Quienes dicen que
toda la crisis educacional es un simple alzamiento de los ignorantes y por
tanto es ilegítimo, olvidan la asonada del modelo educativo contra la Educación
misma.
Leyendo diversos comentarios en torno a la crisis
educacional, no ha dejado de llamarme la atención, una creciente apelación a la
mala educación de los jóvenes, a su falta de civilidad, e incluso a “su anarquismo”
(sin definir qué es el anarquismo), para cuestionar las demandas estudiantiles.
En la mayoría de estos comentarios, se apela a la
existencia de una rebeldía que sería sin causa, más bien delictual, traducida
en una rigidez sin justificación, cuya causa principal radicaría en la inmensa
ignorancia de los estudiantes, que permitiría que sean manipulados por grupos
minoritarios y extremistas, con intereses más ideológicos y dogmáticos que
educacionales.
En otras palabras y según estos argumentos, las demandas y
la tozudez estudiantil en cuanto a éstas serían ilegítimas, pues estarían
siendo enarboladas por una masa de ignorantes, manipulados (algunos incluso
agregan que lo que menos les interesa es aprender y educarse).
Algunos agregan que a partir de eso, la falla no es del
modelo educacional sino de las familias de esos “ignorantes manipulados” -que
también serían ignorantes- por no fomentar la educación de sus hijos, pues “el
ignorante, por voluntad –si la tuviera- saldría de la ignorancia”.
Lo interesante es que estos argumentos no son errados del
todo. Efectivamente, existe una gran masa de individuos –varias generaciones- que
poco o nada conocen de principios básicos de civilidad, de buenos modales, de
respeto al prójimo, y de educación en sentido amplio. No son espíritus
cultivados.
Lo anterior se ve reflejado diariamente al momento de
subir al transporte público, bajar del metro, en diversas filas donde uno
espera un turno para ser atendido, en las calles con los conductores y peatones
imprudentes y borrachos, con la gente que bota papeles al piso estando a metros
de un basurero, en las barras bravas, en los centros comerciales, y un largo
etc.
Nuestra sociedad se caracteriza por una creciente
incivilidad, sin distinción de clases o posición social o económica. Y ello se
debe en gran medida al fracaso del sistema educacional en su conjunto, de
manera global. No por nada, el año 2000 se nos indicó que un 80% de los
chilenos entre 16 y 65 años no tiene el nivel de lectura mínimo. Y nadie se
inmutó.
No es raro entonces que la cultura de lo vulgar (y la
“idiotización” y embrutecimiento alienante que ello conlleva) se sitúe cada día
sin problemas en todos los ámbitos de la vida colectiva e individual, en la
prensa, la cultura, la moda, incluso la política y el lenguaje. Como algo
normal. Entonces, como sociedad -y sin darnos cuenta- volvemos a la minoría de
edad, a la barbarie.
Y entonces, efectivamente
esta revuelta estudiantil es en parte un levantamiento de los sin educación, de
aquellos que por generaciones han ido a las escuelas, creyendo que iban a
aprender y a ilustrarse, pero han salido de éstas sin siquiera entender lo que
leen.
Pero hay algo más
importante, es un levantamiento contra otra revuelta previa, la que el sistema
educacional ha llevado a cabo desde hace años contra los principios ilustrados
más básicos.
Esa revuelta del sistema educacional contra la Ilustración , ha sido
una revuelta que silenciosamente, de manera paulatina, ha ido instaurando la
vieja lógica del saber exclusivamente para los señores, mientras el resto
pulula en la ignorancia, la banalidad -en la mera domesticación-. Con ello, ha
ido contra la principal tarea de la educación, la conciliación entre Libertad y
normas.
Entonces, quienes
dicen que toda la crisis educacional es un simple alzamiento de los ignorantes
y por tanto es ilegítimo, olvidan la asonada previa del modelo educativo contra
la Educación misma.
Y peor aún, olvidan que esa falta de civilidad que el
modelo educativo perpetúa por generaciones, va en el corto y largo plazo contra
de la vida en sociedad. Va contra la paz y la libertad.
Es decir, olvidan que la falta de educación generación
tras generación, implica una reversión hacia la barbarie. Un ataque a la Razón en sentido kantiano. Y
el hombre se vuelve zafio (bruto). Entonces, el campo se vuelve fértil para cualquier
dogma totalitario y criminal que dispone de las masas ignorantes, a través del
cual codiciosos, populistas y dictadores, encuentran el camino despejado para
saciar su ambiciones personales de poder absoluto.
En medio de la crisis educacional, aún es tiempo de
defender y anteponer los principios liberales e ilustrados en cuanto a la
Educación, para no dejarla en manos de populistas y dogmáticos ansiosos de
poder.
Porque no hay que olvidar cuál es el propósito central de
la educación, que en la ilustración se planteó como principio esencial, la
libertad: ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de
servirte de tu propia razón! (Kant, 1784).