evitar "malas decisiones" o que los pobres paguen menos impuestos son solución.
El tema tiene relación más bien con el poder que se les concede a las elites, ni siquiera con la imposición de una moral.
Interesante, entiendo entonces que tu punto de fondo es que no exista ningún tipo de élites o que éstas no tengan privilegios.
Me parece loable, pero en mi opinión el experimento comunista del S. XX demostró que no es posible (pues el propio partido se convierte en una élite) y que el sufrimiento provocado en intentar llegar a esa utopía es peor que cualquier otra solución intermedia.
Sólo hubo un paraíso terrenal, y lo perdimos.
En ningún caso mi propuesta es tratar de eliminar elites al modo comunista. Menos por la violencia. Eso solamente implico el reemplazo de unas por otras.
El punto es otro, es tratar de restarles poder y autoridad a las elites y de que las personas defienden sus espacios de libertad.
La gente puede tener líderes en sus barrios, a lo más comunas, pero no tener una autoridad remota, a alguien diciéndole qué pensar, qué leer, qué decir, según lo que estime. Menos a distancia.
La idea es evitar el autoritarismo y sobre todo la excesiva fuerza que se le concede a algunos, en cualquiera de sus formas.
Mmmm, ¿Un mundo sin ejército ni medios de comunicación?
¿Por qué sin medios de comunicación? ¿Alguien ha dicho eso?
¿Sin ejércitos o sin ejércitos nacionales?
Así, al menos ningún loco podría mandar a millones a morir porque se le ocurre fundar un Imperio.
Sin medios de comunicación, porque quieres un mundo donde nadie te diga qué pensar, leer o decir a distancia, y eso es precisamente lo que hace la TV, las películas, las radios, todo lo cual se financia con publicidad, que te dice qué usar, comprar, conducir, etc.
Y sin ejército, porque quieres un mundo donde nadie ejerza la fuerza, y los ejércitos son la más clara muestra de ella.
¿Es eso lo que quieres?
Te doy un ejemplo:
Patoace puede tener su blog y escribir lo que quiera, puedo intercambiar opiniones con él (porque también tengo un blog). Incluso tomamos café que el produce y que me convenció a comprar, o jugamos fútbol, porque somos libres de pensar.
Lo que no puede hacer Patoace es obligarme por fuerza o ley a adscribir a sus ideas o su religión, menos amparado en un grupo de adoctrinados bajo sus ideas, y con uniforme.
Estoy de acuerdo con esto, pero es necesario introducir alguna "válvula de escape" en esa regla, porque la persona a quien trate de convencer, puede que no sea tan razonable como tú.
Puede que esa persona sea un nazi, que piense que puede destruir a otros en razón de su raza, y a pesar de mis esfuerzos no logre convencerlo de esta idea tan religiosa mía de que toda vida humana, independiente de su raza, debe ser respetada.
En ese caso, mi amigo nazi me puede decir "no puedes, obligarme por fuerza o ley a adscribir a tus ideas, que te fueron dictadas por el Papa de Roma, que no es nadie para mí" ¿Qué hago?
En el fondo, necesito una válvula de escape para decirle "eso es cierto para la mayoría de mis ideas, pero existen ciertos casos en que sí estoy autorizado para dictar una ley que exprese el 5° mandamiento y usar la fuerza contra quien lo trasgreda".
Si tu amigo nazi te agrede, tienes derecho a defenderte. Tienes derecho a la legitima defensa, pero no para iniciar la agresión.
Si tu amigo nazi te agrede o amenaza con hacerlo, puedes asociarte conmigo para defenderte, pero no para iniciar la violencia contra él.
Esa es la válvula. Nadie tiene derecho a agredir o amenazar a otro.
Si iniciamos la violencia contra alguien o un grupo por lo que podrían hacernos, estamos avalando al nazi.
Hola Jorge,
Me gusta la forma como inicias el planteamiento de la Meritocracia, sin embargo creo que el análisis debe ser aún más profundo.
Actualmente trabajo en mi Tesis al respecto, vivo en Venezuela, y aunque tenemos 6 años de educación libertaria (como tú la llamas) no hemos logrado reemplazar el modelo impositivo dominante.
Ese es mi punto de partida para hacer el análisis y me gustaría que intercambiaramos ideas.
Fíjate lo que he visto es que los patrones de conducta humanos son en un porcentaje muy alto copiados de los modelos dominantes. Aunque e curriculum escolar sea libertario, el gestor del conocimiento es alguien que con palabras quiere hacer ver que CREE en lo que dice, pero sus actos (metalenguaje) demuestran lo contrario, ergo, la educación libertaria no es tal porque sigue siendo la escuela la principal reproductora de la cultura dominante.
Te justifico esto: Los niños de clases no pudientes han comenzado a asisitir al colegio, no pagan nada pues el nuevo Estado se hace responsable de esto, pero en la escuela, la maestra tiene un capital cultural que sólo unos pocos (menos del 10%) logran entender, por lo que la meritocracia es de hecho un modo de vida.
Al menos esto es lo que veo que sucede aquí en mi país. Apenas estoy comenzando mi tesis pero espero demostrar lo que está sucediendo.
Saludos,
Lucecita
Luz2021, gracias por tus comentarios.
En mi opinión la educación en Venezuela no es libertaria, es doctrinaria.
Tiene una pretensión doctrinaria clara. Creo que eso es lo primero que debes considerar.
En general, toda la educación estatal -sea de derechas o izquierda- y también la privada que se asocia con esta, son claramente doctrinarias.
Esa no es la educación libertaria de la que hablo, puesto que se mantienen las barreras de entrada, los requisitos, los programas, los títulos, que establecen los límites y rangos para el conocimiento.
Una educación libertaria debería abrir todos los espacios, a todos los autores, a todas las doctrinas, etc.
Muy buena tu apreciación sobre la mentirocracia. Aca en Perú, la empresa para la que trabajo está tratando de lavarle la cabeza a todos mis compañeros con esto de la meritocracia, estoy navegando para obtener información y tuve suerte en leer tu articulo.
Saludos
Walter Diaz de la Vega
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